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sábado, 19 de febrero de 2022

"Memorias de una beatnik" - Diane di Prima




Origen y contexto. Las mujeres beat

Resulta imprescindible conocer bien el contexto de este libro para leer a di Prima de una forma justa. 

"Memorias de una beatnik" recoge los años previos a la Generación Beat, que fue un movimiento contracultural en la costa oeste de Norteamérica definido por la libertad sexual, la experimentación con las drogas, una postura ideológica de izquierdas, filosóficamente existencialistas y musicalmente admiradores del jazz de Charlie "Bird" Parker y John Coltrane. Era una patada a la american way of life del Eisenhower al que votaban sus padres, a la vida ordenada de las sitcom televisivas. Un rechazo al belicismo en los comienzos de la guerra fría contra la amenaza comunista. La aventura del individualismo con libros escritos en primera persona (si no te pasa, lo provocas), un viaje al corazón de América en la carretera. Los artistas envueltos en este movimiento pueden considerarse herederos directos, con muchos paralelismos pero más radicales, a aquella "Generación Perdida" del París de entreguerras.

Hace unos años era casi anecdótico hablar de las mujeres de la Generación Beat. Teniendo en cuenta que el fenómeno beatnik surge en los 50, durante décadas los nombres que se han asociado al mismo han sido los que todas conocemos: Allen Ginsberg, Jack Kerouac y William S. Burroughs, principalmente. 

Los libros de ellos han sido editados de forma incansable, bien distribuidos y leídos por millones de personas. Tímidamente algunas antologías poéticas incluían también algunos nombres de mujer (que claro, siempre eran las novias, amigas o amantes de ellos). Nunca se trataba de autoras que brillaran con luz propia, si acaso y dando gracias rebotaba sobre ellas la luz de las verdaderas estrellas, que se consideraba que eran ellos.

En 2015 se publicó en España un libro que me sacudió y me emocionó profundamente, “Beat attitude” de Bartleby Editores. Para mí llegó en un momento perfecto porque entonces ya se editaban muchos ensayos feministas y era una temática de debate habitual en redes sociales (cuando todavía era un movimiento sin tantos forcejeos internos, me temo). Me fascinaron los poemas de Lenore Kandel, Elise Cowen, Diane di Prima o Mary Norbert Körte, según las anotaciones que hice en mi ejemplar, que por supuesto todavía conservo. Pero de todas ellas ya hablé en su momento.


Memorias de una beatnik

Diane di Prima se buscó la vida desde muy joven, siendo aún menor de edad. Durante un tiempo se ganaba la vida escribiendo escenas de sexo para novelas de otros autores. De hecho, así es como empezó a colaborar con el editor Maurice Girodias (cuya editorial Olympia Press publicó “Lolita” de Nabokov, para que os hagáis una idea). A veces Girodias adquiría novelas sosas e inocuas simplemente para aprovechar su trama básica y di Prima se encargaba de aderezarlas con escenas sexuales muy explícitas. Según sus palabras había que añadirles unos toques lascivos para aumentar su interés, como el orégano a una salsa de tomate. Girodias fue quien le encargó un libro de sus propias memorias y por cada tanda de páginas nuevas que di Prima le entregaba, él se las devolvía con la anotación “MÁS SEXO” bien visible y en la primera página.

Por eso este libro resulta un tanto extraño. Las dos primeras partes son una sucesión de amantes de cualquier género donde la relación espacio-tiempo se pierde entre fluidos y posturas imposibles. Claro, en el epílogo ella explica cómo durante el proceso de escritura pedía a las personas que vivían en su casa que se echaran y, vestidos y de forma amistosa probaban si ciertas contorsiones eran o no factibles. Y es que al principio apenas hay un argumento y no es hasta la tercera parte, aproximadamente, donde encontramos lo que realmente íbamos a buscar: sus vivencias como artista creadora en la incipiente escena beat. Es comprensible que muchos lectores, descontextualizados, apenas hayan llegado a la mitad del libro.


Por supuesto que hubo mujeres

En España hubo una edición de este libro a manos de la editorial Muchnik (1999) que se agotó rápido y que ya es casi inencontrable, o a precios desorbitados. Si echamos un vistazo a las opiniones de muchas personas que lo han leído en cualquier idioma, comprobamos que en general "Memorias de una beatnik" no goza de mucha popularidad. Esto es porque lo leyeron desconociendo su contexto que, como ya he comentado, resulta imprescindible antes de sumergirse en la lectura. 

La autora murió recientemente, en octubre de 2020 y curiosamente es ahora cuando podemos encontrar sus libros de forma cada vez más accesible.

Hay un pasaje hacia el final de este libro que me ha parecido emocionante y esclarecedor. En él, di Prima narra cómo fue el momento en que leyó "Aullido" por primera vez. 

Ese poemario (y en concreto el poema que le da título) fue uno de los detonantes de lo que hoy conocemos como Generación Beat y es profundamente representativo del mismo, pero hay que tener en cuenta que al principio no había una denominación de grupo ni una consciencia de que lo que hacían estaba dando lugar a una vanguardia, eso vendría después. Tampoco por sí solos "Aullido" o "En la carretera" habrían sido capaces de generar algo tan grande como lo que ha traspasado hasta nuestros días. Había una nueva forma de sentir y por tanto una nueva necesidad de expresar, y poco a poco estos artistas multidisciplinarios se fueron reconociendo entre ellos. También el público demandaba otro tipo de arte. Las cosas no surgen porque sí, quiero decir. Tampoco todo pasa a la historia aunque en su época sea popular. El fragmento al que me refería, es este:

" (…) me dio un librillo en blanco y negro, diciendo: “Creo que esto podría interesarte”. Lo cogí y lo abrí con desgana, pues estaba concentrada en el guiso (…). Me encontré en medio de Aullido, de Allen Ginsberg. Dejé el cucharón y abrí el libro por el principio. su poderoso comienzo me atrapó de inmediato: “He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura…”.

Estaba demasiado excitada para preocuparme del guiso. Lo dejé en manos de Beatrice y sin siquiera darle las gracias a Bradley salí por la puerta con su nuevo libro. Anduve unas cuantas manzanas hasta el muelle de la calle Sesenta y me senté frente al río Hudson para leer y asimilar lo que estaba ocurriendo. No se me iban de la cabeza las palabras “abriendo nuevos caminos”. Sabía que el tal Allen Ginsberg, quien quiera que fuese, nos había abierto nuevos caminos a todos nosotros por el mero hecho de publicar aquello. Todavía no sabía lo que significaba, ni hasta dónde nos llevaría.

El poema también me produjo cierta pesadumbre. Se suponía que, si había una persona como Allen, tenía que haber más aparte de mis colegas, otros que también escribían lo que oían, escribían como hablaban, que vivían ocultos y marginados, escondiéndose aquí y allá, y que ahora, de repente, estaban a punto de hablar en voz alta. Tenía la impresión de que Allen solo era, solo podía ser, la vanguardia de algo mucho más grande. (…) No muchos los escucharían, pero ellos por fin podrían escucharse los unos a los otros. Estaba a punto de encontrar a mis hermanos y hermanas.

Diane di Prima_Recital en el Gaslight Cafe, Nueva York, 1959



Web de la editorial


domingo, 2 de enero de 2022

"Cuando lo sugerente se hace evidente" - Aldo Linares


 

Hay algo a la par hermoso y agotador al reflexionar sobre lo intangible. Lo que Aldo me transmite es la idea de un artesano que moldea figuras, que amalgama filosofía, poesía y certezas para dar forma a lo que no se ve, pero es. El resultado (esas figuras) son la representación de pensamiento, arte y memoria.

Aldo también me transmite dulzura, ilusión, emoción apenas contenida, educación o formas (que de tan perdidas, advertirlas de nuevo en alguien resulta extraño), comedimiento, infinita curiosidad, buen gusto y una sensibilidad a flor de piel, o a raudales.

