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domingo, 19 de enero de 2014

"Vindicación de los derechos de la mujer" - Mary Wollstonecraft


“Espero que mi propio sexo me disculpe si trato a las mujeres como criaturas racionales en vez de halagar sus encantos fascinantes y considerarlas como si estuvieran en un estado de eterna infancia, incapaces de valerse por sí mismas. Deseo de veras mostrar en qué consiste la verdadera dignidad y la felicidad humana. Deseo persuadir a las mujeres para que intenten adquirir fortaleza, tanto de mente como de cuerpo, y convencerlas de que las frases suaves, la sensibilidad de corazón, la delicadeza de sentimientos y el gusto refinado son casi sinónimos de epítetos de la debilidad, y que aquellos seres que son sólo objetos de piedad, y de esa clase de amor que ha sido denominada como su hermana, pronto se convertirán en objetos de desprecio.”

Existen muchos motivos para descubrir y admirarse con el pensamiento de esta gran mujer, si uno todavía no tiene la suerte de conocerla. No sólo fue una luchadora por la igualdad de géneros, sino que lo fue en una época absolutamente aciaga: nació en 1759 y murió en 1797. 

Se trata por tanto de una de las pioneras del movimiento feminista, que escribió una serie de textos exponiendo sus opiniones sobre este tema de la forma más honesta y sencilla que uno pueda imaginarse, argumentando con sinceridad y muy buen tino cada una de sus posturas. 

“Deseo persuadir por la fuerza de mis argumentos en vez de deslumbrar por la elegancia de mi lenguaje.”

Su método consiste en elaborar sus teorías girando en torno a aquellas otras con las que está en desacuerdo, y así, da al traste con multitud de afirmaciones de autores a los que había leído y que a lo largo del tiempo se habían esforzado en explicar por qué la mujer era naturalmente inferior al hombre y debía servirle siempre.

"Se me puede acusar de arrogante, pero, pese a ello, debo declarar que estoy firmemente convencida de que todos los escritores que han abordado el tema de la educación y la conducta femeninas, desde Rousseau hasta el doctor Gregory, han contribuido a hacer de las mujeres los caracteres más débiles y artificiales que existen y, como consecuencia, los miembros más inútiles de la sociedad. Podría haber expresado esta convicción en un tono más comedido, pero me temo que habría parecido un fingido lloriqueo, no la ferviente expresión de mis sentimientos, extraídos del resultado evidente de la experiencia y la reflexión.”

Wollstonecraft establece que el gravísimo problema de desigualdad entre géneros radica en la base, que es la educación, puesto que desde que nacen, las niñas (o mejor: las bio-mujeres, como diría Beatriz Preciado) son tratadas como seres débiles y frágiles, y en ellas se suelen acentuar supuestas virtudes (que para Wollstonecraft son defectos) como la delicadeza y el postureo, haciendo de ellas seres dóciles e inútiles, enseñados desde el principio a situarse por debajo del yugo masculino: por ello crecen precisamente de ese modo: no han nacido así, han sido enseñadas. Hay que destacar que estas ideas proceden del siglo XVIII, y que después de doscientos años seguimos igual, si no peor.

Sin ir más lejos, sigo soportando a diario que a la feliz pareja que espera un retoño del género femenino, su círculo bombardea con exclamaciones del tipo: “Oh, qué bien, una princesita, para peinarla y ponerle vestiditos”; “Id comprando ropita rosa”; “Os regalaremos muñequitas para que juegue”. O la resignación de mujeres adultas que, conviviendo con un hombre, buscan pequeños refugios de ocio en los momentos en que él está trabajando, o ha hecho planes previamente por su cuenta. Así, hay millones de ejemplos a cual más estúpido y deshonroso para con el género femenino.

De este modo jamás se conseguirá la igualdad, mientras la mayoría de mujeres vivan cómodas en su aceptada inferioridad. Siendo mujer menor de 30 años, aún no me he acostumbrado (y me temo que ya nunca lo haré) a los comentarios extrañados de quienes se asombran de que me guste vivir libre e independiente. Incluso he tenido que soportar el juicio de bio-mujeres pseudo-feministas que decían valorar la valentía de las luchadoras pero se escudaban en su debilidad para evitar volar del nido, aún teniendo medios para poder permitirse escapar y vivir su propia vida; o, teniendo la posibilidad de trabajar y vivir por su propia cuenta, escudarse asimismo en su debilidad o en mil otras excusas y permanecer viviendo mantenidas.

Mary Wollstonecraft era una mujer sabia, y entre otras muchas cosas dejó escrito que a las niñas se les debe decir siempre la verdad, puesto que las eternas mentiras disfrazadas de recato o de mentiras piadosas son mucho más dañinas siempre: es una lástima que sus dos hijas no fueran educadas bajo su filosofía, ya que murió tras el segundo parto y fue el padre de las niñas quien se encargó de su educación, bajo otros métodos. 

