martes, 16 de mayo de 2017

La vida de los clones - Miguel Espigado



La actividad de Miguel Espigado (Salamanca, 1981) se desarrolla entre letras: su formación universitaria se centra en la Teoría de la literatura, Hispánicas y Análisis textual, ha publicado novela y ensayo, y ha impartido clases de idiomas en diferentes países, así como talleres de escritura.

Para la publicación de “La vida de los clones”, la editorial Aristas Martínez parece una candidata ideal, puesto que se centra en la publicación de obras que se encuentran en el límite de los géneros. Su ecléctico e inclasificable catálogo contiene libros de poesía, ensayo, novela y cómic.

Empatía VS ser humano
Continuamente da la impresión de que, en su mayoría, el ser humano sólo se moviera por la fuerza de su propia inercia, desarrollando incapacidad para la empatía, desinterés por su propio crecimiento intelectual, poca facilidad para detectar la injusticia y un largo etc. Así, muchas veces se afirma que algunos individuos siguen respirando únicamente porque se trata de una actividad automática.

En literatura, como medio artístico útil para despertar conciencias entre otras funciones estéticas y culturales, se ha usado la desfamiliarización para presentar una realidad que resulte extraña al lector, ante la cual no haya desarrollado aún mecanismos de respuesta y de este modo se enfrente al texto con las barreras mentales deconstruídas. Así por ejemplo, obras que integran el absurdo, exageraciones, esperpento u otros en esa línea, realidades paralelas que suelen tener retazos de fantasía, humor ácido o paralelismos con situaciones conocidas pero que han sido muy tergiversados a propósito para conseguir esa sensación de extrañamiento en el lector.

Esto es lo que tenemos en “La vida de los clones”, una novela en la que al principio cuesta un poco captar el contexto en el que se desarrolla, pero que una vez dentro, absorbe totalmente la atención del lector. A medida que avanza, se hace más patente la intención del autor, que no es otra que denunciar una serie de realidades sociales que todos conocemos, y lo hace a través de la figura de los clones como veremos a continuación.

Clones, privilegios y colectivos opresores
Se podría decir que Miguel Espigado ha volcado en los clones todas las atrocidades que a lo largo de la Historia se han cometido (y aún se cometen en la actualidad) contra colectivos oprimidos como pueden ser esclavos, colectivo LGTBI, indigentes, judíos, mujeres y un larguísimo etcétera… sin olvidar a los animales, que no por pertenecer a otra especie son menos seres vivos que los humanos.

En la realidad paralela que observamos en “La vida de los clones”, la sociedad capitalista ha dado lugar a la creación de criaturas de fantasía, como podrían ser los llamativos peluches de cualquier juguetería infantil a los que se les haya insuflado vida para el goce y disfrute de los humanos. La creación de esta nueva raza da lugar a una amplia problemática que no vamos a desvelar aquí, y a la reacción del ser humano ante esta situación. Milenios de crueldad documentada bien pueden servir como prueba para imaginar cómo sería la respuesta humana en estas circunstancias. Si una de las capacidades del historiador es pronosticar acontecimientos en el futuro basados en la experiencia del pasado, la del literato bien puede ser profetizar aquellas que se den en escenarios imaginados (que, por otro lado, no son más que metafóricos y aplicables por tanto a realidades conocidas).

La ciencia-ficción deconstruida
A nivel técnico, hay que reconocer que la novela es una virguería. No sólo mantiene y defiende sin lagunas una sociedad paralela inventada, poblada por unas criaturas de lo más extravagantes, sino que la redacción es impecable y denota un gran conocimiento de la vida en las grandes ciudades chinas, que es donde se basan los escenarios de la novela.

Su rostro me resultó tan inexpresivo como el de todos esos pekineses que realizan una tarea con tal desapego que ni siquiera parecen aburridos.

Además de la opresión a colectivos como tal, y siguiendo la línea de la denuncia ante injusticias sociales, vemos reflejadas en los clones muchas otras problemáticas que conocemos, tales como la maternidad subrogada, la inmigración, la adopción, la bioética, la explotación reproductiva en animales, el comercio y consumo de cadáveres, etc.

El hombre había frenado las posibilidades de mejorar su especie a través de la selección natural y arrastraría para siempre una enorme cantidad de fallos de diseño genético debido a la naturaleza imperfecta de la evolución natural. Por comparación, los clones podían escalar etapas evolutivas a velocidades increíbles.

