martes, 26 de abril de 2016

La canción de la bolsa para el mareo - Nick Cave



Para empezar, aclaremos lo siguiente: este poemario no es un poemario al uso, ni tampoco es tremendamente bueno: pero a los que ya admirasen a Nick Cave por el resto de su carrera artística, seguro que les gustará. Es interesante, o curioso si se prefiere. Y me temo que con Nick Cave no caben términos medios: o le admiras o… le temes (y a los que nos encanta también nos da un poco de miedo).

Nick Cave es un gran compositor de letras y melodías, y su imaginario es tan potente como demuestra en sus discos, o en la espectacular novela de culto “Y el asno vio al ángel”. Pero a este pequeño poemario parece que le falta algo, a pesar de que contenga un buen puñado de imágenes brillantes, e ideas que merecería la pena desarrollar. También está editado con muy buen gusto. Pero da la impresión de que estuviera sin terminar, sin pulir: como si se hubiera entregado a la imprenta demasiado pronto.

La idea de la bolsa para el mareo surgió de una serie de viajes en avión durante una gira: Nick Cave utilizó el papel de estas bolsas para anotar las ideas que se le ocurrían durante los trayectos, y esas mismas anotaciones son las que conforman este pequeño libro, en el que también encontramos reproducciones a color de esas improvisadas libretas.

Hay algo que resulta estremecedor, leyendo el poemario desde la perspectiva de este momento: una idea recurrente que aparece demasiadas veces como para obviarla, dos adolescentes se ponen en peligro en sendos puentes, sin ser conscientes del desenlace fatal que conllevaría una caída desde ese lugar. Al poco tiempo de escribir este libro, uno de los hijos gemelos de Cave, Arthur, murió tras precipitarse por un acantilado en la zona de Ovingdean (Brighton), tras haber consumido LSD, según se publicó meses más tarde.

En la magnífica película documental “20.000 días en la Tierra”, también anterior al accidente, Nick Cave hablaba sobre esta idea y aclaraba que él mismo de pequeño jugaba junto a las vías de un tren, a su paso por un puente. La propia trayectoria de Cave, que también arrastra un pasado marcado por las drogas, parece haber augurado de alguna espantosa manera el infierno familiar que aún le aguardaba, precisamente mientras atravesaba por fin un momento feliz, con una carrera profesional exitosa y una familia que le mantenía alejado de los fantasmas de la religión, de las drogas y de su pasado.


"  Un ángel desplegará las alas y me hablará al oído.

Tienes que dar el primer paso tú solo.

Después el ángel me dará un empujoncito y me enviará hacia lo desconocido.

Tienes que dar el primer paso tú solo.

Avanzo a tientas hacia el borde del mundo.



Por eso, literalmente da vértigo leer este libro ahora. Y aún así, resulta inspirador y  muy brillante en ocasiones, con esos destellos tenebrosos tan propios de Nick Cave. Tanto es así, que si uno ve la película y a continuación lee este libro, o escucha algunas de las canciones… que no se extrañe de que, después, las piernas no le sostengan con toda la firmeza que deberían, o de que la fiebre le aumente unas décimas: esto es el resultado del influjo de Nick Cave, ese hombre cuyo rostro lo conforman otros cien rostros, algunos de los cuales no son humanos.

Nick Cave - foto Rolling Stone, Samir Hussein/WireImage

"  El ayudante del tour manager grita “¡Al escenario!” desde detrás de la puerta y al instante el hielo se derrumba y se derrite y avanzamos por el pasillo y salimos bajo las luces infernales a una atmósfera sofocante, carente de oxígeno. Y mientras ocupamos nuestros lugares en el escenario, invocamos a las nueve musas para que nos ayuden.

Calíope, que ayuda con las baladas épicas,
Euterpe, que ayuda con las canciones tristes,
 Erato, que ayuda con las canciones confesionales,
Clío, que ayuda con los temas antiguos,
Melpómene, que ayuda con las piezas supertrágicas,
Polimnia, que ayuda con las canciones religiosas,
Terpsícore, que ayuda con los temas bailables,
Talía, que ayuda con las canciones divertidas
y Urania, que ayuda cuando la cosa se pone sideral y psicodélica.

