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sábado, 27 de febrero de 2016

La Furia - Théroigne de Méricourt


Théroigne de Méricourt (Lieja, 1762 – París, 1817) es una gran olvidada en la Historia de Francia. Fue pionera del feminismo guerrero y combatió durante los años de la Revolución Francesa mediante la creación de batallones de amazonas. Sin embargo, su nombre no es conocido ni aclamado, a pesar de que Delacroix se basara en ella para representar a la Libertad en el famoso cuadro “La Libertad guiando al pueblo” (1830), expuesto en el parisino Museo del Louvre.

En este libro, la sociedad secreta La Felguera, disfrazada de editorial, pone a nuestro alcance documentos (proclamas, manifiestos, ilustraciones y mucho más) que se mantenían fuera de los círculos comerciales, para que conozcamos mejor a esta heroína francesa y completemos las lagunas de las que adolecen los libros de Historia de la educación obligatoria.

Lucha armada: lo que sucede si eres mujer

Con este libro, el equipo de la Felguera ha querido rendir un justo homenaje a la figura de Théroigne de Méricourt, reuniendo textos de diferentes procedencias en un libro con una presentación física envidiable, a la manera a la que nos tienen acostumbrados: buenas calidades, inmejorable maquetación, ilustraciones, etc.

Lo que sucedió con Théroigne es que fue acusada de histeria y maltratada hasta conseguir apartarla de la vida pública, política y bélica. No interesaba que una mujer tomase las riendas y formase parte del curso de la Historia, menos aún durante la época de la Revolución Francesa que, como todo el mundo sabe, tuvo lugar en el fácilmente recordable año de 1789.

Esta luchadora consiguió rodearse de un ejército de mujeres para luchar por aquello en lo que creían, resucitando así el mito de las amazonas, exigiendo la formación de batallones de mujeres armadas. También dio alas a muchas mujeres gracias a otras iniciativas, como la creación de clubes feministas en plena Revolución, ya que estos estaban perseguidos por Robespierre, que pretendía cerrarlos.

Su carácter irreductible sembró el terror entre la aristocracia en aquel momento, muchos hombres la rechazaron y sufrió un final tan doloroso como injusto. Cuando cayeron los girondinos, fue ella quien se opuso a los extremistas para evitar que la Revolución entrase en su época más sanguinaria: esto hizo enfurecer a un grupo de mujeres revolucionarias que la acusaron de traición y la azotaron salvajemente en público.

Nunca soportó el peso de esta humillación, y desde entonces vagó en soledad, huyendo de París y volviéndose loca. Tal y como dice Michelet en el prólogo de este libro, era una mujer que no entraba en razón porque quizá le sobraban razones.


Delacroix, Baudelaire y Sarah Bernhardt

Tal y como comentaba al principio, el pintor Eugène Delacroix se basó en esta luchadora para configurar la ya inmortal “Libertad guiando al pueblo” que todos almacenamos en nuestro archivo visual: pues bien, se trata de la mismísima Théroigne de Méricourt, con gorro frigio y bandera tricolor.

La Libertad guiando al pueblo - Eugène Delacroix

También otros artistas han inmortalizado su figura de una manera u otra, si bien el cuadro de Delacroix es el más conocido y representativo. Charles Baudelaire se refiere a ella en uno de los poemas incluidos en el maravilloso “Las flores del mal”, que dice así:

¿Habéis visto a Théroigne, amante de
las matanzas, excitando al asalto a un
pueblo sin calzado, con las mejillas y los
ojos de fuego, representando a su
personaje, y subiendo, con el sable en la
mano, las escaleras reales?

En 1902, en París, se representó una obra dirigida por Paul Hervieu, titulada “Théroigne de Méricourt: una pieza en seis actos”, y la actriz que daba vida a la heroína era nada más y nada menos que Sarah Bernhardt. En este libro se incluye una imagen del cartel original de la obra, así como una larga serie de preciosas instantáneas de Bernhardt caracterizada.

Muchas otras representaciones gráficas de otros autores (dibujos, grabados, etc.) están incluidas en este estupendo libro ilustrado.


Proclamas, manifiestos y algo más

¿Qué tipo de textos podemos encontrar en este libro? Artículos de corte histórico y político de varios escritores que esclarecen el papel decisivo de Théroigne en los años de la Revolución Francesa: Hernández Castellanos, Nicole Regnier, Esquirol  o Lamartine. Pero también tenemos textos de su puño y letra, como sorpresa final hacia la última parte del libro.

El primer texto redactado por la heroína con el que nos topamos, es un discurso pronunciado en la Sociedad Fraternal de los Mínimos en 1792. En él, la guerrillera avisa del peligro en el que aún se encuentran y recuerda a los ciudadanos la importancia de su deber para con la patria. Su intención es alertar a la población (femenina, principalmente) para no bajar la guardia y pasar a la acción mediante reuniones, entrenamientos, etc.

