jueves, 24 de enero de 2019

"El orden del tiempo" - Carlo Rovelli


Es un auténtico privilegio aprender sobre el funcionamiento intrínseco del tiempo en una ciudad donde parece haberse detenido: o, al menos, donde la experiencia de la cadencia de su transcurso poco tiene que ver con la vivida en otros lugares. Cádiz.

Un hilo rojo ya muy envejecido me une a este lugar, donde pasé unos meses, hace diez años. Diez. En estos últimos días no he podido dejar de pensar en esas casualidades, tan perfectamente simétricas, que hacen que a veces los círculos se cierren de formas tan perfectas.

Mi madre me dijo que lo que fui a hacer a Cádiz antaño, me devolvería algo en algún momento del futuro. Quién sabe qué me habrá llevado, pero he pasado unos días muy felices en esa hermosa ciudad, embelesándome con el espectáculo increíble de las puestas de sol con esa orientación de las playas tan privilegiada.

p.11 “En el mundo sin tiempo debe de haber algo que en cualquier caso dé origen al tiempo que conocemos, con su orden, su pasado distinto del futuro y su tranquilo fluir. De algún modo, nuestro tiempo tiene que emerger a nuestro alrededor, a nuestra escala, para nosotros.

Sobre todo, he reflexionado mucho en torno al concepto tiempo, mientras caminaba sobre la arena o buscaba sitios para comer donde no se sacrificaran inocentes (os recomiendo encarecidamente La Veganesa, merece la pena ir hasta Cádiz sólo para comer ahí), ya que una de mis lecturas de estos días fue este ensayito del físico teórico Carlo Rovelli, uno de los fundadores de la gravedad cuántica de bucles.

En general, las personas no sabemos nada sobre el tiempo. Damos por hecho que transcurre de la misma manera en que lo percibimos con nuestros sentidos tan imperfectos, y no es así.

p.16 “La capacidad de comprender antes de ver constituye el corazón del pensamiento científico. En la antigüedad, Anaximandro comprendió que el cielo continúa bajo nuestros pies antes de que hubiera barcos que dieran la vuelta a la Tierra. En los comienzos de la era moderna, Copérnico comprendió que la Tierra gira antes de que hubiera astronautas que la vieran girar desde la Luna. Del mismo modo, Einstein entendió que el tiempo no transcurre de manera uniforme antes de que hubiera relojes lo suficientemente precisos para medir la diferencia.

No he podido quitarme esta cita de la cabeza, mientras leía este ensayo: “Las cosas que me pasan sólo pasan: son como fantasmas que se arrojan de repente desde el futuro al pasado – haciéndote al pasar un guiño. Como pasa el viento.” Pertenece a Miguel Morey, en su maravilloso “Deseo de ser piel roja”.

También recordaba a manudo a los Mondoshawan de “El quinto elemento”, afirmando con parsimonia: “el tiempo no es importante, solo la vida es importante”.

En la inquietante película “La llegada”, los extraterrestres regalan su idioma a los humanos, el heptapodo, creado para esa película y que se basa en la hipótesis de que la lengua que hablamos determina la forma en que conceptualizamos y clasificamos la realidad. El lenguaje heptapodo es lo mismo que el pensamiento, inseparables uno del otro, por eso cuando se aprende este “idioma” se es capaz de ir más allá, se aprende también una nueva forma de comprender y asimilar el tiempo, se es capaz de percibirlo como algo circular, en el sentido de que no hay un pasado ya remoto y un futuro por conocer, sino que todo forma parte de una misma cosa: pasado, presente y futuro son, sencillamente, al mismo tiempo. Los símbolos en que esto se plasma, son asimismo circulares, y una búsqueda rápida en Google os mostrará la cantidad de gente que se ha tatuado esos diseños inventados (son extraños pero de alguna manera, hermosos).