Las nueve musas esperan entre bastidores, y cuando las necesitamos, muestran sus acreditaciones y se abren paso a empujones entre los nueve coros de ángeles.

Los serafines, que nos mantienen sexys y espontáneos,
los querubines, que nos impiden hacer cosas demasiado estúpidas,
los tronos, que nos mantienen fuertes y viriles,
las dominaciones, que nos liberan la mente, ¡Adelante!,
los principados, que nos impiden ponernos llorosos y nostálgicos,
las potestades, que nos convierten en pequeños dioses,
las virtudes, que nos mantienen humildes,
los arcángeles, que tratan con los polis,
y los ángeles comunes, que nos mantienen infantiles.

Los invocamos a todos, a todo este ejército de la inspiración, heterogéneo y pendenciero, para que nos infundan con sus rizados bucles las capacidades de combustión y transmutación en el escenario, de modo que podamos empezar, enamorados, y llevar de gira este puto espectáculo.



lunes, 25 de abril de 2016

La risa de los muertos


Mis fantasmas se han congregado
en torno a mi cama esta noche
decididos a impedirme dormir.

Se pasan un cigarrillo de uno a otro,
indolentes. Discuten las incongruencias
de los mitos. Abominan del mundo real.
Presumen de flotar entre dos mundos. Malditos.

Pero permaneced así, por favor, no os mováis.
No desviéis vuestra atención,
tampoco esta vez, por mí.

Habéis querido que me pregunte
eternamente por qué
y me romperéis de nuevo el corazón
tantas veces como piense en lo que hicisteis.

Dudo que encuentre la manera
de contaros lo que siento si ni siquiera
estoy segura de saber cómo dibujar
la risa de los muertos.

Del texto:
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2016

viernes, 22 de abril de 2016

"Mis cositas", de Déborah Vukušić


recuerdo a mi madre diciendo
"no dejes que te toquen tus cositas
las mujeres se gastan si se dejan"


mamá quiero decirte
ahora que ya es tarde
que los tiempos han cambiado
que muchos hombres han tocado mis cositas
que me he dejado hacer
que me he frotado contra ellos
que me gusta que me gasten
que quiero ser tan fina que me rompa


que me toquen
que me toquen


sólo quiero sentirme viva



A MIÑA COUSIÑA
lémbrome de miña nai a dicir // "non deixes que che toquen a túa cousiña // as mulleres estráganse de se deixaren" // miña nai quero dicirche / agora que xa é tarde // que os tempos mudaron / que moitos homes tocaron a miña cousiña / que me dixei facer / que me esfreguei contra eles / que me gusta que me estraguen / que quero ser fina de me romper // que me toquen // que me toquen // só quero sentirme viva ///

martes, 19 de abril de 2016

Mis propuestas para Sant Jordi


Antes de empezar, aclaremos lo siguiente: en este mar de letras todos los días del año es el día del libro y el día de la poesía; todos los días se mantiene vivo el espíritu de Samhain; todos son buenos para regalar literatura sin ninguna excusa aparente y todos, absolutamente todos hay que celebrar el instante porque nunca seremos tan jóvenes como ahora mismo, ¡brindemos!

Dicho lo cual.

Hay tantos libros donde escoger que puede ser fácil perderse, equivocarse o quedarse sin ideas, no saber qué elegir. No sólo hay un libro adecuado para cada persona, también hay que determinar si es el momento exacto (si no se llega demasiado tarde, si no nos hemos adelantado). Hay libros que me gustan tanto que resultan imposibles de reseñar (cada cual conviva en paz con sus contradicciones). Algunos de ellos están en esta lista que dejo con la intención de que puedan servir de ayuda a más de uno.