Busco a Aldo en las redes después de que sus intervenciones en Cuarto Milenio me resulten cada vez más demasiado espaciadas, tras darme cuenta también de que su energía atraviesa la pantalla y entreveo en sus gestos, en sus palabras y sus miradas una verdad, una inocencia y una sencillez que me agradan. Resulta evidente que la participación de Aldo en los programas añade a estos un extra de misterio y fascinación de las que ningún otro colaborador es capaz. A excepción, claro está, de Paloma Navarrete: todas sus intervenciones son historia desde el momento que se emitieron.

Encuentro su canal de YouTube y me gusta encontrar momentos tranquilos para escucharle hablar con ese sosiego tan personal, con su brillo tan especial en los ojos (en esa chispa se encuentra la emoción inocente y pura del niño que fue y que es porque vive en él) buscando la verdad y dándole forma a la belleza. A través de conversaciones con otras personas a las que admira y de las que pretende aprender, generando un diálogo enriquecedor del que podamos beneficiarnos muchas otras personas al otro lado de la pantalla. 

Algo en esos vídeos hace que mi memoria vuele a mi antiguo salón de hace 4 o 5 casas, invadido por fantasmas que se divierten contando historias de humanos. Presencias espectrales porque si estiras el brazo no eres capaz de tocarlos, porque cuando los necesites nunca estarán, porque se divertirán a tu costa, porque te robarán energía y objetos que nunca recuperarás. Te dejarán una herida abierta, preguntas sin respuesta y mucho dolor.

Se dice que los espíritus son tal y como fueron cuando estaban vivos: pasar al otro lado no nos hará peores, o mejores, lo que somos ahora seguirá. Incluso las personas más sensibles e inteligentes (o especialmente ellas) son a menudo engañadas.

En este libro tanto en la palabra escrita como en los espacios entre líneas se encuentran las respuestas (o preguntas que llevan a otras preguntas que a veces son en sí mismas respuestas). Aldo relata sus experiencias paranormales (sucesos que la ciencia aun no es capaz de explicar) desde que era niño, en una suerte de biografía a través del misterio. 

Algunos pasajes resultan extremadamente intensos y evocadores. Uno de ellos relata un viaje con amigos a la zona andina, cuando Aldo todavía vivía en Perú. Tras una excursión por una montaña encontraron a un grupo de personas sentadas en círculo que les invitaron a unirse a ellos: la reunión giraba en torno a una mujer mayor que hablaba en quechua. Tuvieron la gran suerte y el honor de participar en un rito ancestral de culto a la Tierra y esto hizo que se derribasen sus certezas urbanitas y en menos de hora y media solo fuimos nuestros nombres (pág. 104).

Es necesario leer el relato, de varias páginas y rico en detalles, en palabras de Aldo para comprender toda su inmensidad y significado. La lectura me trae sin querer el recuerdo de otro círculo también ritual e iniciático, de cuya circunferencia me excluí a consciencia. Era una noche de San Juan y en el momento de juntar todas las tazas de barro en el centro, una puerta se cerró en el piso superior dando un fuerte portazo. Era un dúplex con todas las ventanas cerradas en ese momento y sin posibilidad de corrientes u otras explicaciones científicas que le dieran sentido terrenal a ese fuerte golpe, que al recordarlo ahora aún me resuena. Hay otros acontecimientos en mi vida que recuerdo muy claros y para los que no he conseguido encontrar explicación física pero que sencillamente son, no me los cuestiono porque nunca he considerado que las energías que los generaron tengan algo que ver conmigo.

Antes de la experiencia andina, Aldo cita El Arte es Magia y la Magia es Arte liberado (pág. 98), lo que indefectiblemente me lleva a Alan Moore y su tan especial “Ángeles fósiles”. Su lectura me aclaró muchas preguntas y me generó evidencias que aún me sirven.

Otra referencia literaria muy clave que encuentro entre estas páginas es a Leopoldo María Panero (pág. 61), cuya letra temblorosa y ya ilegible, escrita pocos meses antes de morir, se encuentra para siempre plasmada en algunos libros de la biblioteca de nuestra casa. Es curioso que mientras leía “Cuando lo sugerente se hace evidente”, y a las pocas páginas de su mención, una amiga me lo recordara, hablando por chat sobre libros y locura. Es posible que las casualidades no existan.

El gusto selecto de Aldo se explaya en la música, el libro incluye la referencia a una lista de canciones de Spotify un tanto tenebrosa e inquietante, y suspiro ante la fotografía de sus antiguas entradas a conciertos de Depeche Mode, Nick Cave, The Cure… (pág. 138). Su relación con la música es muy especial, me gusta cómo describe uno de sus más preciados recuerdos en el que, siendo niño y en la cocina de la casa familiar durante el desayuno, tenía ocasión de escuchar algunos de sus programas de radio favoritos y hallaba una fuga hacia lugares que no veía pero que existían: las canciones (pág. 41).

Con respecto a esa “fuga”, me he sentido muy reflejada en los pasajes que describen su traslado a Madrid, siendo muy joven. La misma ciudad que me acogió con su espectáculo de luz, multitud, color y brillo cuando tenía la misma edad que tenía Aldo cuando aterrizó allí, él proveniente eso sí, de mucho más lejos. Salí hacia mi habitación y, con la luz apagada, me metí en la cama hasta quedarme dormido, viendo la maleta sin cerrar a un lado. Era mi vida al descubierto (pág. 123) (…) me hallé sacando cosas de la maleta en un barrio que no conocía, dentro de una ciudad totalmente desconocida al otro lado del mundo. Si bien no lo estaba, no podía evitar saberme individualmente solo (pág. 131). Madrid sigue acogiendo a Aldo mientras que para mí nunca fue apenas algo más que un amago de hogar, por fortuna encontré arrullo a orillas del mar cuando aceptar irme fue más sencillo que negarme.

Cuando Aldo relata una investigación con algunos integrantes de La Escóbula de la Brújula y del Grupo Hepta, describe a Piedi con su máquina de fotos entrando en una cueva por un estrecho túnel y, ensoñado o sugestionado, Aldo la imagina avanzando en días pretéritos haciendo el recorrido con una antorcha (pág. 180) Leer este pasaje automáticamente me devuelve recuerdos de la multitud de viajes que he realizado los últimos años por diferentes países acompañada tan solo por una mochila, fascinándome especialmente ante los solitarios castillos totalmente en ruinas que encontré en varias exploraciones por Escocia y que me transportaban instantáneamente al pasado creyendo poder ver la cotidianeidad, sus gentes, las texturas y los olores. 

La sugestión nos expone en gran medida, de forma que puede resultar peligroso. Como bien dice Aldo un poco más adelante, tomar conciencia de que estás lejos de tu campo base te produce dos cosas: o te desorienta al máximo o te ayuda a redefinir tu eje (pág. 190). Conozco la sensación de buscar perderse intencionadamente, o encontrar placer en ello cuando no estaba de forma fehaciente entre los planes del viaje. La desubicación es clave para volver a encontrarse cuando se viaja pretendiendo que los momentos y los lugares pasen por una, no solo para que una pase por ellos.


Por eso me gusta mucho esta fotografía que tomé del libro de Aldo sobre el pozo votivo fundacional de L’Almoina de la antigua ciudad de Valentia: un lugar excavado previamente al inicio de la construcción de la ciudad y donde se enterraron restos de un ritual para asegurar la prosperidad de lo que allí en torno se iba a construir. Se consideraba una puerta abierta al mundo del más allá y se abría solo tres días al año, en los cuales podía atravesarlo alguna presencia no deseada. Es la conexión perfecta entre el bullicio frívolo del presente con el recogimiento mísitico del pasado. "Cuando lo sugerente se hace evidente" también es conexión, reflexión, apertura.

Este libro bien supone la experiencia de un viaje, el de una persona tan especial como es Aldo Linares y en cuyas páginas he podido encontrar multitud de ecos en los que verme reflejada y por supuesto, disfrutar y enriquecerme, sentir vértigo y regocijarme. Creo que puede servir a muchas personas con intereses y conexiones en la misma frecuencia. Si algo me gusta es descubrir la esencia y personalidad en seres especiales que se dejan ver, sin duda en este libro es algo que se encuentra a mares y se disfruta.

