lunes, 3 de abril de 2017

El postporno era eso - María Llopis


Sí y no: me ha encantado leer este libro y aplaudo, comparto y recomiendo su contenido… pero. He visto cómo las drogas permitidas e ilegales determinaban, para mal, el día a día de algunas personas, influyendo negativamente en todo, sin olvidar que las adicciones pueden terminar en muerte, por eso me resulta imposible compartir la visión despreocupada y divertida que se desprende de estas páginas sobre el particular.

Una vez aclarado esto, concluyo que el postporno es al porno comercial lo que Youtube está siendo desde hace años a la televisión, un producto que se idea, guioniza, graba, edita y publica sin la intervención de productoras, ajena a los canales habituales. Algo así como el público creando el contenido que quiere ver y que de otra forma no encuentra.

p.19
Mi padre biológico era cura. Y profesor de inglés. Se folló a mi madre cuando ésta era una cría de 17 años. Se la folló una y otra vez hasta que la dejó embarazada. Mi madre era esquizofrénica. Y huérfana del que había sido el mejor amigo de mi padre. Menudo cabrón. Me jode y me pesa pensar que era un jodido violador de niñas locas. Él tenía treinta años más que ella, qué cojones. Me jode pensar que puedo parecerme a él. Y lo pienso. Soy como él, soy como él. Morbosa, viciosa, sucia. No me creo que nadie pueda quererme, y en cuanto me enamoro tengo que hacer algo morboso, vicioso, sucio, para que se cabreen, y demostrarme a mí misma que tengo razón. He hecho en mi vida cosas horribles a las personas de las que estaba enamorada.

“El postporno era eso” habla de muchos conceptos básicos en la lucha contra la sexualidad heteronormativa imperante en nuestra sociedad heteropatriarcal de mierda: sexualidades alternativas, el mal entendido y relativamente revolucionario porno para mujeres, sadomasoquismo, teoría queer, etc.

p. 57
Todas las Caperucitas Rojas se vuelven lobos en la práctica postpornográfica. 
p.71
Poco a poco han ido preguntándome estos días a qué me dedico y les he hablado del postporno y hasta les he grabado un par de DVDs. Ahora me piden más, les escucho hablar de pornografía, de lo poco que les gusta, pero esto es diferente, me dicen. Les prometo traerles más pelis. Me siento como una misionera postpornográfica, iluminando con la verdad del sexo a almas inocentes. 
p.89
Quedo con X. para devolvernos las cosas que tenemos todavía el uno del otro. X. me trae unas bragas usadas, “Testo Yonqui” de Beatriz Preciado y las llaves de mi casa. Yo tengo que devolverle las llaves de la suya, unos calzoncillos, una peli de Fassbinder y “La crisis de la heterosexualidad”. Miro en silencio los objetos sobre la mesa. Pura poesía.

Hay mil detalles que subrayaría y destacaría de este libro porque me han encantado, pero es difícil comentarlos todos en una reseña breve. Por ejemplo, me gustó mucho una reflexión acerca del “ser” o “estar” en relación a las inclinaciones sexuales que siempre pueden ser cambiantes, de forma que lo correcto sería decir “María está hetero” porque es como se siente en este momento o en el momento al que haga referencia, y no “María es hetero” como etiqueta que defina de forma estricta tanto los gustos actuales de María como al resto de su historial, eso es absurdo. El uso de las etiquetas está muy extendido y a la vez es tremendamente controvertido, más o menos parece haberse llegado a la conclusión de que para algunas personas, en algunos momentos, son necesarias para identificarse y definirse a sí mismos o ante los demás; también, sin duda, son muy efectivas por su capacidad sintetizadora, como herramienta para la visibilización de realidades y colectivos que suelen ignorarse social y políticamente de forma sistemática.

Una de las cosas que más disfruto al leer ensayo feminista y/o queer, es la enorme capacidad intelectual de sus autoras (que, sí, suelen ser mujeres), a las que admiro por su clarividencia mental, la lectura como pornografía literaria, literatura transgresora como objeto en un acto político-reivindicativo de onanismo sapiosexual salvaje. Gracias, Llopis.

“El postporno era esto” incluye multitud de enlaces a webs y referencias bibliográficas para continuar la formación postporno en un bucle infinito de aprendizaje-goce intelectual no heteronormativo, por todos los dioses, el paraíso.

p.142
La cultura punk es política radical y no un peinado atrevido. 
p.153
A lo mejor hoy estoy quisquillosa, pero en el lenguaje se transpira la política, y hay que cuidarlo.
María llama a las cosas por su nombre, a fe que lo hace, y transcribe sus conocimientos a través de un diario que abarca aproximadamente seis meses de su vida, de forma que su experiencia (o su experiencia literaturizada) sirve al lector para conocer los entresijos del mundo en que se mueve, en qué consiste su trabajo y también detalles morbosos sobre su vida privada, que no está del todo desligada de la pública, en cierto modo. Me gusta porque cuando es necesario señala con el dedo sin tapujos, y saltan sus alarmas ante los discursos ajenos no inclusivos, ante todo la visibilidad de los oprimidos, bravo. 
p.158
Maldigo mi sexualidad por no ser lesbiana. Las mujeres estamos luchando como perras para deconstruir las relaciones de poder. No es casualidad que los libros publicados sobre nuevas formas de mirar el mundo estén escritos por mujeres. No es casualidad que la gran mayoría del público asistente a los talleres de postporno sean mujeres. ¿Qué están haciendo ellos? Dentro de la homosexualidad sí que hay una corriente de hombres deconstruyendo la masculinidad impuesta, pero el hombre heterosexual está quieto, no mueve ficha. Ve que el mundo en el que vive se deconstruye pero es consciente de su poder y no quiere soltarlo. Y no quiere replantearse nada, obstinado como Adán en someter a Lilith. ¿Cómo puede un mito tan antiguo tener una vigencia tan actual?

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