En otro comunicado, “A las 48 secciones”, alerta de las maniobras que se están llevando a cabo para provocar una guerra civil que ella pretende evitar, y pide la organización y unión de la población para hacer frente a los abusos del poder.

Por último, tenemos una serie de textos mucho más polémicos por otros motivos bien distintos, que escapan por completo de la línea del libro (histórica y política), y que los editores admiten que se desconoce la autoría, si bien a lo largo de los años se han atribuido a esta heroína. Son textos relacionados con la prostitución, desde un punto de vista que no queda muy claro si es irónico. Pudieron haber sido escritos por cualquier persona de su tiempo, atribuyendo la autoría a Théroigne y aprovechándose de su fama: en cualquier caso, creemos que le hacen un flaco favor si la intención es enaltecer su recuerdo, ya que es demasiado contradictorio que una heroína guerrillera y feminista se avenga a establecer teoría acerca de las buenas prácticas en la prostitución: no tiene demasiado sentido. O se persigue la igualdad de géneros, o se defiende la sumisión femenina… no hay lugar para la ambigüedad. A pesar de esta última objeción, el libro es muy pertinente, documentado y recomendable.


domingo, 19 de enero de 2014

"Vindicación de los derechos de la mujer" - Mary Wollstonecraft


“Espero que mi propio sexo me disculpe si trato a las mujeres como criaturas racionales en vez de halagar sus encantos fascinantes y considerarlas como si estuvieran en un estado de eterna infancia, incapaces de valerse por sí mismas. Deseo de veras mostrar en qué consiste la verdadera dignidad y la felicidad humana. Deseo persuadir a las mujeres para que intenten adquirir fortaleza, tanto de mente como de cuerpo, y convencerlas de que las frases suaves, la sensibilidad de corazón, la delicadeza de sentimientos y el gusto refinado son casi sinónimos de epítetos de la debilidad, y que aquellos seres que son sólo objetos de piedad, y de esa clase de amor que ha sido denominada como su hermana, pronto se convertirán en objetos de desprecio.”

Existen muchos motivos para descubrir y admirarse con el pensamiento de esta gran mujer, si uno todavía no tiene la suerte de conocerla. No sólo fue una luchadora por la igualdad de géneros, sino que lo fue en una época absolutamente aciaga: nació en 1759 y murió en 1797. 

Se trata por tanto de una de las pioneras del movimiento feminista, que escribió una serie de textos exponiendo sus opiniones sobre este tema de la forma más honesta y sencilla que uno pueda imaginarse, argumentando con sinceridad y muy buen tino cada una de sus posturas. 

“Deseo persuadir por la fuerza de mis argumentos en vez de deslumbrar por la elegancia de mi lenguaje.”

Su método consiste en elaborar sus teorías girando en torno a aquellas otras con las que está en desacuerdo, y así, da al traste con multitud de afirmaciones de autores a los que había leído y que a lo largo del tiempo se habían esforzado en explicar por qué la mujer era naturalmente inferior al hombre y debía servirle siempre.

"Se me puede acusar de arrogante, pero, pese a ello, debo declarar que estoy firmemente convencida de que todos los escritores que han abordado el tema de la educación y la conducta femeninas, desde Rousseau hasta el doctor Gregory, han contribuido a hacer de las mujeres los caracteres más débiles y artificiales que existen y, como consecuencia, los miembros más inútiles de la sociedad. Podría haber expresado esta convicción en un tono más comedido, pero me temo que habría parecido un fingido lloriqueo, no la ferviente expresión de mis sentimientos, extraídos del resultado evidente de la experiencia y la reflexión.”

Wollstonecraft establece que el gravísimo problema de desigualdad entre géneros radica en la base, que es la educación, puesto que desde que nacen, las niñas (o mejor: las bio-mujeres, como diría Beatriz Preciado) son tratadas como seres débiles y frágiles, y en ellas se suelen acentuar supuestas virtudes (que para Wollstonecraft son defectos) como la delicadeza y el postureo, haciendo de ellas seres dóciles e inútiles, enseñados desde el principio a situarse por debajo del yugo masculino: por ello crecen precisamente de ese modo: no han nacido así, han sido enseñadas. Hay que destacar que estas ideas proceden del siglo XVIII, y que después de doscientos años seguimos igual, si no peor.

Sin ir más lejos, sigo soportando a diario que a la feliz pareja que espera un retoño del género femenino, su círculo bombardea con exclamaciones del tipo: “Oh, qué bien, una princesita, para peinarla y ponerle vestiditos”; “Id comprando ropita rosa”; “Os regalaremos muñequitas para que juegue”. O la resignación de mujeres adultas que, conviviendo con un hombre, buscan pequeños refugios de ocio en los momentos en que él está trabajando, o ha hecho planes previamente por su cuenta. Así, hay millones de ejemplos a cual más estúpido y deshonroso para con el género femenino.