Parafraseando la habitual y hermosa despedida de Aldo, que es una seña de su identidad… que todo os sea propicio.


domingo, 17 de mayo de 2020

"El mundo y mi cámara" - Gisèle Freund


Gisèle Freund tuvo una larga y muy azarosa vida. Nació en Berlín en diciembre de 1908 y antes de terminar sus estudios de Sociología, jovencísima, en 1933 tuvo que huir a París para evitar ser asesinada a manos de los nazis. Tenía 25 años pero ya disponía de una cámara de fotos, su futuro entre las manos.

En París continuó sus estudios hasta finalizarlos, y comenzó a obtener dinero a cambio de sus fotografías. También se hizo un hueco entre los círculos intelectuales que se movían en torno a la calle Odéon, entre las librerías de Adrienne Monnier y Sylvia Beach (de esta última, también se publicaron sus memorias en la misma colección de Ariel, y es otra joya de libro).

Destruyeron su pasaporte y estuvo perseguida por la policía debido a su origen alemán y a unas sospechas sobre el tipo de fotografías que realizaba: su vida pendió de un hilo durante años, y sin la ayuda de Monnier, sus profesores universitarios y demás personas influyentes de su entorno, lo más probable es que hubiera sido encarcelada, deportada, o asesinada. Durante aquella época en París, conoció al inmortal círculo de artistas que al poco tiempo se diluyó por culpa de la guerra (huyeron, les deportaron, se suicidaron, les mataron…): Walter Benjamin, Alix Guillain, Bernard Groethuysen, Jean Paulhan, André Gide, Paul Valéry, André Malraux, T.S. Eliot, Ernest Hemingway, James Joyce, Sartre y Simone de Beauvoir, Léon-Paul Fargue, Colette, Giacometti, Le Corbusier, Jean Cocteau, Leonard y Virginia Woolf… ¡qué privilegio de modelos, y qué lujo también el de ellos ser retratados por la cámara de la gran Freund! 

Resultan interesantísimas las frecuentes reflexiones de la autora al respecto de la imagen que de sí mismas tienen las personas (a todas les gustaban los retratos ajenos y nunca los propios, llenos de defectos), y en concreto las reticencias de ser retratados quienes se dedicaban a la literatura, que solían preferir que su rostro quedase en las sombras y que fuera solo su obra la que trascendiera: como si dejarse retratar fuera una invasión, como si cedieran esa parcela de su vida privada para que, al igual que su obra, también fuera consumida. Qué habrían opinado todos estos grandes pensadores de la exposición actual en redes sociales, donde la tendencia es que el principal objeto de consumo sea el/la propio/a artista, su modo de vida, su familia y las marcas a las que publicitan más o menos directamente. 

Freund, además, durante aquel tiempo terminó una tesis sobre un tema hasta entonces inexplorado, la historia de la fotografía en el siglo XIX. Solamente existían publicaciones técnicas, y nadie aún se había preguntado sobre la influencia de este nuevo arte en las vidas de las personas, “su relación con los rasgos sociales de la época que la había visto nacer, es decir, con el ascenso de la mediana burguesía en la Francia del siglo XIX. Dicha clase ascendente necesitaba nuevas formas de expresión ligadas a sus gustos y sus medios. La invención de la fotografía les permitió poseer y transmitir su propio rostro de forma barata”.

La Segunda Guerra Mundial determinó una nueva etapa en la vida de la fotógrafa: en la vida de millones de personas. “El 10 de junio de 1940, el Gobierno abandonaba París. Tres días más tarde, la víspera de la llegada de las tropas alemanas, partí al alba en bicicleta, porque los trenes ya no circulaban. Até a la bicicleta mi pequeña maleta, la misma que traje a mi llegada a París siete años antes. Me refugié en un pueblecito de la Dordoña. Cuando me enteré de las cláusulas del armisticio, que entregaba los refugiados alemanes a la Gestapo, supe que debía irme de Francia como fuera. Victoria Ocampo me consiguió un visado argentino, pero todavía tardé más de un año en obtener los papeles necesarios para llegar a la ribera de Río de la Plata. Era la segunda vez en mi vida que debía iniciar una nueva existencia, aunque esa vez estaba armada: tenía un oficio.”

Esta última parte de la biografía narra las peripecias de la autora como reportera fotográfica. Ella había sido testigo del poder de la manipulación de las imágenes cuando el mundo, en ese sentido, era mucho más inocente de lo que al poco tiempo se convirtió, ahora ya sin duda completamente corrompido. Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Brasil, Ecuador… multitud de países fueron objeto de sus fotografías. Su popularidad fue en aumento y ante su cámara desfilaron personajes como Evita Perón (de quien no titubea al mostrar un recuerdo muy controvertido en sus memorias), Frida Kahlo, Diego Rivera, Eisenhower o Vladimir Nabokov. En 1948 firmó un contrato con la agencia Magnum Photos y trabajó junto a Robert Capa o David Seymour. 

Llegados a este punto, ¿es necesario aportar más datos para estallar de indignación? Todos los nombres de los artistas varones nos suenan, nos han llegado: ¡pero el de la mismísima Gisèle Freund permanece en el olvido! ¿Quizá (ojalá) sea que a mí no me ha llegado, pero que sí sea conocida?, pensaba mientras alucinaba leyendo su biografía: el de Freund es uno de tantos nombres que permanecen bajo la alfombra del olvido patriarcal. ¡Qué rabia!

Gisèle Freund posa junto a algunos de sus retratados. Fotografía tomada de GettyImages, link aquí

Las últimas páginas de la biografía terminan explicando la rápida evolución de la fotografía en pocos años, la digitalización e informatización de los archivos, la irrupción de nuevos soportes más duraderos, así como la “democratización” de la fotografía a medida que los precios se abarataban y las cámaras fotográficas eran accesibles a mucha gente de diferentes clases sociales alrededor del mundo. También denuncia la cantidad de robos que sufrió y las consecuentes pérdidas económicas por infringirse la propiedad intelectual de sus fotografías.

La biografía, escrita por la misma Freund en 1970, es breve y evita referencias a su vida personal: en muy pocas ocasiones se hace referencia a un hermano, y no se sabe mucho más de su familia, parejas, etc. Se centra por completo en su historia profesional y su maravillosa visión del mundo desde esa perspectiva. Gisèle Freund murió de un ataque al corazón en París el 30 de marzo del 2000, hace exactamente 20 años y poco más de un mes. Sirva esta humilde reseña para reivindicar su nombre y asociarlo al resto de artistas de su generación que no cayeron en el olvido.


martes, 5 de mayo de 2020

"Cervantes y Lope: Vidas Paralelas" - Mary Shelley


Contexto
Puede que seguir hablando de Mary Shelley en 2020 resulte fuera de lugar, agotado, marchito. Para mí sigue siendo una fuente de inspiración a la que, al menos por ahora, no le veo el fondo. 

La publicación en 1792 del manifiesto de su madre, Mary Wallstonecraft, “Vindicación de los derechos de la mujer” sigue siendo un punto al que no dejar de mirar. La continuación de su legado por su hija, Mary Shelley (1797-1851) también es ejemplar, somos muchas las que nos sentimos herederas de esas líneas de pensamiento y actuación.

Basta con que prestemos atención a las fechas en que vivieron y escribieron, observadas desde este 2020 convulso y apocalíptico. Los tiempos nunca han sido favorables a las mujeres, pero plantarles cara ha sido posible siempre… siempre y cuando se tuvieran agallas para ello, y la educación y formación juega un papel clave. Es cierto que ellas disfrutaron de fácil acceso a la cultura, pero también lo es que no dudaron en aprovechar ese privilegio para allanar el camino a las que venían detrás.

Hay grandes obras literarias que nos hablan de la maldad intrínseca del ser humano: “El Señor de las Moscas” de William Golding, “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, “El proceso” de Kafka, “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury, “El Señor de los Anillos” de J.R.R. Tolkien… hay muchos, estos además son excepcionales. Con esto quiero decir que la opresión y la crueldad, disfrazadas actualmente de patriarcado, explotación animal y laboral, están y van a seguir estando: la maldad es intrínseca al ser humano. 

Pero plantarle cara está en nuestra mano, hacer todo lo posible desde nuestras decisiones informadas personales, porque lo personal, como ya bien hemos aprendido, es político.

