sábado, 21 de noviembre de 2020

"Cuando la sociedad es el tirano" - Javier Marías



Lo que tenemos aquí son noventa y seis artículos reunidos en un solo volumen; se publicaron por primera vez entre febrero de 2017 y enero de 2019 en el suplemento dominical El País Semanal: la recopilación es de mayo de 2019. Es decir, la ya clásica compilación de artículos de Javier Marías en Alfaguara, que se publica de forma más o menos bianual.

Antes, las compraba todas. Cada dos años tenía cita inapelable en la librería aun cuando a menudo fuera leyendo los artículos recién publicados por internet. Los que me seguís desde hace mucho tiempo u os habéis tomado la molestia de leer mis reseñas viejas (hoy en día es viejo todo lo que proceda de la semana pasada, sino aún menos tiempo) sabéis que desde aproximadamente los 15 años he sido una lectora aplicada y voraz de la obra de Javier Marías. He reseñado más de diez de sus libros y referencias a muchos otros han aparecido con frecuencia en mis artículos del blog. Le he escuchado en conferencias y presentaciones, he acudido a por su firma en muchas ferias del libro cuando vivía en Madrid, alguna vez he compartido en mis redes sociales fotografías de la apelotonada zona de la biblioteca de casa donde se amontonan sus libros. 

Pero nada dura eternamente y creo que está bien que así sea. Tras la decepción que sufrí con “El Quijote de Wellesley” (una obra que como ya expliqué, me pareció un oportunismo editorial y una tremenda tomadura de pelo, qué dinero malgastado) un buen día dejé de consumir sus artículos semanales porque empezaban a oler a chamusquina. 

Creo que el artículo-gota que colmó el vaso de mi paciencia fue precisamente uno de los que se incluyen en este recopilatorio, “Más daño que beneficio”. En él, el eterno candidato al Nobel se lamentaba de que se recomendase y alabase la obra de una autora que a su gusto no está a la altura de otras de su mismo género. Creo que la gente lee sin descanso pseudo-literatura de muchísima peor calidad y sin embargo esto no parece inquietarle. Me da mucha pena que la cargase contra la encantadora Fuertes porque su obra va mucho más allá de cuentos para niños o unos pocos poemas para adultos: Gloria Fuertes consiguió que la gente la quisiera (¿quizá esto le da rabia y cierta envidia a un autor que a medida que cumple años se hace más antipático a sus lectores?, me pregunto). Su capacidad de transmitir, su personalidad, traspasaban las páginas y las pantallas, era reconocible, original y única. 

Es más, en su caso, el hecho de que escribiera mejor o peor no es la cuestión: es el mensaje de su obra y el hecho de que durante toda su vida sufriera una múltiple represión por ser mujer, lesbiana, artista. Que Javier Marías carezca de la sensibilidad para ver más allá de la calidad objetiva de su obra, es otro tema. Como lo es el hecho de que deje que los demás recomendemos a quien nos dé la gana, al igual que él recomienda a Jane Austen y las hermanas Brontë sin que corramos a vociferar a la Plaza de la Villa hacia sus balcones lo cursi, mentecato, manido, rancio, arcaico y con olor a naftalina que resultan hoy en día estas recomendaciones. Personalmente, desconfío mucho de las personas que no toman café y leen a las hermanas Brontë.

Si a Fuertes se la reivindica ahora, como a muchas otras, es porque durante muchísimos años aciagos se las silenció, y no es porque hubiera una conspiración de hombres en su contra que no afectaron a las autoras que sí gozan de la aprobación de Marías y pudieron ver su obra publicada en vida. Creo que es aquí donde más se le ve el plumero, en esta frase fatídica: “En realidad son legión las mujeres llenas de inteligencia y talento, a las cuales ninguna «conspiración» de varones ha estado interesada en ningunear (pág. 77). Lo que le molesta a Marías, está claro, no es Gloria Fuertes: es el feminismo.

