domingo, 11 de abril de 2021

"El mito de la belleza" - Naomi Wolf


Leer “El mito de la belleza” de Naomi Wolf no me ha servido tanto para descubrir un concepto que ya tenía muy interiorizado, como para volver a reflexionar sobre él y sobre otros muchos que creo que van de la mano.

A principios de la década de los 90 del siglo pasado, la publicación de este libro fue un bombazo. A España llegó en 2002 de la mano de Salamandra, en una edición que ya casi nadie recuerda y que en todo caso es ya inencontrable. Así pues, la editorial Continta Me Tienes ha venido a reparar este vacío que para muchas feministas ha sido un acontecimiento. El libro se publica en septiembre de 2020 y ya digo, nada nuevo bajo el sol, un tanto repetitivo en su discurso y estructura pero con un mensaje que sigue habiendo que difundir a voces y que, por desgracia, sigue siendo tan actual como hace 30 años.

pág.53 La discriminación por criterios de belleza se ha hecho necesaria no por considerar que las mujeres puedan no ser suficientemente aptas, sino por el hecho de que sean, como siempre han sido, doblemente aptas.

Se dice pronto pero pasan décadas y hay cosas que parecen seguir igual. Nuestros gustos no responden a preferencias personales sino a inclinaciones aprendidas y diseñadas desde esferas más o menos invisibles y a través de formas más o menos sutiles que apenas percibimos pero se nos calan sus mensajes como la lluvia a través de un paraguas improvisado con un trozo de cartón.

pág.75 Un empresario no puede demostrar la incompetencia de una empleada calificándola simplemente de incompetente. Pero como la «belleza» vive en lo más profundo de nuestra psique, ahí donde la sexualidad se combina con la autoestima, y puesto que se define, de forma útil, como algo que te otorgan desde fuera y que siempre te pueden arrebatar, decirle a una mujer que es fea puede hacer que se sienta fea, que actúe con fealdad, que sea fea en todos los sentidos, si sentirse bella es lo que hace que conserve su integridad.

De poco vale que una personita adolescente no consuma revistas ni tenga interés en las tendencias de moda de su tiempo, si el resto de su clase empieza a vestir de una forma determinada y no quiere sufrir exclusión social ni que se le señale por ser diferente. Es solo un ejemplo, esto nos sucede con las tendencias que vemos paseando por la calle, la influencia de quienes nos rodean y, por supuesto, de los medios de comunicación, publicidad y un largo etcétera. 

Alguien decide cómo llevas depilados los genitales y el estampado de tu camiseta low cost, que es el resultado del copia-pega que cada temporada estructural y jerárquicamente va descendiendo desde las pasarelas de alta costura. Siempre hay alguien que ha tomado las decisiones igual que hay alguien poniendo las líneas a los mapas. No has inventado la rueda y cuanto antes deconstruyas el mito del libre albedrío, antes empezarás a poder disfrutar de lo más parecido que puedas experimentar en materia de elección consciente e informada en esta sociedad extremadamente encorsetada en la que has venido a nacer.

Personalmente, lo que más me ha estremecido leyendo este libro, ha sido lo referente a la cirugía plástica, que tiene su origen en la reconstrucción de cuerpos mutilados en las guerras y que ahora es una herramienta de belleza más, como lo es un peine o una barra de labios. Naomi Wolf es muy expresiva y plástica, gore, cuando trata el tema de las mutilaciones o reubicaciones de grasa corporal, así como los implantes y demás sustancias más o menos tóxicas que acaban dando lugar a rostros inexpresivos o inhumanos cuando las cirugías faciales se llevan al límite. Volvemos al descubrimiento de la rueda y al espejismo de la libre elección que mencionaba al principio: es algo que las personas hacen para estar bien consigo mismas, o para gustar, o viceversa, o ambas. 

Es decir, en un mundo deshabitado, o habitado tan solo por su pequeño círculo que les aceptan por quienes son, no por cómo se ven, ¿también se mutilarían? Nunca lo sabré. Solamente puedo reflexionar por mí y, como persona muy tatuada que cree no haber seguido modas al respecto y que ha diseñado todos y cada uno de sus tatuajes dotándolos de una carga simbólica personal muy bestia… dudo mucho que me hubiera tatuado en un mundo habitado solo por mí o por tres o cuatro personas más. Es decir, en cuestión de modificaciones corporales creo que siempre hay un componente social muy grande. Esto no es bueno o malo en sí mismo, simplemente es fundamental interiorizarlo para vivir de forma más consciente, eso es todo. Naomi Wolf se lo explicará mejor.