No me defrauda, Jordi Sierra, una vez más. La figura del soldado me ha resultado siempre incomprensible.
Las guerras. Los soldados. Mi pregunta.
Una vez, una voz, responde:
Los soldados son necesarios, son imprescindibles. Porque, tras los combates, la acción de las o.n.g. en solitario no sería eficaz, no podrían llevarla a cabo: el ser humano se deshumaniza cuando no tiene cubiertas sus necesidades más primarias, y es necesario implantar un orden, para lo cual se requiere, sí, muchas veces, la violencia, fuerza bruta.
Pero ¿y antes de que eso ocurra? ¿Qué pasa?
Jordi Sierra i Fabra responde, en este libro:
-¿Cuál de ellos?
-Los dos países.
-¿Tienen reservas?
-Apenas.
-¿Cuál de los dos puede ganar?
-Resulta difícil saberlo. Están a la par. Es una larga guerra de desgaste.
-Si les damos el dinero que piden para poder seguir combatiendo, ¿a quiénes comprarán las armas?
-A nosotros.
-¿Alguno tendrá un arma decisiva o definitiva?
-No. Son convencionales. No les dejamos que sean de destrucción masiva. Si todo se destruye y contamina, ¿quién negocia?
-¿Y sin dinero...?
-La guerra terminará.
Silencio.
-¿Cuánto ganaremos nosotros con el préstamo, y cuánto vosotros con la venta de las armas?
(...)
-¿Enriquecerse? -Una carcajada-. Cuando las ciudades estén arrasadas, también nosotros las reconstruiremos.
-Claro.
-Destrucción-reconstrucción. Así ha sido siempre.
-Siempre.
-Más préstamos, materiales, tecnología.
-¿Y las próximas guerras?
-Están preparadas. Siempre. Una docena, quizá más.
-¿Doce?
-Aquí, aquí y aquí.
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