Para (eternos) adolescentes soñadores
“La viajera incandescente”, Ana Cerezuela, poesía

“Irlanda”, Espido Freire, novela


Para amantes de los animales
“Mi vida con Potlach”, Inma Luna, novela

“El mar interior”, Philip Hoare, ensayo


Para lectores exigentes de sensibilidad especial
“La casa de la cruz”, Isabel García Mellado, 2016, poesía


“El mundo en el que vivo”, Hellen Keller, autobiografía


Para echarse unas risas (con monóculo)
“Monstruos parisinos” Catulle Mendés, semblanzas

“A contrapelo” Huysmans, novela


Para amantes de lo oculto
“Donde yace Visnú”, Frank G. Rubio, poesía

“Historia de la filosofía oculta”, Alexandrian, ensayo


Para los niños que nos bailan dentro
“Momo”, Michael Ende, novela

“El príncipe destronado”, Miguel Delibes, novela


Para los amantes de los retos literarios
“La niña que amaba las cerillas”, Gaétan Soucy, novela

“Máquinas de amar”, Pilar Pedraza, ensayo


Para amantes y despechados
“Deseo de ser piel roja”, Miguel Morey, novela

“Los enamoramientos”, Javier Marías, novela


Para viajeros
“La tumba de Keats”, Juan Carlos Mestre, poesía

“Aranmanoth”, Ana María Matute, novela


Para excluidos
“El amante lesbiano”, José Luis Sampedro, novela

“Las ventajas de ser un marginado”, Stephen Chbosky, novela



Para inconformistas
“La sociedad del espectáculo”, Guy Debord, ensayo

“Desobediencia civil y otros escritos”, H.D. Thoureau, ensayo


Para los que sienten que han perdido algo
“Siempre hemos vivido en el castillo”, Shirley Jackson, novela

“Circus girl”, Maite Dono, poesía

Para los que no necesitan ninguna excusa
“El nombre en la punta de la lengua”, Pascal Quignard, novela

“El mundo bajo los párpados”, Jacobo Siruela, ensayo


Para los amantes de la luna
“Cuentos de medianoche”, Bram Stoker, relatos

“Sandman”, Neil Gaiman, cómic


domingo, 10 de abril de 2016

Alterego


Mi yo niña sufrió un accidente
la otra noche
sus brazos quedaron atrapados
en el quicio de una puerta bloqueada
sus bracitos
moratones como manchas sucias de acuarela
por encima y por debajo de los tatuajes
que tendrá mañana
no podía dejarla allí —llorando
por eso tuve que desaparecer
viajar en el tiempo una vez más
acunarla entre mis brazos
curar los suyos.
Luego me fui a dormir y
descubrí que ya estaba acostada
no supe dónde ir
y es en ese lugar
donde me encuentro ahora.

Del texto:
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2016

domingo, 3 de abril de 2016

"La Abadía de Tintern" - William Wordsworth


El mundo del libro, y sus infinitos matices, me fascina. Los veteranos paseantes de estas aguas lo saben. Hay ocasiones en las que una serie de errores en una edición pueden lograr exasperarme, otras en las que la simple elección de la fuente correcta, o una presentación libre de erratas puede reconciliarme con la vida (por naturaleza tiendo a ser exagerada).

En esta ocasión quiero hablaros de los prólogos. Me fascinan. Ocupan ese espacio inicial tan privilegiado, previo al libro, tan cargado de infinitas posibilidades… y es dramático observar cómo uno tras otro lo desaprovechan, y la pifian. Hay prólogos innecesarios, otros cargados de falsedad y exagerada alabanza (los de escritores “amigos”); también hay prólogos-resumen que sólo te cuentan la trama, hasta el final si hace falta (nunca me han importado los spoiler, es más, creo que la información es poder y siempre quiero saberlo todo, pero maldita sea, para qué me lo cuentas en el prólogo, si he venido al libro para leerlo), en fin. 

Y hay prólogos, como es el caso, que le hacen justicia poética al libro, que lo completan, que lo realzan, que lo sitúan a la perfección en su contexto exacto en el tiempo y en el espacio: que hacen del prólogo, me atrevería a decir, un género literario por derecho propio. Me he emocionado leyendo a Gonzalo Torné en su maravilloso prólogo a Wordsworth: sólo os digo eso.

Es capaz de plasmar a la perfección los detalles del inicio del romanticismo literario en sólo trece páginas (no he hablado de los prólogos interminables, que sólo sirven para lucimiento del prologante y que nadie lee, por cierto); pero además expone con una lucidez apabullante sus propias conclusiones leyendo a Wordsworth (como por ejemplo el por qué hay ocasiones en que hay que leerle al revés, y tiene todo el sentido), también resume los conceptos clave que otros críticos literarios han establecido en relación al autor, las carencias de la poesía contemporánea, el papel fundamental de la Naturaleza en los poemas de Wordsworth y cómo se refleja en el paso de testigo a las generaciones posteriores, etc.: todo, todo, con una lucidez y una elegancia, una querencia por la precisión lingüística que, os lo juro, no sólo reconcilia con los prólogos… es que emociona. De veras, Gonzalo Torné: GRACIAS.