Y digo esto porque quizá noventa y seis son demasiados artículos para que en casi todos haya una mención directa o indirecta a las molestias que sufre Javier Marías a causa de las feministas vociferadoras. No sé sobre qué corrientes o qué autoras feministas ha leído, si es que lo ha hecho, y si se ha enterado de algo. Se centra mucho en las feministas “gritonas” o de redes sociales que poca gente con sentido común soporta, pero es que el mismo sentido común nos debe indicar que no las hagamos ni caso. Defiende Marías que en las “olas” previas a esta supuesta cuarta actual, las feministas eran seres de luz que consiguieron grandes logros, y me gustaría decirle que en todas las épocas hay gritones y mentecatos, al igual que obras sin ningún valor literario, pero que precisamente toda esa bazofia no trasciende, no pasa a la historia, por eso no nos llega. Solo sabemos de los logros que se consiguieron y de las obras que supervivieron durante generaciones y nos han llegado.

Creo que Javier Marías es lo suficiente inteligente y más para saber todo esto, pero hay algo que le molesta por una masculinidad, quizá, mal gestionada. Quizá no sea capaz de disimularlo porque le pueda la rabia. Y me da mucha pena que vaya a pasar a la historia por un viejo cascarrabias a causa de su incontinencia en estos artículos cargados de bilis y mala baba, después de las grandes obras que ha legado al mundo, la verdad. Diría que no le reconozco, pero es que todos cambiamos.

No hace falta tener las mismas opiniones en todo para llevarse bien e intercambiar puntos de vista. Quizá sí es imprescindible tener los mismos valores, no estoy segura. Pero es que precisamente eso es lo que propicia el crecimiento, la diferencia: si nos refugiamos en las voces que nos dan la razón en todo, jamás saldremos de nuestro pequeño caparazón de verdades absolutas y de profecías autocumplidas. 

Todo esto me ha recordado un episodio del pasado que en realidad sigo teniendo muy presente. Hace años una amiga me dejó por whatsapp. Este detalle mezquino me sirvió para amortiguar el golpe, que en su día fue fuerte. Aún a menudo la echo de menos y me gusta ver por redes que le sigue yendo muy bien con sus novelas. La he recordado estos días, una vez más, porque Marías menciona en uno de estos artículos el caso de “la Manada” que motivó que esta persona quisiera salir de mi vida. Marías argumenta en su artículo que no puede saber qué pasó exactamente en aquel portal y que por tanto sobraban las voces de miles de mujeres que durante un sinfín de manifestaciones gritaban “yo sí te creo”: que había que dejarlo en manos de la justicia.

En su día, ofrecí a mi antigua amiga mi punto de vista, ya que lo que pasó en ese portal de hecho estaba grabado en buena parte (por los mismos violadores: vídeos que más tarde les sirvieran para vanagloriarse de su funesta y cavernícola hazaña con el resto de salvajes colegas), así como el transcurso de la Manada con su víctima desde la plaza donde empezaron a hablar, hasta el portal donde finalmente sucedió la violación, pasando por los lugares donde fueron preguntando si había habitaciones libres (durante estas fiestas psicópatas y muy crueles, centradas en el maltrato animal, el ayuntamiento instala cámaras de vigilancia por las calles: es lógico, nada bueno puede salir de una concentración de bárbaros además, borrachos). Me leí en su día hasta las diferentes declaraciones que se filtraron a la red, no sé por qué me empapé tanto del caso, siendo tan repugnante todo. En fin, a mi amiga le molestó que yo dijera que creía que fue una violación aún a pesar de no haber presenciado los hechos en el portal y ser incapaz de saber, en fin, la realidad del caso. 

Marías aboga por dejar la resolución en manos de la justicia y creo que es aquí donde se equivoca. Fui a las manifestaciones precisamente para apoyar el movimiento con mi presencia y que se creara jurisprudencia a raíz de esta violación en grupo: me parece increíble que Marías no mencione la auténtica raíz de este asunto, que fue la diferencia existente entre las acepciones de los términos “abuso” y “violación” para la justicia de este país. Esas connotaciones hacen que una sentencia resulte muy diferente precisamente debido a esas importantes connotaciones.

Supongo que cuando algo no te afecta, es fácil mirar para otro lado y ser poco cauto alzando la voz sin una necesaria reflexión previa. Ya me he extendido suficiente como para continuar ahora reflexionando sobre la cosificación, la sexualización y el acoso que sufrimos las mujeres por el mero hecho de vivir con una asignación de género determinada desde que nacemos, en un sistema binarista y cruel donde el otro género goza de privilegios y hegemonía sobre el nuestro. Es que esto me llevaría a despotricar contra el binarismo y así no acabamos nunca. Creo que tardaré mucho, si lo hago, en volver a Marías.



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