El caso es que Mary, madre e hija, lo hicieron, le plantaron cara y por eso son ejemplo.

Cervantes y Lope
Originalmente este fue un libro de semblanzas más extenso, que incluía más autores y que se tituló “Literary Lives”, era una serie de biografías de escritores para la Cabinet Cyclopaedia de Dionysius Lardner, una iniciativa editorial en la que colaboró Mary Shelley y que respondía a la creciente demanda cultural por el aumento de la alfabetización en Inglaterra a comienzos del siglo XIX.

Tras la muerte de su pareja Percy Shelley, Mary se centró en sus trabajos literarios a fin de mantener al único de sus hijos que había sobrevivido, así como en luchar para que su suegro (que nunca compartió la ideología ni los matrimonios de su hijo) accediera a otorgarle a su nieto la herencia que le correspondía. Y lo consiguió.

Mary aprendió latín, griego, francés e italiano, las lenguas extranjeras más en boga en su época. Pero además, durante su estancia en Livorno aprendió español, quizá no al mismo nivel que las otras lenguas pero sí al suficiente como para leer a los clásicos y consultar obras de crítica contemporánea.
Era una enamorada de Cervantes y Lope, es por eso que Calambur eligiera estas dos semblanzas para componer este pequeño volumen. Ambas semblanzas están muy bien entretejidas, de modo que la vida de penurias de Cervantes se contrapone a la grandilocuente de Lope. 

Pero no me interesaba tanto ahondar en estos dos autores como buscar entre líneas a Mary: en ambos casos se desprende de los textos su intensidad conmovedora, era una entusiasta de las letras y vivía apasionadamente sus emociones. Se extasiaba investigando la literatura de los autores que más admiraba y así lo plasmaba en sus textos, exactamente lo mismo le sucedía con la observación de la naturaleza. Sabía transmitir esa exaltación de una forma inteligente y contenida, eligiendo siempre muy bien las palabras. Nunca se cansó de aprender y formarse, sirva también eso como ejemplo ahora.

El libro está muy bien prologado (eso es una rareza en los tiempos que corren) y anotado, y da gusto tenerlo entre las manos; forma parte ya de la preciosa sección “Villa Diodati” de nuestra biblioteca casera.



lunes, 28 de octubre de 2019

"Los Modlin" - Paco Gómez


¿Conocéis a los Modlin? Poca gente los conoce, se trata de una historia bastante freak.

A través de la visión de Paco Gómez, que se obsesionó con ellos, la reconstrucción de su historia da como resultado un libro absurdo e inclasificable que engancha, a pesar de todo. 


Los Modlin eran unos americanos que vivieron en el número 3 de la calle del Pez de Madrid desde los años 70 hasta su muerte. Aspiraban a pasar a la historia del arte (Margaret Modlin) y del cine (Elmer Modlin) pero su aportación no pasó de un puñado de fotos y enseres personales que arrojaron a la calle las personas que vaciaron la casa tras la muerte del último de los tres (y que Paco Gómez encontró por casualidad), además de un montón de cuadros inquietantes realizados por Margaret, de calidad cuestionable, así como algunas apariciones esporádicas en películas cutres, casi siempre como figurantes. La única película memorable (además de maldita) donde participó uno de los Modlin fue “La semilla del diablo” (“Rosemary’s baby”, 1968), donde aparecía Elmer Modlin como extra apenas visible en una de las escenas finales. Sin embargo, parece que la maldición les alcanzó de alguna manera.


El primero que llegó a España fue el hijo de ambos, Nelson. Cuando llegó era todavía muy joven y estuvo estudiando expatriado en colegios de Madrid y más tarde en la universidad de Salamanca, cuidando cambiar de domicilio cada dos meses a fin de no poder ser localizado a tiempo y evitar así ser llamado a filas a la guerra de Vietnam. Él fue quien facilitó la llegada de sus padres y gestionó muchos de sus asuntos hasta su muerte, ya que ellos nunca llegaron a aprender a hablar castellano correctamente y no se manejaban bien en asuntos burocráticos ni en asuntos del mundo real en general, ya que vivían en las nubes. 


Nelson Modlin era un chico muy guapo, y al parecer sus padres estaban obsesionados con su belleza. Aspiraban a convertirlo en una gran estrella del cine sin contar con sus intereses personales. Le retrataban desnudo con demasiada frecuencia y esto resulta muy inquietante y sospechoso, el trato hacia él siempre fue muy extraño y él evitaba hablar de sus padres, incluso de adulto; nunca sabremos hasta dónde llegaba esa obsesión por su físico y qué porcentaje de sus traumas de adulto estaría motivado por posibles abusos, si los hubo.


Aunque la historia más turbadora la protagoniza el autor de este libro, que se obsesionó durante años con la reconstrucción de estas vidas esquizoides, contagiándose de su deriva hacia el absurdo. El libro contiene multitud de reproducciones de fotografías íntimas de la familia y la narración es tan caricaturesca que resulta hipnótica. Para él, todo son casualidades, incluso teniendo en cuenta que todos eran vecinos de un barrio muy pequeño en el que en aquella época todos se conocían (Malasaña), lo raro es que los vecinos y trabajadores de los bares del barrio no le hubieran sabido dar información de esta familia, tras tantos años de convivencia en las mismas pocas calles.

Las cenizas de los tres (madre, padre e hijo) fueron arrojadas al lago artificial de la Casa de Campo. Años después, Paco Gómez protagonizó en su orilla una ceremonia personal para despedirse de ellos cuando concluyó su investigación. Ese día arrojó al agua las placas metálicas de las urnas funerarias de la familia… en el mismo lago que drenaron hace poco por completo a fin de retirar toda la basura que se acumulaba en el fondo. Para colmo, las inscripciones de las placas funerarias tenían erratas ortográficas. 

No he podido dejar de pensar en esto porque parece una historia que no se deja enterrar, que siempre vuelve a salir a flote aunque tenga más bien poco que contar. Parece que los protagonistas se rebelan desde el más allá y a pesar de no haber dejado a sus espaldas una obra sólida ni memorable, se revuelven para que les hagamos caso, siquiera por pesados.


viernes, 7 de junio de 2019

"En busca de Mary Shelley" - Fiona Sampson



Cómo se empieza a escribir sobre Mary Shelley. Cómo se rinde justo homenaje a la mujer que inauguró sin saberlo un nuevo género literario con “Frankenstein” y que por su trayectoria profesional y vital es el referente indiscutible de mujer del Romanticismo. Sin duda Fiona Sampson lo ha conseguido. Ha escrito una biografía que desarma al lector poniéndose el listón cada vez más alto: contextualizando en el tiempo y en el espacio cada-minúsculo-detalle de la vida de Mary y ofreciendo hipótesis y datos contrastados en torno a la influencia que tuvieron en ella tanto su entorno social y cultural como el familiar y afectivo.

Este libro es una auténtica maravilla. Una virguería tanto en forma como en contenido. Si no conoces a Mary, te enamorarás de ella entre estas páginas. Si ya estás al tanto de su trayectoria en mayor o menor medida, te enamorarás aún más si cabe… porque no se puede conocer la historia de Mary Shelley sin amarla.


Termina el siglo XVIII, y entonces…

El 30 de agosto de 1797 vino al mundo Mary Shelley para confirmar que difícilmente puede salir mal el hecho de ser una escritora nacida entre dos siglos. A los pocos días, y por complicaciones derivadas del parto, su madre muere en una agonía horrible, provocada por una septicemia (inducida a su vez por un médico que no se lavó las manos). Recordemos que los primeros científicos que relacionaron higiene e infecciones terminaron en la cárcel por alborotadores, y recordemos además que en aquella época no existían los antibióticos; también, que la sabiduría natural de las “brujas” se había quemado en las católicas y apostólicas hogueras. Pues bien: esa mujer muerta tras el parto era la gran Mary Wollstoncraft, a la que las feministas actuales reivindican por la genial obra “Vindicación de los derechos de la mujer”: la misma filósofa y escritora que ya antes había dado a la imprenta la “Vindicación de los derechos del hombre” (pero eso, al parecer, fácilmente se nos olvida) y, aún antes, la menos atinada “La educación de las hijas”.

