¿No estás emparentado con cuanto vive?
¿No se acerca a servirte la misma Parca?
¡Marcha, pues, indefenso,
por la vida, y de nada cuides!
Para ti, cuanto ocurre sea bendito,
sea trocado en gozo. Pues ¿qué podría
dañarte, corazón,
ocurrirte por donde vayas?
Como en la costa plácida, o el seno alzado
de la ola de plata, o la callada
hondura, el nadador
avanza, así estamos nosotros,
los poetas del pueblo, donde lo vivo
alienta en torno, a todo con amor dándonos;
si no ¿cómo cantar
a cada uno su propio dios?
Si las olas a alguno de los valientes,
nadando en su confianza, absorben y hunden,
y la voz del cantor
en el azul ámbito calla;
murió alegre, y aún lloran los solitarios,
en su bosque, la suerte del más amado,
y la muchacha escucha
la endecha muerte en la espesura.
Si alguno de los nuestros pasa, en la tarde,
donde se hundió el hermano, recuerda entonces
el final que le aguarda,
calla, y marcha más confortado.
Friedrich Hölderlin. Poemas. Trad. e introduc. de José María Valverde. Ed. Icaria, 1983
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