martes, 27 de septiembre de 2016

Ayer - Agota Kristof



La dependencia emocional crea monstruos. Quien la sufrió lo sabe. Y si es enfermizo sufrir dependencia de otra persona y basar en ella todo lo que creemos que nos reporta felicidad, mucho peor puede ser depender de una idea, o de una persona imaginaria: esperar a que aparezca alguien gemelo a nuestra imagen soñada y mientras tanto vivir una existencia triste y anodina, dejándose llevar por la inercia gris del día a día.

Solo el viento puede ahuyentar al miedo.

“Ayer”, la virguería literaria de la que quiero hablar hoy, trata de una de esas vidas marcadas por la violencia y la pobreza que apenas consigue progresar en la rueda hostil del capitalismo, huyendo de su país y recibiendo las dentelladas de la pobreza del obrero y la xenofobia de los locales.

La madre sigue escribiendo a la dirección de Vera y le devuelven las cartas con la indicación FALLECIDA. La madre de Vera se pregunta qué querrá decir eso en esa lengua extranjera.

La soledad, que puede ser tan dulce y reconfortante como el hogar en un agujero de un hobbit, se presenta aquí como un enemigo contra el que luchar en vano: una soledad fría y húmeda, en absoluto amable.

Ayer dormí largo y tendido. Soñé que estaba muerto. Veía mi tumba. Estaba abandonada, cubierta de malas hierbas. Una vieja se paseaba entre las tumbas. Le pregunté por qué no cuidaba la mía.
—Es una tumba muy vieja —me dijo—. Fíjese en la fecha. Ya nadie sabe quién está aquí enterrado.
Miré la lápida. Era del año que corría. No supe qué responder.

La trama de “Ayer” contiene tantas casualidades que puede hacerse difícil dejarse llevar: es tan irreal a veces, que resulta tan justa y exactamente ficticia como lo es siempre la vida real.

—(…) ¿Qué harías tú en mi lugar?—Ni idea. Ni siquiera sé qué hacer en mi propio lugar.

lunes, 19 de septiembre de 2016

El arte de conversar - Oscar Wilde (fragmentos)



Londres está lleno de niebla y de gente seria. No sé si la niebla produce a la gente seria o si la gente seria produce la niebla, pero todo el asunto me altera bastante los nervios.
El abanico de Lady Windermere

Para conocer la cosecha y la calidad de un vino no es necesario beberse toda la botella. Media hora debe ser suficiente para decidir si un libro vale la pena o no. Diez minutos deberían bastar si uno posee el instinto para la forma. ¿Quién quiere vadear todo un libro insulso? Con probarlo basta.
El crítico como artista

Después de tocar a Chopin me siento como si hubiese llorado pecados que nunca cometí, como si me hubiese dolido de tragedias que no eran mías. Siempre me parece que la música produce ese efecto: crea un pasado que ignorábamos y nos llena con la sensación de pesares que se han escondido de nuestras lágrimas.
El crítico como artista

SEÑORA ALLONBY: La luna está hermosa esta noche.
LORD ILLINGWORTH: Vayamos a verla. Hoy día admirar algo inconstante es encantador.
Una mujer sin importancia

Encuentra la expresión para una pena y te será querida. Encuentra la expresión para un placer y su éxtasis será más intenso.
El crítico como artista

Un recaudador de impuestos llamó una vez a la puerta de los Wilde en Tite Street.
–¡Impuestos! ¿Por qué debería pagar yo impuestos? –dijo Wilde.
–Pero, señor, usted es el propietario de la casa, ¿no es así? Usted vive aquí, duerme aquí.
–Ah, sí, ¡pero duermo muy mal!
(En conversación)

SEÑOR CARSON: Suponga que un hombre que no fuese un artista hubiese escrito esta carta. ¿Diría usted que se trata de una carta apropiada?
OSCAR WILDE: Un hombre que no fuese un artista no podría haber escrito esa carta.
SEÑOR CARSON: ¿Por qué?
OSCAR WILDE: Porque sólo un artista podría escribirla. Nadie más puede escribir con ese lenguaje a menos que sea un hombre de letras.
SEÑOR CARSON: ¿Puedo sugerir, por el bien de su reputación, que este “tus labios rojos pétalos de rosa” no tiene nada de maravilloso?
OSCAR WILDE: Depende en gran medida de cómo se lea.
SEÑOR CARSON: “Tu esbelta alma dorada camina entre la pasión y la poesía.” ¿Es esta una frase hermosa?
OSCAR WILDE: No cuando usted la lee, señor Carson: lee bastante mal.