p.26     
ΔS ≥ 0
Se lee: “Delta S, es siempre mayor o igual a cero”; y a esto se lo denomina el “segundo principio de la termodinámica” (el primero es la conservación de la energía). Su contenido es el hecho de que el calor pasa solo de los cuerpos calientes a los fríos, y nunca al revés.
Perdóneme el lector la ecuación: es la única del libro. Es la ecuación de la flecha del tiempo; no podía dejar de escribirla en mi libro sobre el tiempo.
Es la única ecuación de la física fundamental que conoce la diferencia entre pasado y futuro. La única que nos habla del fluir del tiempo. En esta inusual ecuación se oculta todo el mundo.
Quien lo desvele será un desventurado y simpático austríaco, nieto de un fabricante de relojes, un personaje trágico y romántico a la vez: Ludwig Boltzmann.
Es Ludwig Boltzmann quien empieza a vislumbrar lo que se oculta tras la ecuación ΔS ≥ 0, lanzándonos a uno de los saltos más vertiginosos hacia nuestra comprensión de la gramática íntima del mundo.


El tiempo transcurre de forma diferente para un reloj inmóvil que para un reloj en movimiento. Las masas, al igual que la velocidad, también ralentizan el tiempo; pasa más rápido a mayor altura que más cerca del núcleo de la Tierra. Aunque no seamos capaces de percibirlo. Es difícil asumir toda esta información cuando nos regimos por el Tiempo Universal Coordinado (UTC), que es ajustado e impreciso, acorde a la astronomía y basado en complejos cálculos y observaciones. También, por husos horarios, que suma o resta una hora según estemos de un lado u otro de las líneas virtuales que se dibujan sobre los mapas, a fin de homogeneizar la medida del tiempo en el planeta de forma ligeramente imprecisa, pero al fin y al cabo práctica.

Me ha faltado que Rovelli profundizara en algún momento en el experimento imaginario del gato de Schrodinguer, que fue concebido como una parodia para poner en tela de juicio y escarnio público las paradojas (y, a priori, contradicciones) de la física cuántica (algo puede ser y no ser al mismo tiempo). Pero lo que se hizo famoso… fue el gatito.

“El orden del tiempo”, además de un ensayo divulgativo sobre la paradoja espacio-temporal, es un hermoso conjunto de reflexiones filosóficas y poéticas que no pierden de vista la física. Un texto de esta naturaleza no tendría cabida en las publicaciones académicas, por lo que sospecho que se trate de una concesión que se hace el autor a sí mismo, o más bien de un capricho, para transmitir sus conocimientos al gran público de la forma más hermosa de la que es capaz: solo por eso, este libro me parece una joya.

p.93 También eso es el tiempo. Un extraño distorsionador de perspectivas. 

También, a raíz de todo esto, os recomiendo la película “Las leyes de la termodinámica”, que intenta establecer, como en un juego, relaciones entre estas leyes y las del amor romántico de pareja heterosexual y monógama… ya lo sé, pereza. Pero, por lo demás, es muy entretenida y se aprende sobre física, además si conocéis Barcelona podéis jugar a adivinar las localizaciones.

p.36 Ahora no significa nada.

3 comentarios:

  1. Al final, Rovelli creo que viene a decirnos que el tiempo no existe “tal como nosotros creemos (percibimos) que existe”. Que somos “víctimas” de nuestra limitadísima capacidad de aprehender el mundo, que no es “todo el mundo”.

    El universo se compone de eventos, y ese discurrir entre eventos tal como nosotros vamos componiendo a partir de la memoria es lo que llamamos tiempo. Pero es un producto de la conciencia, de cada uno de nosotros, no hay un flujo de tiempo universal y externo a todos y a todo.

    Es una bella poesía.

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    1. Bonita reflexión, justo lo que transmite Rovelli es una forma poética de enfrentarnos al tiempo, además de informarnos del funcionamiento del mismo, fuera de lo que habitualmente se nos enseña (mal).

      Gracias por tu comentario.

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    2. ESo lo decia Aristoteles es lo que pas entre un cambio y otro cambio (puede entenderse como "acontecimiento)

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