Hay una anécdota preciosa que retrata a William Godwin, el filósofo e intelectual padre de Mary Shelley, visitando la tumba de Mary Wollstonecraft junto a la pequeña, y enseñándole a leer poco a poco haciendo que siguiera con sus pequeños deditos los surcos tallados en la piedra que formaban las letras del nombre de su madre en la lápida. Ese lugar se convirtió en el refugio de la pequeña niña, era donde acudía cada vez que quería darle un abrazo a su madre. Allí se inspiraba y escribía, sentada junto a la tumba, y allí es donde llevó a Percy Shelley al poco de conocerle, algo que tiene sentido si se piensa que era la forma más cercana y real de presentarle a su madre a su enamorado.

Volviendo a los primeros pasos lectores de la joven Mary, hay un pasaje en la página 50 de “En busca de Mary Shelley” ante el que inclinarse y quitarse el sombrero: aquel en el que Sampson investiga y recrea el despunte de la literatura infantil en la industria editorial aún muy joven y poco corrupta de 1800. Argumenta y contextualiza el tipo de libros a los que Mary pudo tener acceso, teniendo en cuenta también el entorno intelectual del que disfrutaba en casa, el poder adquisitivo de su padre, así como la manera en que estas historias infantiles pudieron tener influencia en la escritora que ya casi se adivinaba en ella. Seria, organizada, meticulosa, intensa hasta el paroxismo y con una necesidad imperiosa de plasmarlo todo por escrito, mantenía un diario desde muy joven y ya nunca dejó de escribir.


Mary escritora

La irrupción de Percy en la vida de Mary es decisiva. La manera en que se fugan el 28 de julio de 1814 a un largo viaje por Francia, Suiza, Alemania y Holanda, llevando consigo a la tercera en discordia, Claire (hermanastra de Mary), es un hito en la historia de la literatura. En la historia rosa de la literatura, si se quiere. Es el punto de inflexión que determina el fin de una infancia entre filósofos, cultura y libros, como mera observadora embelesada, y el comienzo de una etapa en la que Mary disfruta del entorno cultural e intelectual de su generación e interviene por derecho propio en el mismo.

Me han sorprendido gratamente las hipótesis que hacia el final de la obra lanza Sampson en relación a lo que verdaderamente unía a las dos hermanastras, y por qué resultaron ser siempre inseparables a pesar de la manera de ser infantil y caprichosa de Claire, y el modo en que añadió dolor a la ya de por sí difícil relación entre el matrimonio Shelley. Pero no lo desvelaré aquí, es demasiado perfecto, tendrán que acudir a sus librerías para saberlo.

Mary se quedaba embarazada con facilidad y perdía a sus hijos casi de la misma manera. Mientras, Percy se divertía por ahí con Claire y disfrutaba de su alocada vida de poeta y aristócrata arruinado, siendo siempre coherente con su pensamiento revolucionario y provocador, que incluía cuestiones tan sacrílegas para la época como el ateísmo, el amor libre, el vegetarianismo, etc. El problema es que también era manipulador y caprichoso, y mantenerse a su lado conllevaba el sacrificio de vivir tal y como él lo hacía, porque de otro modo no entendía la lealtad, (¡así de mal entendida la tenía!). Así, por ejemplo, comprometía a Mary para que tuviera relaciones con amigos suyos (a fin quizá de tener coartada para hacer él lo mismo por su cuenta con otras personas) o le imponía el vegetarianismo, en una Inglaterra en la que conseguir fruta y verdura de calidad sería aún más difícil que en la actualidad, si cabe, y donde la información nutricional brillaría por su ausencia (igual que ahora, también).

Uno de sus viajes les llevó a Villa Diodati, la casa que Lord Byron alquiló en Suiza, a orillas del lago Lemán, para pasar el verano de 1816, el verano en que hizo tanto frío como en invierno. Como no podían disfrutar de paseos al aire libre ni de las embarcaciones en el lago, se reunían a la luz de las velas para disfrutar de las tormentas mientras leían un libro alemán de relatos de fantasmas, “Fantasmagoriana ou Receuil d’Histories de Spectres, Revenants, Fantômes, etc.” Todos los miembros del grupo estaban familiarizados con la novela gótica, y es en este escenario donde Lord Byron sugiere que cada uno de ellos escriba su propia historia, a fin de inspirarse unos a otros y generar un pasatiempo con forma de desafío literario.

Mientras tanto, sin que ellos lo sepan, el hostelero del cercano Hôtel d’Angleterre en Sécheron, ha instalado un telescopio para que los huéspedes puedan curiosear qué se cuece en la casa donde se aloja el ya famoso, escandaloso e irreverente (“loco, malvado, peligroso”) Lord Byron. Con su formalidad habitual, Mary es la única que se toma en serio el encargo y empieza a escribir su “Frankenstein” inspirada por sus viajes con Claire y Percy (el castillo Burg Frankenstein, cerca de la Selva de Oden en Alemania) así como por la ambientación tétrica de aquel verano y los avances científicos galvanistas de su época, cuyos experimentos y escenificaciones causaban furor en los teatros de las ciudades.

Y, ¿¡¡cómo no iba a verse influida Mary, si además de todo lo que ya sabemos, fue coetánea de artistas de la talla de: Goethe, Beethoven, John Keats, William Blake, William Wordsworth, Emily Dickinson, Walt Whitman, S.T. Coleridge, Edgar Allan Poe, Alfred Tennyson, J.H. Füssli, Robert Burns, Charles Baudelaire, George Sand (A.A. Lucile Dupin), Robert Browning, Chateaubriand, Weber, Caspar David Friedrich, Goya, Velázquez y los mismísimos Percy Bysshe Shelley y George Gordon Byron, entre otros muchos y muchas…!!?


La vida a partir de Frankenstein o el moderno prometeo

Resulta muy revelador cómo Sampson analiza la evolución de la escritura de la joven Mary a través de sus diarios y sus obras literarias, con precisión y cuidado, así como la vasta influencia que su obra ha tenido en el mundo occidental. Tenía una inquietud cultural férrea y se dedicaba a leer y a escribir, a aprender idiomas y escribir, a disfrutar del arte y escribir, a corregir y transcribir las obras de Shelley y Byron y escribir, a observar la naturaleza y escribir, a observar su propio mundo interior y escribir…

La vida de Mary fue larga teniendo en cuenta la esperanza de vida de su época, y después de ese episodio clave en Villa Diodati conoció el reconocimiento literario y la fama, vivió en mil y un lugares diferentes y tuvo muchos momentos de felicidad y también de desdicha, pues aún le esperaban muchos incidentes dramáticos en su vida. El tétrico listado de muertes que arrastraba es imponente, y cómo se sobrepuso a ellas, admirable.

No se trata de resumir aquí “En busca de Mary Shelley”, dejémosla insuflando vida al monstruo con palabras en su habitación propia mientras Percy y Byron recorren juntos Venecia. Yo elijo quedarme observándolos en sus momentos más emocionantes e inspiradores. La historia de este grupo de personajes mágicos marcó una etapa intensamente agridulce de mi vida que creí que había terminado hace mucho, cuando realmente no había hecho más que empezar. Fiona Sampson, de la mano de Galaxia Gutenberg, ha venido a endulzar unos días en los que siento a la preciosa Mary más cerca que nunca: porque este libro no supone un viaje al pasado donde nos situemos cómodamente a observarles, no; va mucho más allá. Son ellos mismos situados en nuestro presente tal y como se los percibe, debido a la apabullante cercanía a través de la que casi podemos acariciarles, sentirles, escuchar sus voces y recibir su esencia… gracias al admirable trabajo de Fiona Sampson.

miércoles, 16 de enero de 2019

"Historia de una mujer plantada" - La Shatunga


Acaba de salir a la venta la “Historia de una mujer plantada”, escrito por La Shatunga.

¿Queréis saber más?

Pues no mováis vuestro culamen del sofá-silla-sillón /barra/ cama resacosa, ¡y seguid viendo el vídeo!

Con esa frase introduce Carmen, conocida como La Shatunga en YouTube, las anécdotas que cuenta en los vídeos de su canal los domingos por la mañana.