(…)

SEÑOR CARSON: ¿Bebe usted champagne?
OSCAR WILDE: Sí, el champagne muy frío es una de mis bebidas favoritas, totalmente en contra de las órdenes de mi doctor.
SEÑOR CARSON: No nos importan las órdenes de su doctor, señor.
OSCAR WILDE: A mí tampoco.

(Del primer juicio)

viernes, 16 de septiembre de 2016

Tras los pasos de W.B. Yeats

Detalle de una puerta del castillo, Dublín, Irlanda

Fui a Irlanda para encontrar el rastro de W.B. Yeats, o esa fue la excusa. Hay muchos otros escritores nacionales de los que los irlandeses se sienten extremadamente orgullosos: James Joyce, Bram Stoker, Oscar Wilde, Bernard Shaw y muchísimos, muchísimos otros a los que yo ni siquiera conocía y que conviven en el Dublin Writers Museum (18 Parnell Square, Dublin) en un encantador edificio georgiano del siglo XVIII.

Allí se encuentran, por ejemplo, pases de mano de las obras de teatro de Wilde cuyo enorme éxito disfrutó en vida, anotaciones del puño y letra de los autores, objetos personales y primeras ediciones de las obras más emblemáticas, como esta de Drácula ante la cual me quedé sin aliento.

Primera edición, de "Drácula" de Bram Stoker
Pases de mano originales y ediciones antiguas de las obras de Oscar Wilde (1)
Pases de mano originales y ediciones antiguas de las obras de Oscar Wilde (2)
Pero volvamos a Yeats. La familia del escritor procedía de Sligo, una pequeña localidad de la costa oeste de Irlanda, y allí todo tiene su impronta. La moderna galería de arte The Model expone continuamente series de pinturas originales de Jack, el hermano de Yeats, y la entrada es gratuita. Junto al río y la oficina de turismo se encuentra un pequeño museo dedicado exclusivamente a la memoria del escritor, el Yeats Memorial Building, la entrada es asimismo gratuita y expone algunos retratos del autor, ediciones antiguas de sus libros autografiados por él mismo y algunas cartas y otros objetos que han sobrevivido al paso del tiempo.

Objetos personales de Yeats en el Yeats Memorial Building, Sligo, Irlanda (1)
Objetos personales de Yeats en el Yeats Memorial Building, Sligo, Irlanda (2)
Objetos personales de Yeats en el Yeats Memorial Building, Sligo, Irlanda (3)
Busto de Yeats, un tanto siniestro
Posee también una pequeñísima librería donde sin embargo se pueden adquirir algunas joyas editadas con un gusto exquisito, una cafetería con los poemas de Yeats escritos a modo de mural en las paredes, y una terraza encantadora con vistas al río. La visita es absolutamente recomendable.

Estatua de Yeats, de dudoso gusto, en las calles de Sligo, Irlanda
Murales con fragmentos de la obra de Yeats en Sligo, Irlanda (1)
Murales con fragmentos de la obra de Yeats en Sligo, Irlanda (2)
Murales con fragmentos de la obra de Yeats en Sligo, Irlanda (3)

Murales con fragmentos de la obra de Yeats en Sligo, Irlanda (4)

Yeats estaba tan enamorado de su tierra que escribió un poema, "Under Ben Bulben", en el que hablaba del lugar donde querría que estuviese situada su tumba por el resto de los tiempos, bajo el monte Ben Bulben en la parroquia de Drumcliff. Así pues, aunque murió en Francia en 1939, sus restos fueron repatriados a Irlanda años más tarde (existe controversia al respecto, no está claro que realmente esto se llevase a cabo). Y allí está.

La lápida de Yeats con el famosísimo epitafioCast a cold Eye On Life, on Death. Horseman, pass by! 

Under Ben Bulben

(…)
Under bare Ben Bulben’s head
In Drumcliff churchyard Yeats is laid.
An ancestor was rector there
Long years ago, a church stands near,
By the road an ancient cross.
No marble, no conventional phrase:
On limestone quarried near the spot
By his command these words are cut:
Cast a cold eye
On life, on death.
Horseman, pass by!