Transcribiría aquí el prólogo exacto, hasta la última coma, pero no quiero apropiármelo, así que dejo solo unos fragmentos:

“Aunque poco traducido en comparación con otros escritores de su rango, el criterio general es que Wordsworth hizo algo con la poesía occidental que no puede ignorarse, de manera que cualquiera que escribe o lee poesía, lo sepa o no, la lee y la escribe wordsworhizada.”

“En estos poemas ambientados en páramos, bajo la sombra de castillos en ruinas, cerca de brezales y pantanos, el mundo ya no se recorre como un cuadro al que el ánimo responde con simpatía o rechazo. No hay adecuación. La naturaleza más bien parece dispuesta como una trampa que hiere a la conciencia para provocarle una crisis que tratará de resolver o mitigar antes de que el poema termine.”

“Wordsworth será considerado con justicia una de las cimas del romanticismo, siempre que usemos la palabra romántico como una pincelada impresionista para referirnos a cientos de personas que, más o menos al mismo tiempo, empezaron a pensar que la correspondencia entre la mente y el mundo, entre las palabras y las cosas, entre la voluntad y el deseo, no era limpia, sino un proceso rugoso, minado de problemas.”

“La brecha que el romanticismo abrió en las creencias trascendentales parece haberse cerrado en una aceptación discreta de la inmanencia. La poesía ha dejado de ser un asunto de mentes afiebradas que flotaban entre la aspereza de la tierra y la dudosa promesa del cielo, para refugiarse en el juego de accésits de las diputaciones provinciales. Cuánto hay de represión histérica en esta política de la mediocridad es una asunto que merecería (aunque quizá sólo convendría) tratarse en un marco más amplio, pero es indiscutible que los poemas del siglo pasado que nadie debería dejar de leer seguían alimentándose de la conciencia desdichada acuñada por Hölderlin y Wordsworth.”

“Wordsworth hizo algo más que escribir poemas como bálsamos para aliviar la herida psíquica que le había inflingido la naturaleza, se pasó diez años luchando contra el mito del desgaste, cada poema ensaya una respuesta, señala un problema nuevo, elabora un matiz o descarta un acuerdo.”

“La poesía de Wordsworth afronta los puntos de fuga de la existencia cuando la belleza del mundo y la intensidad de estar vivo empujan al entusiasmo a una altura donde la conciencia roza el sueño nunca desmentido de la trascendencia. Un estado mental donde considera justa y exacta la idea de vivir más, más, siempre. Wordsworth pertenece a esa clase de hombres para quienes el pensamiento sobre la decadencia personal es algo más que una pasión triste, la oportunidad de disfrutar más intensamente de todo lo que nos será arrancado (todo), un camino seguro para internarse en las regiones extrañas de la melancolía, ese vicio de los entusiastas.”

¿Qué puedo decir después de esto? Yo ahora pienso en un Gonzalo Torné Cicerone esperando en Inverness para darnos la bienvenida a las Highlands.

“La abadía de Tintern”, William Wordsworth, editorial Lumen, febrero de 2010; edición y versión de Gonzalo Torné, eso os digo.

Y ahora, Wordsworth (que habría empalidecido ante una presentación tan a su altura, y se habría sentido muy afortunado, qué duda cabe).


A slumber did my spirit seal;
I had no human fears;
She seemed a thing that could not feel
The touch of earthly years.

No motion has she now, no force;
She neither hears nor sees;
Rolled round in earth’s diurnal course,
With rocks, and stones, and trees.

Un sueño selló mi espíritu;
no tenía miedos humanos;
ella parecía una cosa que no podía sentir
el roce de los años terrenales.

Ahora ya no puede moverse, ni tiene fuerza;
ni escucha ni ve;
gira en el curso diurno de la tierra,
con las rocas, y las piedras, y los árboles.

(1799)