El olor de un recuerdo.
Isabel García Mellado se supera, con creces, con su segundo poemario "Cómo liberar tigres blancos". Si ya en "Tic tac, toc toc" hechizaba con su capacidad de jugar con el lenguaje y crear un universo propio dando un sentido increíble y personal a las palabras que usamos todos, ahora va mucho más allá: consigue generar en el lector una sensación de angustia y a la vez -contradicción- la necesidad de retomar la lectura para evadirte de esos pensamientos que irremediablemente te invaden.
Una imagen para definir estos poemas, siguiendo un poco la estela del libro, sería algo así como una mano helada y azul que me presionó la garganta mientras leía (también un rato luego) y que susurraba en voz muy baja "Que esto no sólo te pasaba a ti, idiota..."
Como muestra, un pequeño fragmento, pero es que hay que leerlo.
(...)
aquí cabe otro cuerpo,
una ciudad de estrellas,
la yerba hecha instrumento,
el horizonte
aquí parís descansa con todos sus colores,
londres enciende neones,
berlín sigue creciendo
la noche avanza deslizando sus ruidos
como una marea con sus peces
el brillo de este cuerpo se rebela y después hierve,
alguien
desde algún sitio al final de una calle
se da cuenta y se vuelve
la persona en la que resido acurruca los nidos
en el refugio azul que contienen sus sueños,
apaga la luz con el origen de sus manos
y piensa en el sentido de lo inmenso:
plata, fogón, lluvia, sendero