Estas palabras confirman mi opinión acerca de los cementerios, lugares de un valor incalculable por los que conviene pasear de cuando en cuando porque están llenos de energía positiva que te llena de ganas renovadas de seguir viviendo.

Aunque murió en Francia en 1939, los restos de Yeats fueron trasladados hasta este lugar siguiendo sus deseos. Drumcliff es ahora un pequeño lugar que atrae a curiosos, una capilla pequeña y humilde rodeada de un precioso cementerio de tumbas ya viejas, una tiendecita-café a pocos metros y nada más: la presencia del Ben Bulben cercano presidiendo todo.

La visita puede completarse visitando el lago Glencar, cuya impresionante cascada sorprende al llegar (está oculta por la vegetación y se accede por un camino que se aleja del lago). Este sitio sirvió de inspiración al poeta para escribir uno de sus poemas más representativos, Stolen Child. Si tienen suerte, su guía lo recitará con la solemnidad y musicalidad que solo los irlandeses, al más puro estilo hobbit, pueden otorgarle a un poema: su gusto y su facilidad para transmitir historias es maravilloso, y allí se hace palpable.

Cascada junto al lago Glencar, Sligo, Irlanda
The Stolen Child

(…)
Where the wandering water gushes
From the hills above Glen-Car.
In pools among the rushes
That scarce could bathe a star.
We seek for slumbering trout
And whispering in their ears
Give them unquiet dreams:
Leaning softly out
From ferns that drop their tears
Over the young streams.
Come away, O human child!
To the waters and the wild
With a feary, hand in hand,
For the world’s more full of weeping than you can understand

En Sligo también está enterrada la madre de Bram Stoker, pero el acceso al lugar está prohibido y sólo pude imaginarla: si se hubiera tratado de la tumba del escritor, saben los leprechauns que me hubiera atrevido a saltar la verja a medianoche armada con una linterna y la cámara de fotos.

Los escritos de Yeats están plagados de referencias feéricas, en más ocasiones he citado el maravilloso volumen “Mitologías” que publicó hace unos pocos años la editorial Acantilado, aunque también se pueden encontrar otras ediciones de estos cuentos de hadas de tradición oral transcritos por Yeats. Estas historias siempre tienen un componente divertido por lo irreal, pero a la vez solemne y respetuoso puesto que todos estamos hechos de las historias que nos han dado forma, y en el caso de Yeats había algo profundamente real en los cuentos que había escuchado desde niño.

Lago Gill rodeado de niebla y montes, Sligo, Irlanda
Es cierto que leer mucho llega a desarmarte ante la difícil tarea de discernir entre realidad y ficción llegado el caso. Predisposición, sugestión, hechizo, embeleso: puede explicarse de cualquiera de estas formas pero uno se queda atónito cuando la Naturaleza se impone, y entonces se entiende que a partir de ese entorno se hayan dado forma durante siglos a las historias y a las criaturas feéricas más inexplicables.

Cliffs of Moher, Doolin, Ireland
Los acantilados de Moher, las geométricas formaciones rocosas de las costas, los montes planos erosionados, la vegetación exuberante, los lagos con oleaje, las islas encantadas, los pueblos plagados de locales con música tradicional en directo y, cómo no, la amabilidad infinita y las ganas de reír que habitan en los ojos de los irlandeses.

Formaciones rocosas geométricas en los alrededores de Doolin, con los acantilados al fondo
Hay una cita de Oscar Wilde, que se encuentra en la desgarradora obra “De Profundis”, y que dice así:
Society, as we have constituted it, will have no place for me, has none to offer; but Nature, whose sweet rains fall on unjust and just alike, will have clefts in the rocks where I may hide, and secret valleys in whose silence I may weep undisturbed. She will hang the night with stars so that I may walk abroad in the darkness without stumbling, and send the wind over my foot prints so that none may track me to my hurt: she will cleanse me in great waters, and with bitter hebs make me whole.