Sobre la mentira, enfocada en este caso a la traición de pareja, opinaba lo siguiente: “Las artes que debe practicar para engañarlo la convertirán en el más despreciable de los seres humanos; y, en cualquier caso, las estratagemas necesarias para preservar las apariencias mantendrán su mente en aquel trajín infantil o vicioso que destruye toda su energía”. Luego queda claro que la mentira queda erradicada de la personalidad de quien queramos educar, siguiendo sus pautas.

Mary Wollstonecraft
Su redacción es impecable y clara, y despojada de todo adorno, como ella misma aclara al principio del texto. Sin embargo, en unos pocos fragmentos nos podemos topar con tesoros como este: “Pero me he adentrado desprevenida en tierra de hadas, sintiendo la brisa perfumada de la primavera acariciándome sigilosamente, aunque noviembre frunce el entrecejo.”

Este libro está enriquecido con multitud de citas extraídas de obras de Shakespeare; además, captada al azar, una frase del capítulo en que censura a los escritores que han hecho de las mujeres objetos de piedad, sienta la base fundamental sobre la que varias decenas de años después Guy Debord nos deslumbrara con sus teorías sobre “La sociedad del espectáculo”, y que otros pocos años después Vargas Llosa plagió descaradamente en “La civilización del espectáculo”. El fragmento en cuestión comienza a lo Ginsberg y termina, como decíamos, a lo Debord:

“Veo a los hijos y a las hijas de los hombres persiguiendo sombras y gastando ansiosamente sus poderes para alimentar las pasiones que no tienen adecuado objeto –si el mismo exceso de estos impulsos ciegos, mimados por esta mentirosa pero constantemente confiada guía, la imaginación, no hiciera, preparándoles para otro estado, a los miopes mortales más sabios sin su propia concurrencia, o, lo que viene a ser lo mismo, cuando estaban persiguiendo algún imaginario bien presente.
Tras ver los objetos bajo esta luz, no sería muy caprichoso imaginar que este mundo era un escenario en el que se representa cada día una pantomima para el entretenimiento de seres superiores. Cómo se distraerían al ver al hombre ambicioso consumirse a sí mismo persiguiendo a un fantasma y “buscando la engañosa reputación en la boca del cañón que le iba a reducir a la nada”: pues cuando la conciencia se pierde, no importa si montamos en un torbellino de aire o descendemos en la lluvia.”

La idea del mundo como escenario procede de “As You Like It” (“Como gustéis”), de Shakespeare, autor a quien Wollstonecraft cita a menudo de una forma muy inteligente y apropiada a cada ocasión.

Una de las primeras ideas que se expone en este libro es la de que las mujeres procedentes de círculos enriquecidos son educadas con mayores dificultades, lo cual en principio sorprende puesto que debería ser al contrario, ya que, se da por hecho, cuentan con los medios materiales para proporcionarse educación de calidad, si así lo desean. Pues bien, precisamente al proceder de familias acomodadas, han sido criadas con todos los lujos y están corrompidas por la riqueza, los títulos y la propiedad, por lo que ya no se encuentran en un estado natural que facilite una educación basada en unos pilares básicos de humildad y humanidad.

Hay que tener en cuenta que cuando uno lee a Wollstonecraft hay muchos años de tiempo entre medias, por lo que es necesario evadirse a pesar de que se trate de un texto excepcionalmente actual (precisamente porque en este ámbito no se ha evolucionado apenas nada) y con un lenguaje perfectamente comprensible hoy día: pero, por ejemplo, recomendaría obviar las referencias al catolicismo a los lectores ateos, tal y como yo he hecho (y no por ello he disfrutado menos del texto, lo aseguro), o, sobre todo, establecer en aquellos lugares donde sea necesario el término “sexo”, que ella sin distinción utiliza, por “género”, muchas veces más preciso y adecuado.

Por todo esto y por todo lo demás que queda a la espera en las páginas del libro para quienes deseen saber más, pienso y afirmo que, sin lugar a dudas, Mary Wollstonecraft es rock’n’roll, auténtico y genuino.

domingo, 6 de mayo de 2012

"Cuentos negros" - Ambrose Bierce


Éste ha sido mi primer acercamiento en firme a la obra de Bierce, escritor del que conocía de oídas el Diccionario del diablo. Leí hace mucho tiempo Aceite de perro (cuento que abre esta recopilación) en una revista de minorías especializada en literatura fantástica: como primera lectura, no puedo haberme llevado mejor impresión. 

Leer ahora estos cuentos me ha emocionado y me ha encantado, porque mientras leía me he divertido como hacía mucho y, aunque suene extraño, también me he horrorizado a la vez. Lo explicaré. Ambrose Bierce utiliza como protagonistas de sus relatos a seres atormentados o de dudosa normalidad y los sitúa en un ambiente enrarecido, haciendo que actúen con aparente cordura, como si no fueran capaces de percibir lo enfermizo de las situaciones en que se encuentran. Después, expone tramas cargadas de brutalidad, violencia y mal gusto, pero con una prosa impecable, descripciones muy precisas y refinadas y un tono general tranquilo y sosegado: como si estuviera relatando una historia mundana y apacible: ahí es donde radica su mérito, maestría y genialidad.