Se trata de un canal de humor sin pretensiones, en el que el protagonismo recae sobre las anécdotas absurdas y descabelladas que le pasan a nuestra autora. Es una de esas personas a las que siempre le pasan las cosas, que sabe cómo empieza su día pero nunca cómo va a acabar. Que vive aventuras porque nunca le da la espalda a una ocasión para hacer alguna locura, es decir, que vive la vida porque deja que le pasen cosas.

Su encanto reside en su particular forma de expresarse, alterando las palabras para conseguir que suenen divertidas. También en el hecho de que ella misma se ríe de las situaciones más absurdas y contagia esa alegría con actitud de “por qué no” y “qué más da”, y sobre todo “hemos venido a pasarlo bien, que son dos tardes”.

Aunque en su canal se pueden encontrar vídeos con tutoriales de maquillaje o recomendaciones de productos de cosmética, creo que no son más que excusas para darle forma al mismo y participar de la comunidad de YouTube, donde aporta un soplo de aire fresco y diversión, con humor blanco con cero cantidad de vanidad.

¿A qué viene este libro entonces, es otro libro más de una youtuber? Bueno, en parte sí, para qué lo vamos a negar. Carmen no es escritora y sus anécdotas en este libro son casi una transcripción de lo mismo que te diría hablando.
¿Y...?
Insisto, se trata de un producto sin pretensiones, yo no diría que esto es literatura sino simple entretenimiento en forma de libro. Ojo, mi intención no es menospreciarlo, es describirlo lo más exactamente posible para que nadie se llame a engaño. No es el tipo de libro que consumo, pero fue una grata excepción que me amenizó un viaje en tren el otro día (se lee rapidísimo), me hizo reír y he visto bastantes vídeos de La Shatunga, que me parece buena tía y me cae bien, por eso lo recomiendo, sin más.

Resulta que, durante estos últimos años, cuando iba contando más y más anécdotas en YouTube, le empezaron a preguntar cada vez de forma más insistente si es que no tenía anécdotas de citas amorosas: su ejército de seguidoras quería saber qué pasaba con La Shatunga en esas situaciones, ¿se convertía en una persona seria y aburrida? En absoluto: ella respondía que tenía mil anécdotas de ese tipo pero que se reservaba para el día en que escribiera el libro que se titularía "Historia de una mujer plantada", como así fue, porque a ella le habían dado plantón sus ligues y parejas de las formas más rocambolescas que se pudiera imaginar, y que el día que todo aquello saliera a la luz el libro sería un exitazo.

Hace unos meses, llegó ese día, en el que la editorial Planeta le escribió un e-mail proponiendo que escribiera un libro porque se lo querían publicar. Y aquí lo tenemos.

¿Qué le pasa a La Shatunga en el amor? Que está enamorada de la idea del amor y busca desesperada a alguien que le dé forma, que se ha tragado el mito del amor romántico y se le ha hecho bola. Es una de esas personas que buscan una relación seria en una aplicación de ligar, y que no van de farol. En este sentido, es mejor tomarse este libro como puro entretenimiento sin más, porque si nos paramos a analizar cualquiera de las historias que lo componen, en realidad nos daremos cuenta de que se trata de historias muy tristes, de una mujer que siente la necesidad de completarse con una pareja masculina, o que no se siente reforzada y segura sin una presencia parejil a su lado. No sé. Ella misma admite haber hecho cosas muy absurdas “por amor” (arrastrarse nunca es amor) y en el prólogo avisa de que esas historias, narradas en orden cronológico, son también una prueba del paso del tiempo y de su madurez a lo largo del mismo: pero esas excusas no me convencen.

"A los dos minutos salí de casa con la excusa de que no había comprado leche sin lactosa y no volví nunca más. 
Puede que tras leer esto os alegréis por mí, porque por una vez no me han plantado, no me han dejado esperando durante horas como una tonta esperanzosa, no me han engañado con otra o directamente no han pasado de mí como de la mierda, pero no os confundáis. En realidad, yo no le dejé, Carmen no le dejó, en todo caso quien le dejó fue una tal Eva Nasarre con ojos negros, porque esa era la persona con la que él quería vivir, con la que él quería salir a practicar sus mierda de excursiones deportivas, a la que quería lavar el pelo con sus pociones mágicas y a la que quería presentar a su madre. 
Yo no existía. Yo simplemente había pasado a ser un óvulo fértil en su fantasía.

Creo que Carmen también tenía una idea muy clara en la cabeza, y que a cada chico que conocía le intentaba meter en el molde para localizar qué parte le apretaba o de dónde le quedaba flojo. Y supongo que cada uno tiene su forma de elegir compañía y sabe qué le conviene, pero echo en falta ese dejarse llevar que considero tan necesario. Ella exigía “unos mínimos” que pasaban por una apariencia física muy concreta y unos gustos musicales también muy concretos. Poco más. Y no me parece nada maduro ni fiable: después de leer el libro y ver cómo se desenvuelve en el terreno afectivo, tengo claro que yo no habría querido salir con ella. Su perfil sería uno de esos tan cerrados que entre líneas transmiten que esa persona en realidad está enfadada, y se traduciría en “no quiero pijos ni pedantes ni chonis ni ni ni…”, es decir, un perfil lleno de prejuicios, tabúes o carencias afectivas enquistadas.

Y esto es culpa de esa represión a la que todas estamos sometidas (el femenino también incluye a los tíos: de nada), el control político que supone el sistema monógamo y de la familia clásica y establecida. Solo hay un colectivo muy reducido de personas (se llaman poliamorosos) que viven y se dejan fluir fuera de ese sistema y pueden tener un círculo afectivo compuesto por una persona que les aporte unos valores y cubra unas necesidades, otra persona con otras cosas, y así sucesivamente. Puedes tener, básicamente, una pareja para follar, otra para tener hijos y otra para hablar de Faulkner en pelotas, donde el respeto, la independencia y los cuidados sean la base para que todo funcione. Pero no nos educan en eso. Ya me he vuelto a ir por las ramas. O no.


lunes, 26 de febrero de 2018

El lenguaje de los bosques - Hasier Larretxea


“El lenguaje de los bosques” es un libro que va mucho más allá de una lectura informativa o de entretenimiento. Para empezar, está editado de una forma elegante y preciosa de la que no todos los libros pueden presumir y, además, esta presentación hace justo honor al contenido. Tiene tapas duras, canto forrado con tela, guardas ilustradas con los mapas de la zona del Baztan… y un evocador olor a libro nuevo. La imagen de cubierta es la fotografía de un bosque, que inevitablemente me trae a la memoria otros títulos como “Walden” de H.D. Thoreau, “Mis años grizzli” de Doug Peacock o “La vida secreta de los árboles” de Peter Wohlleben.

Desde las primeras líneas (es más: desde las citas previas al comienzo del libro) Hasier Larretxea se muestra como un escritor delicado y extremadamente sensible, que cuida cada término para transmitir sin fisuras su mensaje. Otra cosa es que el autor ha creado una lista de reproducción musical en Spotify, se trata de canciones seleccionadas para acompañar la lectura de este libro. También en la web del autor está disponible una lista de canciones para acompañar la lectura.

Una vez comenzamos a leer, el contenido transmite un amor por la naturaleza que recuerda a “Leviatán o la ballena” y “El mar interior” de Philip Hoare.

El libro quiere plasmar el bosque con tinta negra sobre fondo blanco. Con todo el respeto y con la intención de transmitir todo su valor y hacerle un sincero homenaje. Este libro contiene toda esa magia que perdimos cuando pervertimos la naturaleza migrando a las grandes ciudades y haciendo del mundo un lugar inhabitable por culpa de hábitos contaminantes y en absoluto sostenibles.