Pues bien, un mural con un precioso poema de Yeats que no conocía, me hizo recordarlo de pronto desde el primer verso, e instantáneamente se convirtió en mi favorito y de alguna manera le dio sentido a todo:

The Song of Wandering Aengus

I went out to the hazel Wood,
Because a fire was in my head,
And cut and peeled a hazel wand,
And hooked a berry to a thread:
And when white moths were on the wing,
And moth-like stars were flickering out,
I dropped the berry in a stream
And caught a little silver trout.

When I had laid it on the floor
I went to blow the fire aflame,
But something rustled on the floor,
And some one called me by my name:
It had become a glimmering girl
With apple blossom in her hair
Who called me by my name and ran
And faded through the brightening air.

Though I am old with wandering
Through hollow lands and hilly lands,
I will find out where she has gone,
And kiss her lips and take her hands;
And walk among long dappled grass,
And pluck till time and times are done
The silver apples of the moon,
The golden apples of the sun.

Retazos de Yeats también en la playa de Strandhill, Sligo, Irlanda

De todas las fotografías en este post: 
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2016 

Oso – Marian Engel



"Oso" es el ejemplo perfecto de cómo estropear una buena idea. Esta novela es originaria de 1976, y por la información en torno a ella rompí mi habitual recelo hacia la editorial Impedimenta (en los últimos años sólo les había agradecido que editaran a Cartarescu, pero incluso él llegó a saturarme).

"Oso" es una novela corta, de tan sólo 170 páginas, que empieza muy bien: la protagonista principal es una chica solitaria que se dedica a realizar clasificaciones documentales e inventarios, y la novela comienza cuando le encargan trasladarse temporalmente a una casa construida en una remota isla canadiense para inventariar la documentación que allí se encuentra. Una no estudió Biblioteconomía por azar, precisamente: así que me encontré encantada con una historia tan apetecible entre las manos, que además está bastante bien escrita: con frases cortas pero directas e inteligentes, que nada tienen que ver con las frases cortas simples y condescendientes de la literatura para masas.

La protagonista Lou se encuentra viviendo en un lugar al que sólo se puede acceder por barca, en esa casa vieja donde se empiezan a detectar atisbos de abandono. La casa incluye una suerte de mascota, un oso manso encadenado. A pesar de que le indican que debe extremar las precauciones porque se trata de un animal salvaje al fin y al cabo, ella decide hacerse amiga de él, llevarlo de paseo y a bañarse, y finalmente le permite entrar en la casa.

Y ahora voy a destripar el final, sé que no suele gustar conocer el desenlace de las historias (no sé por qué: la información es poder) así que, sí, alerta por spoiler, los espíritus delicados dejen de leer aquí.

La luz matinal era veteada, pajiza, verde, una presencia móvil en las ventanas. La cocina nadaba en una especie de penumbra submarina. Una vez listo el desayuno, se lo llevó fuera, a la escalera de la leñera, para desayunar con luz. Acababa de sentarse cuando descubrió al oso mirándola desde la puerta de su cabaña.

Oso. Allí. Mirando.

Ella también lo miró.

En algún momento de nuestras vidas todos tenemos que decidir si somos o no somos platónicos, pensó. Soy una mujer, estoy sentada en una escalera, como tostadas con beicon. Eso es un oso. No es un oso de peluche, no es el osito Pooh, no es el koala del logotipo de una aerolínea. Es un oso de verdad.

¿Era necesario estropear una novelita tan grata con semejante desenlace? ¿Qué falta hacía que Lou se sintiese atraída sexualmente por el oso, y que, además, llegase a creer que se había enamorado de él? Los últimos capítulos son escenas encadenadas en las que el oso masturba a Lou. Por qué, por qué, por qué. Qué demonios nos han hecho los animales para que no dejemos de inventar nuevas formas de denigrarlos.

Procuró concentrarse en lo externo, en sus fichas, en sus notas. Contempló la biblioteca y  comprendió que para que el trabajo le durase todo el verano tendría que mentir. No le quedaba ni una semana de trabajo real. Podía irse pronto, pero no quería irse.

Quise pensar al principio que se trataba de sueños de la protagonista que se hacían pasar como reales para engañar al lector y luego aclarar las cosas… pero, no. En fin, es una novela extremadamente agridulce, hay fragmentos encomiables pero que se quedan absolutamente deslavazados con el increíble giro que lo enturbia todo. A mí me hubiera gustado saber esto antes de embarcarme tan alegremente en la lectura, eso es todo.