lunes, 26 de febrero de 2018

El lenguaje de los bosques - Hasier Larretxea


“El lenguaje de los bosques” es un libro que va mucho más allá de una lectura informativa o de entretenimiento. Para empezar, está editado de una forma elegante y preciosa de la que no todos los libros pueden presumir y, además, esta presentación hace justo honor al contenido. Tiene tapas duras, canto forrado con tela, guardas ilustradas con los mapas de la zona del Baztan… y un evocador olor a libro nuevo. La imagen de cubierta es la fotografía de un bosque, que inevitablemente me trae a la memoria otros títulos como “Walden” de H.D. Thoreau, “Mis años grizzli” de Doug Peacock o “La vida secreta de los árboles” de Peter Wohlleben.

Desde las primeras líneas (es más: desde las citas previas al comienzo del libro) Hasier Larretxea se muestra como un escritor delicado y extremadamente sensible, que cuida cada término para transmitir sin fisuras su mensaje. Otra cosa es que el autor ha creado una lista de reproducción musical en Spotify, se trata de canciones seleccionadas para acompañar la lectura de este libro. También en la web del autor está disponible una lista de canciones para acompañar la lectura.

Una vez comenzamos a leer, el contenido transmite un amor por la naturaleza que recuerda a “Leviatán o la ballena” y “El mar interior” de Philip Hoare.

El libro quiere plasmar el bosque con tinta negra sobre fondo blanco. Con todo el respeto y con la intención de transmitir todo su valor y hacerle un sincero homenaje. Este libro contiene toda esa magia que perdimos cuando pervertimos la naturaleza migrando a las grandes ciudades y haciendo del mundo un lugar inhabitable por culpa de hábitos contaminantes y en absoluto sostenibles.

El padre de Hasier, Patxi Larretxea (leñador, deportista y campeón de deporte rural que lleva más de cincuenta años en contacto con el trabajo y el diálogo con los bosques) ha pasado toda su vida en la naturaleza, y es a través de sus vivencias y de las de su hermano Donato, el tío de Hasier, como se tejen las historias que podemos leer en este libro, desde el norte de Navarra, la comarca húmeda y verdosa del Baztan-Bidasoa.
Que no desaparezca el paisaje.
Que se mantenga viva la llamarada de lo que nos ha conformado. De esas caminatas entre bosques, ríos y montañas a los dos lados del Pirineo.
Que a través de la escritura y de los libros se ensanchen nuestra mirada y el paisaje interno y externo.
Que perdure esa mirada. La esencia de lo puro.
Y por todo ello, desde aquí quiero empezar con una invitación a que os perdáis en los bosques. Que os acerquéis a ese diálogo con el paisaje. Al tacto y al olor de la madera.
En este libro, el bosque es visto como refugio, como el lugar al que regresar cuando la vida envilecida y artificial de las ciudades esté a punto de asfixiarnos definitivamente, y para poder escuchar la voz interior sin interferencias del entorno y volver a conectar con la Naturaleza. La escritura lírica y honesta busca la belleza y refleja la inmensidad de los sentimientos que Larretxea quiere transmitir. Es una biografía familiar con el padre como eje central en torno al cual gira todo lo demás, con el paisaje como un personaje más, insustituible en el relato.


Esta edición incluye fotografías de los bosques, realizadas por Paola Lozano Flores, y unas ilustraciones esquemáticas y delicadas que me han encantado, obra de Zuri Negrín. Continuamente, a lo largo de las anécdotas familiares, se intercalan denuncias contra la falta de respeto por el medio ambiente, el cambio climático, la deforestación, la rápida transformación que está sufriendo el paisaje mediterráneo para convertirse en desierto.
El bosque es una constelación enraizada de luciérnagas.
A través de los capítulos, también se recuerdan y reivindican profesiones que ya no existen o que están en vías de extinción: cabreros, carboneros, leñadores, etc. La mecanización del trabajo debido a la rápida progresión de la industria, ha transformado las formas de trabajar e inevitablemente se ha perdido la sostenibilidad que se mantenía antiguamente, cuando se explotaba la naturaleza de una forma respetuosa que no solo no dañaba el equilibrio medioambiental sino que aseguraba su mantenimiento y cuidado.
Los madereros deben saber que cuando termina la luna menguante y comienza la creciente no es época para cortar la madera, porque eso repercute en su duración e incluso en los posibles ataques que pudiera sufrir por parte de los insectos como polillas. La luna menguante propicia también que la madera esté más sosegada, además de que se seca con mayor rapidez. Es en estos días, cuando el tiempo es favorable, en los que trabajan a contrarreloj para poder aprovechar el tirón. Aunque no es lo más recomendable, muchas veces, y debido a las intensas jornadas de trabajo, terminan cortando la madera coincidiendo con la luna creciente.
Hay muchas anécdotas sobre accidentes y muertes de los leñadores: trabajan en un entorno salvaje sin comodidades de ningún tipo y cualquier protección es poca. Se necesita mucha rudeza y experiencia para dedicarse a esta labor. A día de hoy, el padre de Hasier participa en las performances de su hijo cortando un tronco con un hacha mientras él recita. El corte de troncos es un deporte local muy popular en País Vasco.
El árbol tiene su propia música y recrea su sinfonía en movimiento con la ayuda del viento. Los bosques se caracterizan además por ser espacios silenciosos y espirituales donde poder adentrarse para hinchar y limpiar los pulmones con amplitud. El pensamiento y los pasos sobre las hojas se entremezclan con el canto de los pájaros, el fluir de la regata o la melodía del viento que agita las ramas, creando una estampa compacta de los mismos elementos que acompañan al leñador en sus momentos más reflexivos.

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