Pero pronto este lector, el maestro, se convierte en un personaje clave de la trama, que cada vez se vuelve más y más hostil. Quizá recuerde a "El señor de las moscas" por algunas características comunes. No creo que sea conveniente leerlo si uno se encuentra en una isla y ya de por sí se siente lejos, incomunicado con el resto del mundo.
Es un viaje a lo primigenio, a lo que queda cuando todo lo demás desaparece: el instinto animal más cruel que habita dentro de la naturaleza humana.
"(...) Estábamos vivos, supongo. Nos movíamos como espectros para llevar a cabo las tareas funerarias, con la boca y el corazón enmudecidos. Supongo que debía de respirar. No sé cómo. Supongo que mi corazón debía de continuar bombeando sangre. No se lo pedí. Si hubiese existido un interruptor para apagar la parte viva de mí, lo habría pulsado."
No hay comentarios:
Publicar un comentario