No quiero
que mis muertos descansen en paz
tienen la obligación
de estar presentes
vivientes en cada flor que me robo
a escondidas
al filo de la medianoche
cuando los vivos al borde del insomnio
juegan a los dados
y enhebran su amargura
los conmino a estar presentes
en cada pensamiento que desvelo.
No quiero que los míos
se me olviden bajo tierra
los que allí se acostaron
no resolvieron la eternidad.
No quiero
que a mis muertos me los hundan
me los ignoren
me los hagan olvidar
aquí o allá
en cualquier hemisferio
los obligo a mis muertos
en su día.
Los descubro, los trasplanto
los desnudo
los llevo a la superficie
a flor de tierra
donde está esperándolos
el nido de la acústica.
"Los dones previsibles", Stella Díaz Varín.
Editorial Cuarto Propio, 1992
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