Esta pequeña edición que Alianza publica ahora es un pequeño tesoro: no sólo es que los cuentos tengan una calidad innegable sino que, al principio, el traductor, Aitor Ibarrola-Armendáriz, hace una presentación del autor cargada de datos biográficos, que permite entender mucho mejor los cuentos que vienen a continuación, sin desvelar nada de la trama. Al final hay un epílogo donde el traductor hace un estudio breve pero profundo acerca del significado de los cuentos, sus influencias, situación en el contexto de su época y análisis preciso y muy bien escrito. Se nota que para traducir a Bierce se ha empapado de su obra, expone los problemas que ha planteado la traducción (motivados en su mayor parte por la cantidad de frases irónicas con múltiples sentidos y significados) y ayuda al lector a entender aún mejor los cuentos, una vez leídos.

Ambrose Bierce nació a mediados del s. XIX y desapareció a los 71 años sin que ya nunca nadie supiese jamás su paradero. Se cree que se esfumó por voluntad propia, y esto ayuda a intensificar la leyenda. Sus cuentos están muy influenciados por las circunstancias que marcaron su vida: desde pequeño sólo conoció el horror y la brutalidad ya que sus padres le trataban muy mal y más tarde estuvo en la guerra, con todo lo que ello conlleva. Se formó una idea del ser humano absolutamente negativa y utilizó la ironía y el humor negro para expresar en su literatura todo lo que pensaba. En este sentido, su obra más representativa es el Diccionario del diablo (también de reciente publicación en Alianza), libro en el que Bierce define una larga lista de términos bajo su particular y oscuro punto de vista. En lo que respecta a las figuras paternas, en la gran mayoría de estos Cuentos negros aparecen en segundo plano unos personajes, padres del protagonista que, o bien son buenas personas y por eso no han conseguido medrar y viven pobremente, o son despiadados y egoístas y disfrutan de riqueza y posición social, aunque siempre se dejan llevar por los más bajos instintos y tienen un final aciago.

Hay que leer estos cuentos en su contexto y analizando a fondo cada frase, porque nada está escrito al azar (esta estupenda traducción facilita mucho ese análisis). Aunque en apariencia por las tramas de los relatos podría confundirse con género negro nada tienen que ver estos cuentos con lectura de entretenimiento en la que sólo importa quién es al final el asesino, no deben leerse bajo ese prisma en ningún caso. Hay en ellos tanto de autobiográfico como, sobre todo, de denuncia y de crítica social, frustración y lucha interior. Es gore, es soez, es brutal, pero es brillante.

domingo, 8 de abril de 2012

T.M.I.


A menudo sucede que la impotencia me invade. Ganarse la vida en uno de esos trabajos de cara al público da lugar a multitud de situaciones incómodas que comienzan cuando el cliente decide aportar más información de la necesaria y ya no terminan nunca. Es enriquecedor y muy agradable intercambiar impresiones acerca de un escritor o una película cuando el cliente decide que tu opinión le interesa y esto es recíproco: pero lo único que realmente necesita el dependiente es que cada cliente exprese de una forma cortés, directa y breve lo que necesita, para atenderle satisfactoriamente en el menor espacio de tiempo posible.

Parece simple, parece obvio, pero desgraciadamente no suele ser así. Nada más lejos de la realidad: a menudo sucede que los clientes se extralimitan, se contradicen, se equivocan, se olvidan. Así, puede ocurrir que a la petición final de la necesidad le anteceda una interminable introducción absolutamente innecesaria del tipo: “Es que como su compañera de clase no se lo puede prestar vengo de la Casa del Libro porque allí es más barato pero ya se les había agotado y he tenido que volver porque se puso a llover y no tenía paraguas y al salir del metro me encontré con una tienda de saldos pero con tan mala suerte que tampoco lo tenían y la dependienta, que sería así de la misma edad que tú me ha dicho que por qué no os preguntaba a vosotros y me ha mandado aquí: quiero La Celestina en la edición de Cátedra”.

Pero puede ser mucho peor. Puede que la información innecesaria sea breve y no reste más de unos segundos de tu preciado tiempo (siempre hay mucho trabajo esperando en el almacén) y sin embargo se trate de una frase lapidaria que haga que hasta el final del día tu rostro exprese el Grito de Munch: “¿Me lo puedes ir buscando mientras voy un momentito al baño? Es que no puedo más”. Lo peor, sin lugar a dudas, es la coletilla: “Es que no puedo más”. Too Much Information.

Los ejemplos al respecto son infinitos. ¿De veras todo esto es necesario? ¿Dónde quedaron la seriedad, la educación y el saber estar de la sociedad que me rodea? ¿Acaso es esto lo que les enseñan ahora a los niños en el tiempo libre que les resta de sus huelgas de deberes?

Del texto:
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2012
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