De este modo jamás se conseguirá la igualdad, mientras la mayoría de mujeres vivan cómodas en su aceptada inferioridad. Siendo mujer menor de 30 años, aún no me he acostumbrado (y me temo que ya nunca lo haré) a los comentarios extrañados de quienes se asombran de que me guste vivir libre e independiente. Incluso he tenido que soportar el juicio de bio-mujeres pseudo-feministas que decían valorar la valentía de las luchadoras pero se escudaban en su debilidad para evitar volar del nido, aún teniendo medios para poder permitirse escapar y vivir su propia vida; o, teniendo la posibilidad de trabajar y vivir por su propia cuenta, escudarse asimismo en su debilidad o en mil otras excusas y permanecer viviendo mantenidas.

Mary Wollstonecraft era una mujer sabia, y entre otras muchas cosas dejó escrito que a las niñas se les debe decir siempre la verdad, puesto que las eternas mentiras disfrazadas de recato o de mentiras piadosas son mucho más dañinas siempre: es una lástima que sus dos hijas no fueran educadas bajo su filosofía, ya que murió tras el segundo parto y fue el padre de las niñas quien se encargó de su educación, bajo otros métodos. 

Sobre la mentira, enfocada en este caso a la traición de pareja, opinaba lo siguiente: “Las artes que debe practicar para engañarlo la convertirán en el más despreciable de los seres humanos; y, en cualquier caso, las estratagemas necesarias para preservar las apariencias mantendrán su mente en aquel trajín infantil o vicioso que destruye toda su energía”. Luego queda claro que la mentira queda erradicada de la personalidad de quien queramos educar, siguiendo sus pautas.

Mary Wollstonecraft
Su redacción es impecable y clara, y despojada de todo adorno, como ella misma aclara al principio del texto. Sin embargo, en unos pocos fragmentos nos podemos topar con tesoros como este: “Pero me he adentrado desprevenida en tierra de hadas, sintiendo la brisa perfumada de la primavera acariciándome sigilosamente, aunque noviembre frunce el entrecejo.”

Este libro está enriquecido con multitud de citas extraídas de obras de Shakespeare; además, captada al azar, una frase del capítulo en que censura a los escritores que han hecho de las mujeres objetos de piedad, sienta la base fundamental sobre la que varias decenas de años después Guy Debord nos deslumbrara con sus teorías sobre “La sociedad del espectáculo”, y que otros pocos años después Vargas Llosa plagió descaradamente en “La civilización del espectáculo”. El fragmento en cuestión comienza a lo Ginsberg y termina, como decíamos, a lo Debord:

“Veo a los hijos y a las hijas de los hombres persiguiendo sombras y gastando ansiosamente sus poderes para alimentar las pasiones que no tienen adecuado objeto –si el mismo exceso de estos impulsos ciegos, mimados por esta mentirosa pero constantemente confiada guía, la imaginación, no hiciera, preparándoles para otro estado, a los miopes mortales más sabios sin su propia concurrencia, o, lo que viene a ser lo mismo, cuando estaban persiguiendo algún imaginario bien presente.
Tras ver los objetos bajo esta luz, no sería muy caprichoso imaginar que este mundo era un escenario en el que se representa cada día una pantomima para el entretenimiento de seres superiores. Cómo se distraerían al ver al hombre ambicioso consumirse a sí mismo persiguiendo a un fantasma y “buscando la engañosa reputación en la boca del cañón que le iba a reducir a la nada”: pues cuando la conciencia se pierde, no importa si montamos en un torbellino de aire o descendemos en la lluvia.”

La idea del mundo como escenario procede de “As You Like It” (“Como gustéis”), de Shakespeare, autor a quien Wollstonecraft cita a menudo de una forma muy inteligente y apropiada a cada ocasión.

Una de las primeras ideas que se expone en este libro es la de que las mujeres procedentes de círculos enriquecidos son educadas con mayores dificultades, lo cual en principio sorprende puesto que debería ser al contrario, ya que, se da por hecho, cuentan con los medios materiales para proporcionarse educación de calidad, si así lo desean. Pues bien, precisamente al proceder de familias acomodadas, han sido criadas con todos los lujos y están corrompidas por la riqueza, los títulos y la propiedad, por lo que ya no se encuentran en un estado natural que facilite una educación basada en unos pilares básicos de humildad y humanidad.

Hay que tener en cuenta que cuando uno lee a Wollstonecraft hay muchos años de tiempo entre medias, por lo que es necesario evadirse a pesar de que se trate de un texto excepcionalmente actual (precisamente porque en este ámbito no se ha evolucionado apenas nada) y con un lenguaje perfectamente comprensible hoy día: pero, por ejemplo, recomendaría obviar las referencias al catolicismo a los lectores ateos, tal y como yo he hecho (y no por ello he disfrutado menos del texto, lo aseguro), o, sobre todo, establecer en aquellos lugares donde sea necesario el término “sexo”, que ella sin distinción utiliza, por “género”, muchas veces más preciso y adecuado.

Por todo esto y por todo lo demás que queda a la espera en las páginas del libro para quienes deseen saber más, pienso y afirmo que, sin lugar a dudas, Mary Wollstonecraft es rock’n’roll, auténtico y genuino.

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