El padre de Hasier, Patxi Larretxea (leñador, deportista y campeón de deporte rural que lleva más de cincuenta años en contacto con el trabajo y el diálogo con los bosques) ha pasado toda su vida en la naturaleza, y es a través de sus vivencias y de las de su hermano Donato, el tío de Hasier, como se tejen las historias que podemos leer en este libro, desde el norte de Navarra, la comarca húmeda y verdosa del Baztan-Bidasoa.
Que no desaparezca el paisaje.
Que se mantenga viva la llamarada de lo que nos ha conformado. De esas caminatas entre bosques, ríos y montañas a los dos lados del Pirineo.
Que a través de la escritura y de los libros se ensanchen nuestra mirada y el paisaje interno y externo.
Que perdure esa mirada. La esencia de lo puro.
Y por todo ello, desde aquí quiero empezar con una invitación a que os perdáis en los bosques. Que os acerquéis a ese diálogo con el paisaje. Al tacto y al olor de la madera.
En este libro, el bosque es visto como refugio, como el lugar al que regresar cuando la vida envilecida y artificial de las ciudades esté a punto de asfixiarnos definitivamente, y para poder escuchar la voz interior sin interferencias del entorno y volver a conectar con la Naturaleza. La escritura lírica y honesta busca la belleza y refleja la inmensidad de los sentimientos que Larretxea quiere transmitir. Es una biografía familiar con el padre como eje central en torno al cual gira todo lo demás, con el paisaje como un personaje más, insustituible en el relato.


Esta edición incluye fotografías de los bosques, realizadas por Paola Lozano Flores, y unas ilustraciones esquemáticas y delicadas que me han encantado, obra de Zuri Negrín. Continuamente, a lo largo de las anécdotas familiares, se intercalan denuncias contra la falta de respeto por el medio ambiente, el cambio climático, la deforestación, la rápida transformación que está sufriendo el paisaje mediterráneo para convertirse en desierto.
El bosque es una constelación enraizada de luciérnagas.
A través de los capítulos, también se recuerdan y reivindican profesiones que ya no existen o que están en vías de extinción: cabreros, carboneros, leñadores, etc. La mecanización del trabajo debido a la rápida progresión de la industria, ha transformado las formas de trabajar e inevitablemente se ha perdido la sostenibilidad que se mantenía antiguamente, cuando se explotaba la naturaleza de una forma respetuosa que no solo no dañaba el equilibrio medioambiental sino que aseguraba su mantenimiento y cuidado.
Los madereros deben saber que cuando termina la luna menguante y comienza la creciente no es época para cortar la madera, porque eso repercute en su duración e incluso en los posibles ataques que pudiera sufrir por parte de los insectos como polillas. La luna menguante propicia también que la madera esté más sosegada, además de que se seca con mayor rapidez. Es en estos días, cuando el tiempo es favorable, en los que trabajan a contrarreloj para poder aprovechar el tirón. Aunque no es lo más recomendable, muchas veces, y debido a las intensas jornadas de trabajo, terminan cortando la madera coincidiendo con la luna creciente.
Hay muchas anécdotas sobre accidentes y muertes de los leñadores: trabajan en un entorno salvaje sin comodidades de ningún tipo y cualquier protección es poca. Se necesita mucha rudeza y experiencia para dedicarse a esta labor. A día de hoy, el padre de Hasier participa en las performances de su hijo cortando un tronco con un hacha mientras él recita. El corte de troncos es un deporte local muy popular en País Vasco.
El árbol tiene su propia música y recrea su sinfonía en movimiento con la ayuda del viento. Los bosques se caracterizan además por ser espacios silenciosos y espirituales donde poder adentrarse para hinchar y limpiar los pulmones con amplitud. El pensamiento y los pasos sobre las hojas se entremezclan con el canto de los pájaros, el fluir de la regata o la melodía del viento que agita las ramas, creando una estampa compacta de los mismos elementos que acompañan al leñador en sus momentos más reflexivos.

viernes, 20 de septiembre de 2013

J.R.R. Tolkien, Señor de la Tierra Media - Ed. de Joseph Pearce


Su conversación se centraba ahora en sus libros. Había trabajado durante catorce años en El Señor de los Anillos y antes de eso durante muchos años en El Silmarillion. Eran sin duda la obra de su vida. En cierto modo los había esbozado antes de empezar a ir a la escuela, y de hecho había escrito uno o dos de los poemas mientras todavía estaba en el colegio, creo que los poemas de Tom Bombadil. Y ahora ya no le esperaba nada, excepto una salud quebrantada y una pensión insuficiente. Verlo tan desmoralizado y tan poco interesado en nada que no fueran sus problemas nos preocupó seriamente. ¿Qué podíamos hacer para mitigar su depresión? Podía pasear con él y recorrer los alrededores en coche durante el día pero ¿cómo pasaríamos las veladas? Entonces tuve una idea. Me arriesgaría a iniciarlo en los misterios de una nueva máquina que tenía en casa y que estaba probando sus posibles aplicaciones a la educación. Era una gran caja negra, un ferrógrafo, un modelo primitivo de magnetófono. Confrontarlo con la máquina era arriesgado porque había dejado claro que las detestaba. Podía maldecirla y maldecirme a mí con ella, pero cabía la posibilidad de que sintiera interés por grabar, por escuchar su propia voz.
Y ciertamente le interesó. Empezó grabando el Padrenuestro en gótico para expulsar el mal que estaba seguro la habitaba por su condición de máquina.

Me parece que no disfrutó mucho de la comida en el tiempo que pasó en Malvern, porque mi esposa estaba por entonces practicando con un libro de cocina francesa y por razones que desconozco él parecía detestar todo lo francés. Nosotros los atribuimos entonces a que estaba desganado. De todos modos, Tolkien le mandó una encantadora carta de agradecimiento a mi esposa escrita en élfico con su traducción al inglés.

George Sayer

* * *

El Señor de los Anillos no es una obra sin defecto, pero es más rica y profunda que muchos libros pergeñados más cuidadosamente por hombres más ligeros. Los que empujaba a Tolkien a trabajar hasta altas horas de la noche no era meramente el deseo de contar una historia, sino la conciencia de que él era parte de una historia. Tal vez estuviera escribiendo ficción, pero estaba narrando la verdad acerca del mundo como ésta se le revelaba. Y esta verdad la descubrió a medida que escribía, a través del proceso de escritura mismo. "Tuve la siempre la sensación de registrar lo que estuvo siempre "allí", en alguna parte, no de "inventar".

Después relata que una vez se encontró con Gandalf, en la persona de un hombre que lo visitó para discutir ciertos viejos cuadros que parecían pintados a propósito para ilustrar El Señor de los Anillos. Tras un silencio el hombre comenta: "Por supuesto, no cree que haya escrito todo ese libro usted mismo, ¿no es así?"

Stratford Caldecott

* * *

Su biógrafo revela que, después de conocer los efectos perniciosos de los coches en el campo, Tolkien no volvió a conducir, y que incluso disfrutando de la posición acomodada que le proporcionaban los derechos de autor que recibía de las ventas mundiales de sus libros, no tenía televisión, lavaplatos ni lavadora en su casa. El de Tolkien es un mundo en el cual la decencia y el honor tienen un valor infinitamente mayor que la riqueza material, y en el que sólo mediante la avaricia materialista, el afán de posesión y el deseo de poder temporal el Anillo Único obra su mal.

Elwin Fairburn

* * *

El mundo sub-creado de Tolkien es intemporal, lo que le permite obviar lo periférico en favor de los eternos problemas de la existencia. Por esta razón, El Señor de los Anillos no está ahora más desfasado que cuando fue publicado. Por la misma razón no es arriesgado predecir la continuación de su popularidad. Si las futuras generaciones dejan de leer los clásicos de Tolkien no será porque haya dejado de ser relevante o quede desfasado. Si dejan de leer a Tolkien será porque ya no leerán nada. Si la tecnología convierte en superflua la palabra escrita, la obra de Tolkien se hundirá. Sus libros, que se han revelado demasiado reales para ser reproducidos por cualquiera de las nuevas formas de realidad virtual, serán entonces olvidados. Si eso ocurriera, marcaría el triunfo de la tecnología pero ciertamente no el triunfo del "progreso".

Joseph Pearce

* * *

Lo que Tolkien hizo cuando puso la pluma sobre el papel fue ni más ni menos que crear un nuevo género literario: la fantasía heroica.
Pronuncie la palabra "fantasía" en una habitación abarrotada y salta la alarma. Lo sé porque debido a lo que escribo recibo cartas de estas gentes alarmadas continuamente. Para ellos, las palabras ficción y mentira son sinónimos indiferenciados. Puesto que por definición la ficción no responde a hechos documentados, la ficción es por tanto falsa. Algo falso es una mentira. Todas las mentiras son malvadas. Luego: la ficción es malvada. Y la ficción más sospechosa de todas es (horror, horror) la fantasía escapista.

