jueves, 24 de marzo de 2016

El algoritmo de Ada - James Essinger


Actualmente, existe una corriente feminista reivindicativa muy potente, que se plasma en un enorme interés por dirigir el foco hacia los nombres de un sinfín de mujeres que participaron de forma activa en la vida teórica y técnica de su tiempo, trabajando como auténticas profesionales y favoreciendo con su esfuerzo el progreso de las artes y las ciencias; y cuyos nombres y aportaciones fueron conscientemente eliminados por sus coetáneos por el simple hecho de ser mujeres.

He aquí un ejemplo más de esta corriente, las investigaciones del inglés James Essinger sobre la vida y obra de Ada Lovelace, quien poseía una mente brillante y genial y que sin embargo no pudo desarrollar todo su potencial por culpa de su género, y que además ha pasado a la posteridad maltratada por los autores que se han esforzado en poner en duda sus aportaciones a pesar de ser de alguna manera precursoras de la informática actual y, cómo no, por ser la hija de un poeta popular y caprichoso al que ni siquiera conoció nunca en persona.


Haciendo Herstory

Aunque este término no se menciona en esta biografía, podemos incluir esta obra, sin duda, en la iniciativa que Robin Morgan (Lugar de nacimiento, Año) creó para referirse a la Historia protagonizada por mujeres, o que, mejor dicho, incluía a las mujeres de forma natural, sin sexualizarlas ni marginarlas. Se trata de un juego de palabras que pone de relieve el hecho de que, hasta ahora, siempre se ha tendido a narrar los acontecimientos históricos desde un punto de vista masculino, y de ahí el truncamiento del pronombre femenino inglés HERstory en contraposición al clásico HIStory.

Ada Lovelace, ó Augusta Ada Byron de niña, nació el 10 de diciembre de 1815 en el número 13 de Piccadilly Terrace, Londres. Cuando la pequeña contaba con tan solo un mes de vida, su madre huyó de la residencia familiar, llevándosela con ella para escapar de la penosa existencia que llevaba junto al famoso poeta Lord Byron, quien no sale muy bien parado bajo la descripción que de él hace James Essinger en esta biografía: queda bastante claro que se trataba de una personalidad enfermiza que, pese a la fascinación inicial que producía a quienes le conocían, más bien convenía mantener lejos.

Así pues, su infancia se desarrolló en el seno de una familia perteneciente a la clase alta, pero abochornada por las deudas, las maledicencias de sus coetáneos, y en una sociedad profundamente patriarcal y misógina donde era habitual pensar que la biología dotaba a las mujeres de cerebros más pequeños que los hombres, por lo que estaban incapacitadas para cualquier actividad profesional  y debían ser educadas únicamente para ser sumisas y serviciales esposas.


Las aportaciones de Ada Lovelace a la informática

Ada Lovelace creció bajo la férrea educación de su madre, quien no estaba dispuesta a que su hija se desviase del camino que había diseñado para ella. Se empeñó en estructurar su mente a través de métodos racionales para que no sucumbiera a las ensoñaciones poéticas de su padre, temiendo que de forma natural las heredara.

Con el paso del tiempo, Ada demostró fuertes aptitudes para las ciencias, y en este sentido Essinger explica bien cómo pasó su corta vida buscando con tenacidad mentores con los que aprender cada vez más, para tener acceso a conocimientos que le estaban vetados y con los que estaba convencida de poder llegar a dar forma a muchas de las cosas que imaginaba: artilugios capaces de volar, o máquinas habilitadas para digitalizar datos y que se pudieran destinar a multitud de aplicaciones prácticas: máquinas, en fin, que hoy nos resultan cotidianas y obvias, pero que en aquel momento sólo eran quimeras y que convertían en locos a quienes las imaginaban.

A la sombra de Babbage, un gran matemático varón, como no podía ser menos, Ada tradujo y anotó prolijamente un artículo científico que explicaba el funcionamiento de la máquina analítica creada por éste, donde añadió por su cuenta la relación que ella establecía entre esta máquina y el telar de Jacquard, creado hacía poco tiempo y cuyo funcionamiento le había fascinado. Aunque no fue capaz de desarrollar el modo en que esto podría llevarse a cabo, supo (auguró) que la digitalización de datos podría aplicarse a multitud de procesos de tratamiento de información mediante el uso de algoritmos. Por desgracia, hasta mucho tiempo después estos indicios no tomaron forma, y podemos pensar que, de haberse dado más credibilidad a su trabajo de investigación, la informática podría haber nacido un siglo antes.


Pros y contras de la Herstory

Sin duda, me posiciono claramente a favor de que se otorgue justa presencia a las mujeres que han contribuido al progreso de la vida humana, aunque se haga inevitablemente de forma póstuma. Pero la tendencia no debe estancarse ahí, puesto que se limitaría a segregar por género aunque se hiciera de la forma más bienintencionada posible. Lo realmente interesante es que en algún momento, y de una vez por todas,  deje de diferenciarse a los humanos por una simple e irrelevante cuestión biológica, que en todo caso sólo afecta a la vida íntima de cada individuo y que, por tanto, a nadie importa.

Este libro es un paso más para conseguir la inclusión real e igualitaria de las mujeres en la vida profesional, y sin embargo, al tratarse de una biografía, no está exento de cuestiones personales que atañen únicamente a la vida personal de Ada Lovelace, y que, por tanto, a nadie deberían importar. Se hace constante hincapié, por ejemplo, en esclarecer si hubo o no un flirteo amoroso con su mentor Babbage, para colmo sin una respuesta clara; se enumeran también, prolijamente, los amoríos de su padre, quien se hizo famoso en gran medida por alardear de una intensa vida sexual, sin cuestionar la calidad de su obra, etc.

El origen de la informática, en fin, interesa principalmente y por definición a los propios informáticos: pero, al añadirse todo el embrollo relativo a la vida estrictamente personal de Ada Lovelace, se consigue ampliar considerablemente el público potencial de este libro, que buscará entre las páginas los modos en que Ada Lovelace accedió al conocimiento a pesar de ser mujer; de qué escabrosas e injustas maneras se la ocultó y acalló; cómo se sintió por todo ello su débil espíritu femenino; y de qué modo compaginó sus inclinaciones científicas con las obligaciones derivadas de la maternidad, etc. Es decir, su aportación profesional convenientemente aderezada de detalles morbosos.

A pesar de que toda esa parte podría reducirse considerablemente, este libro está muy bien documentado y aporta una gran cantidad de información muy interesante, está escrito con distancia y respeto y en muchas ocasiones deja a merced del lector las conclusiones, tras exponer los datos de alguna cuestión concreta, lo que es de agradecer, sin duda. Por todo ello lo considero un acierto y recomiendo su lectura.

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