La editorial Sexto Piso ha recuperado una colección de textos que nos llegan como el eco de unas voces muy lejanas. Se trata de la poesía completa de Clarisse Nicoïdski, publicada al completo por primera vez, con traducción de Ernesto Kavi y en edición bilingüe. Todo un lujo. La obra se compone de tres partes principales: una de ellas dedicada a las partes del cuerpo que tienen un lenguaje propio (los ojos, las manos, la boca), es una colección de poemas que data de 1978; una recopilación dedicada a Federico García Lorca y, finalmente, los poemas de la obra “Caminos de palabras” (1980).
Puede que este libro posea más valor por lo que representa que por lo que contiene, es decir, los poemas de Clarisse son el testimonio escrito del idioma sefardí, que procede del castellano medieval y que está emparentado con el hebreo, turco y griego, y por eso, el mero hecho de tener este libro entre las manos es como sostener una pieza de un tesoro ancestral de gran riqueza. Leyendo los textos originales se perciben ecos del gallego, catalán, asturiano, portugués y aragonés, por lo que puede decirse que los poemas poseen música propia.
Los orígenes
Clarisse Nicoïdski (Lyon, 1938 – París, 1996) está considerada como la poeta en lengua sefardí más influyente del pasado siglo XX. Entre su obra literaria, prolija y muy heterogénea, encontramos multitud de novelas, un drama, un libreto de ópera, poesía y ensayo crítico de arte, así como una autobiografía. Según su propia introducción a este libro, su lengua materna era el francés, pero su madre era de raíces italianas y origen Sarajevo, y su padre también criado en Sarajevo; ambos se conocieron en España y fueron a casarse a Francia. Esto nos da una pista de la riqueza idiomática y cultural que asimiló Clarisse en su infancia.
Cuando aún era joven y murió su madre, se percató de que con ella se perdía también la lengua de su infancia, y es que para los de su generación, la muerte de los padres significaba la muerte de un lenguaje. Así fue como se decidió a escribir estos poemas, para que sirvieran en cierto modo de oración (aunque la autora no creyese en ningún dios: era una superstición personal, algo que sentía que debía hacer por muchos motivos para poder seguir adelante), para que llegasen a su madre como homenaje y para que esa hermosa lengua que ella le había enseñado no se perdiera. En su idioma, esto se denominaría un kadish, es decir, una oración que se canta por los muertos.
Las diferentes lenguas que todos sabemos
El poemario se encuentra dividido en tres títulos principales, uno de los cuales hace referencia a partes del cuerpo humano que parecen tener un lenguaje propio. El lenguaje corporal suele ser capaz de transmitir más información y matices que la lengua hablada. Así, los poemas de “Los ojos, las manos, la boca” transmiten, esta vez en sefardí, los pensamientos más recónditos de la mente de su autora.
Se trata de poemas brevísimos en verso libre que suelen hacer referencia a temas muy primitivos, enraizados poderosamente a la Naturaleza y completamente desnudos. Muy frágiles en apariencia, aunque los arcanos que se mencionan sean poderosos e indestructibles.
Si nos detenemos en los poemas de “Los ojos”, observaremos que se hacen continuas referencias a la luz, a los colores, soles, puertas, ventanas, sueños… en un continuo juego de palabras visual en el que la luz que vemos, también nos mira a nosotros. Destellos de luces naturales y artificiales y ojos que cuando se cierran, siguen hablando.
“Las manos”, capaces de transmitir pero también de ejecutar acciones, los instrumentos que utilizan en el idioma de sordomudos, y que sin darnos cuenta utilizamos todos para terminar de perfilar nuestras palabras cuando hablamos. Estos poemas, que son como una caricia, transmiten precisamente el lenguaje del contacto físico, capaz de lo más terrible y de lo más hermoso.
Por último, “La boca”, el instrumento del lenguaje hablado. En estos poemas se definen las sensaciones que pueden producir las palabras pronunciadas en voz alta, haciendo alusiones por ejemplo a elementos sonoros naturales. Son como una advertencia para que cuidemos lo que expresamos en voz alta.
Influencias, homenajes y otros caminos
Uno de los grupos de poemas recogidos en este libro, es un homenaje directo a la figura de Federico García Lorca, y en ellos Clarisse trata de transmitir todos los conceptos y enseñanzas que asimiló leyendo los poemas de uno de sus poetas favoritos: la injusticia, la tierra, el dolor, la belleza de las cosas simples… Esa economía de palabras y las continuas referencias naturales entroncan la poesía de esta autora con la de Anne Sexton y Sylvia Plath.
Pero los poemas más hermosos se encuentran en el último grupo, titulado “Caminos de palabras”. De uno de los poemas de esta parte procede el precioso y sugerente verso que da título al libro, “El color del tiempo”: es un poema que habla del paso del tiempo y del cambio de las estaciones, podemos pensar que también hace alusión indirecta a los cambios que se producen en los idiomas, (leitmotiv de toda la obra) como entes vivos que evolucionan, se van transformando y mueren.
me colgaré a tus labios
como un canto
si me dejas
como palabra de maldición
me colgaré
a tu hora
cuando se detenga
de espanto
en las calles de mi pasado
donde estarás
caminando
Son poemas más redondos y completos que mezclan, ya más depuradas, las mismas influencias recogidas en los poemas anteriores. La lectura de este libro es un delicado viaje al pasado, un recorrido por todas las cosas que nos conforman. No debería darnos miedo mirar atrás de vez en cuando, aunque recordar sea a veces doloroso. Es más fácil hacerlo de la mano de esta estupenda poeta y de sus versos cálidos del color de la tierra y de los rayos del sol: os recomiendo seriamente este viaje.
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