miércoles, 19 de abril de 2017

Yo no soy una mujer - Edith Södergran


Este libro es un rescate en el tiempo, muy oportuno para los tiempos que corren, cuando el activismo feminista ha conseguido que sus reivindicaciones lleguen a los medios y estén en boca de todos. Esta es la voz de una pionera, una chica que se replanteó la realidad y se formuló preguntas para las que su entorno no tenía ninguna respuesta. Les dio forma de poemas y este es el resultado.

Edit Södergran nació en San Petersburgo en 1892, creció observando la naturaleza invernal, fotografiando gatos, escribiendo y formándose en diferentes idiomas (alemán, ruso, inglés, francés), terminó escribiendo en sueco que era su lengua materna, enfermó de tuberculosis y murió con 31 años. Este último dato trágico, unido a sus versos controvertidos, hicieron que su nombre y su obra no se los llevara el olvido.

Finlandesa, pionera y controvertida
Södergran procedía de una familia burguesa de habla sueca, en 1902 ingresó en la Petri-Schule alemana en San Petersburgo. Le influyeron profundamente las obras de Heine y de Goethe, y sus primeros poemas fueron escritos en alemán, aunque poco después tomaría el sueco, su lengua materna, como idioma para la escritura, eso sí, con constantes germanismos.

Hacia 1909 contrajo la misma enfermedad que su padre, la tuberculosis; en el sanatorio Davos Dorf, en Suiza, que es el escenario de “La montaña mágica” de Thomas Mann, pasó Edith una temporada recibiendo el tratamiento para tuberculosos, cuando contaba con 21 años, y fue escenario de sus travesuras juveniles hasta que lo abandonó en vísperas de la Primera Guerra Mundial.

Unos años después consiguió publicar su primera colección de poemas bajo el título de “Dikter” (“Poemas”), y fue entonces estalló el escándalo: 1916 no era el momento idóneo para que una mujer escribiera versos tales como:

VIERGE MODERNE
No soy mujer, soy un ser neutro.
Soy una niña, un paje y una decisión atrevida,
soy el trazo sonriente de un sol escarlata…
Soy una red para todos los peces golosos,
soy un brindis en honor a todas las mujeres.
Soy un paso hacia el azar y la perdición,
soy un salto hacia la libertad y mi propio yo…
Soy la sangre susurrante que habla al hombre,
soy el escalofrío del alma, el deseo de la carne y su negación,
soy la señal de entrada a nuevos paraísos.
Soy una llama, franca e indagadora,
soy agua, profunda pero desafiante hasta las rodillas,
soy el fuego y el agua juntos en sincera unión libre…

Cómo ser valiente a principios del s. XX
Como se puede comprobar, ni siquiera el siglo XXI está totalmente preparado aún para recibir estos versos sin hacer una mueca de desprecio. La sociedad aún no ha interiorizado que no tiene que comprender algo para respetarlo. Södergran escribía lo que le daba la gana, y lo escribía bien. En su momento, la apoyaron poetas y escritores liberales, que tenían mentalidades modernas y abiertas. Se la considera revolucionaria de la poesía nórdica, sobre todo en lo relativo al impacto que produjo en el modernismo finlandés de los años veinte. Dejó un total de cinco libros escritos, el último de los cuales se publicó de forma póstuma. Un dato curioso es que después de su muerte, sus seguidores tomaron su antiguo lugar de residencia como lugar de peregrinación, al que acudían para realizar fotografías, hablar con su madre y llevarse de recuerdo algún pequeño objeto personal de la familia.

Descarada, aparentemente bucólica, lisérgica, soñadora, contemplativa. Tan terrible como le apetece en cada momento, temeraria ante la muerte, poderosa cuando el viento sopla en la dirección equivocada. Se mimetiza con los elementos naturales y observa a su alrededor con una mirada que contiene ciertos tintes mágicos a veces, “voy a cerrar los portales de la muerte”.

Hay muchas referencias recurrentes, se repiten a lo largo de los poemas: las nubes, el frío, las rocas, el agua, el otoño, el otoño, el otoño. La muerte como compañera de viaje, tan solo un elemento más de la Naturaleza, formando parte, con un pie aquí y el otro allá, etc., afirma que la vida y la muerte no son dos cosas diferentes. Hay sin duda una búsqueda incansable de la belleza (incluso hay un poema entero en el que se cuestiona insistentemente sobre el verdadero significado de la belleza), una mirada inquisitiva al mundo, con ojos interrogantes.

Una colección de versos otoñales con un siglo de antigüedad pero con la frescura intacta y los colores dorados y rojo fuego aún brillantes. Cuando Södergran murió, encontraron debajo de su almohada dos poemas. Entre ellos, este verso: “Muerte, ¿por qué te quedas en silencio?” A ella le fue concedido muy poco tiempo de vida y sin embargo supo aprovecharlo para alzar la voz y conseguir que llegara tan lejos como a este momento, perfecto para recoger su testigo, no se la pierdan.

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