(...) Tolkien tuvo que hacer frente a esta misma actitud; en su tiempo se le acusó de escribir una literatura escapista que llevaría a los lectores a abandonar la realidad en favor de una vida imaginaria imposiblemente rica y estimulante. La respuesta de Tolkien fue inequívoca: "Sí -declaró-, la fantasía es escapista, y ahí está su grandeza. Si un soldado es capturado por el enemigo, ¿no consideramos que es su deber escapar? ¡Los prestamistas, los ignorantes, los autoritarios nos mantienen a todos en prisión; si valoramos la libertad de pensamiento y alma, si somos partisanos de la libertad, nuestro deber es escapar y llevar con nosotros tanto como podamos!".

Richard Jeffery


domingo, 27 de enero de 2013

Tim Burton por Tim Burton


Este libro es una deliciosa zambullida en el imaginario fantástico del cineasta Tim Burton. Todas y cada una de sus influencias aparecen en este estupendo libro, que es una lectura perfecta para los amantes del cine en general y para los seguidores de Burton en particular. El por qué de la ropa a rayas blancas y negras, los jóvenes solitarios y atormentados o las extrañas relaciones entre padres e hijos están aquí.

En esta edición el texto está ampliado y revisado, por lo que disponemos, entre otros datos interesantes, de una versión más extensa del prólogo de Johnny Depp que aparecía en las primeras versiones del libro. Sin embargo, la película más reciente sobre la cual constan datos es “La novia cadáver” (2005), por lo que se quedan fuera los títulos posteriores como “Sweeney Tood” (2007) o “Alicia en el País de las Maravillas” (2010), entre otros.

Magia, sueños y muñecos raros

Un mundo onírico y desquiciante se presenta en este libro ya desde la cubierta, donde vemos a un Tim Burton meditativo sobre el cual flotan los personajes de sus propios bocetos, tan reconocibles en esos trazos tan finos y quebradizos, representando siempre figuras de aire elegante y algo anticuado que parecen haber salido de una tumba en la que hubieran permanecido encerrados muchos años y que, sin embargo, consiguen ser siempre encantadores.

A lo largo de las páginas del libro, de papel satinado, desfila una fascinante galería de seres extraños en orden cronológico, desde los bocetos y fotografías de sus proyectos más antiguos (“Hansel y Gretel” o el antiguo corto de “Frankenweenie” que acaba de presentar como largometraje hace muy poco) hasta el último que abarca este libro, “La novia cadáver”.


Una de las partes más interesantes es en la que Tim Burton relata su paso por Disney, donde consiguió una beca de formación para animadores y permaneció luego varios años, a pesar de poseer un estilo artístico personal que no encajaba de ninguna manera con el de la compañía. No es un dato que todo el mundo conozca, y resulta curioso. Para Burton supuso una época de aprendizaje de sus propios límites y de reafirmación de su propio estilo. Además, pudo conocer a otros profesionales con los que llegó a entenderse y colaborar tras varios años de haber abandonado Disney.

En este libro Burton explica también la importancia de las influencias literarias en sus películas: a pesar de confesar no haber sido un gran lector desde niño, cuenta que sus preferencias eran los libros del Dr. Seuss y los cuentos de Edgar Allan Poe. Claramente, todo encaja.



Tim Burton y Johnny Depp

Es estupendo que esta maravillosa pareja de extraños llegase a conocerse y se diese cuenta de que debía colaborar unida, porque la genialidad de ambos y su profesionalidad nos han dado frutos inolvidables en forma de imágenes cinematográficas. Es por eso que en este libro el prólogo de Depp es idóneo para preceder al texto en el que toma la palabra Tim Burton, debido al cariño y la complicidad que ambos tienen, tanto en lo personal como en lo profesional, algo que salta a la vista cuando vemos las películas en las que trabajan juntos. De hecho, Depp no aporta apenas datos técnicos sobre el trabajo de ambos en su introducción, sino que se centra en la complicada tarea de explicar con palabras qué siente cuando colaboran, en qué se basa su química y por qué logran tan buenos resultados.

Esta relación ha sufrido críticas desde el comienzo, quizá por lo extravagante de los dos (ya que dan la equivocada imagen de ser caricaturas de sí mismos y quizá por eso llamen más la atención, o despierten más las envidias), o quizá porque casi todo lo que sale bien y triunfa lleva aparejada una inevitable lluvia de animadversiones.


En lugar de recibir una nueva colaboración de ambos con un despectivo “¿Otra vez?”, prefiero exclamar un entusiasta “¡Qué buena noticia!” en cada una de las ocasiones en que esto sucede. Para Depp, trabajar con Burton es “como volver a casa”. Una sensación parecida a la que tenemos sus fans cuando revisitamos sus películas o asistimos a la proyección de las nuevas por primera vez.

No hay que olvidar que Johnny Depp mantiene su propia carrera cinematográfica también al margen de las colaboraciones con Burton, y que precisamente logró una de sus cimas interpretativas en “Piratas del Caribe” (2007) con el personaje de Jack Sparrow. Hay otros actores fetiche en las películas de Burton que también aportan coherencia a su obra, como Helena Bonham Carter, Christopher Lee, Michael Gough o, más recientemente, Anne Hathaway. Si hay química, ¿por qué no repetir?

El niño Tim

La infancia de Tim Burton se ve reflejada en sus películas, donde ha intentado de forma más o menos consciente hacer justicia con su pasado y tomarse su revancha en aquellos asuntos que no salieron bien la primera vez. Por ejemplo, se venga de los cachas de instituto cuando Kim deja a su novio en “Eduardo Manostijeras”; refleja su trauma infantil con los aparatos metálicos para los dientes que rodean toda la cabeza cuando recrea la infancia de Willie Wonka en “Charlie y la fábrica de chocolate”; revive su amor infantil por los perros y reconstruye su visión tenebrosa de una aparentemente tranquilo barrio residencial en “Frankenweenie”; ajusta cuentas con su padre y la pobre relación que mantuvieron en la emotiva “Big Fish” y da forma a su proyecto de juventud “Pesadilla antes de Navidad”, que permanecía oculto en los archivos olvidados de Disney desde hacía años.


Además, ha tenido la inmensa suerte de colaborar profesionalmente con Vincent Price, que fue su padre cinematográfico, una de sus mayores influencias y la figura del mundo del cine a la que más ha venerado desde siempre. Entre otras colaboraciones, es el actor que da vida al padre-inventor de Eduardo Manostijeras.

Tim Burton se crió en una familia normal y tuvo una infancia demasiado pacífica para lo que se podría esperar de una mente tan lúcida e imaginativa como la suya. No obstante, desde muy joven asistía a su cotidianeidad de una forma peculiar, viviéndola a través de un matiz tenebroso, satírico y fantasioso que tan bien supo plasmar luego en sus películas. Sus comienzos más inocentes al mando de una cámara de vídeo se produjeron grabando vídeos caseros con otros niños del barrio usando una cámara de Súper 8.


Sabemos que definitivamente no hay nada artificioso en sus películas cuando descubrimos que siendo muy joven visitaba habitualmente el cementerio cercano a su casa en busca del inspirador sosiego y la inquietante soledad que no conseguía encontrar en otros lugares. De hecho, es curioso que todavía no haya rodado una película de verdadero terror (a pesar de los toques góticos y oscuros que ya son tan característicos y reconocibles), ya que declara que este es su género cinematográfico favorito.

Ha sabido hacer de lo raro algo comercial, de gran acogida por el gran público y no sólo para los freaks. Su eterno ajuste de cuentas con su infancia y sus revisiones de los clásicos que le marcaron de joven hacen desde hace años las delicias de niños y adultos en la oscuridad de las salas de cine: una sonrisa inocente aparece cada vez que sus incondicionales sabemos que un nuevo proyecto se fragua entre las manos de este increíble genio loco.


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