Otro punto muy destacable es la configuración de los personajes y las interacciones entre ellos. Tanto el clon que es la voz narradora y protagonista principal, como el resto de personajes que intervienen, son complejos y están bien diseñados. Además de servir de ejemplo de todas las injusticias y casuísticas que hemos comentado antes, también nos sorprenden protagonizando escenas de humor negro, paradójicas o escatológicas, contrapuntos que consiguen crear un tono general en la novela que termina resultando hipnótico.

domingo, 14 de mayo de 2017

Los hombres me explican cosas - Rebecca Solnit


Tenía muchísimas ganas de hacerme con este libro, ya ni siquiera recuerdo dónde lo vi recomendado. Consta de nueve capítulos diferenciados, que si bien giran todos en torno al feminismo y en varias ocasiones reiteran conceptos y temas, el que abre el volumen y da título al libro era el que más me interesaba: “Los hombres me explican cosas”.

Hay algo que se repite cada vez que una mujer denuncia alguna actitud machista públicamente: antes de hacerlo debe aclarar que no odia a los hombres, que ama a su padre y a sus hermanos si los tiene, que muchos de sus profesores, médicos y artistas favoritos varones, han influido de forma positiva en su vida, que tiene amigos, quizá amantes y también compañeros de trabajo bio-hombres, cis-género y toda la parafernalia XY, a los que adora. Personalmente, me da igual que alguien que no me conoce deduzca que odio-a-todos-los-hombres-del-planeta después de leer mi reseña sobre este libro.

Y es que hay una actitud que podemos ver a diario en las discusiones por las redes sociales y que Rebecca Solnit critica duramente: muchos hombres que no agreden a las mujeres de ninguna manera (o también precisamente quienes lo hacen pero se ofenden porque no lo quieren reconocer en público) empezaron hace tiempo a utilizar la etiqueta en Twitter #notallmen, que pretendía ridiculizar la lucha feminista por el simple hecho de que no todos los hombres del planeta fueran unos delincuentes. Las feministas, indignadas por el hecho de que los hombres parecieran querer recibir una galletita a cambio de no tener actitudes machistas (como explica irónicamente Solnit en este libro), comenzaron a oponerse a esta etiqueta con la muy acertada #yesallwomen, que significa que, si bien no todos los hombres son unos agresores y muchos son aliados en la lucha feminista, sí que todas y cada una de las mujeres han sufrido, sufren o sufrirán las consecuencias de nacer mujer en una sociedad heteropatriarcal y falocentrista: nada más nacer, perforarán sus orejas en base a lo que tengan entre las piernas; llevarán vestidos que resultarán incómodos para jugar; no podrán participar con la misma libertad que un niño en juegos masculinos como el fútbol, o si lo hacen tendrán que soportar que las llamen machirulas y otras lindezas semejantes; cuando cumplan unos años, empezarán a cuidar su atuendo y su forma de expresarse para evitar que los hombres den por hecho que les están incitando con proposiciones sexuales; asumirán como algo normal el acoso sexual callejero diario (miradas y gestos, gritos, silbidos y opiniones no solicitadas, agresiones físicas en espacios públicos, etc.); cuando sean mayores y tengan parejas masculinas, se arriesgarán a que las insulten, las amenacen, las violen, las peguen, o las maten. Cada vez que un hombre me contradice e insiste para que acepte que estoy exagerando, respondo lo mismo: “Bueno, cuando seas mujer me lo cuentas”.
Me sorprendí a mí misma cuando me di cuenta de que al escribir este ensayo comencé hablando de un incidente gracioso y acabé hablando de violación y asesinato. Esto me ayudó a ver de forma más nítida el hilo conductor que liga las pequeñas miserias sociales con el silenciamiento violento y las muertes violentas. Creo que comprenderíamos mejor el alcance de la misoginia y la violencia contra las mujeres si tomásemos el abuso de poder como un todo y dejásemos de tratar la violencia doméstica aislada de la violación, el asesinato, el acoso y la intimidación en las redes, en casa, en el lugar de trabajo y en las aulas; si se toma todo en conjunto, el patrón se ve claramente.
Y es que hay cosas que sólo se conocen realmente cuando te pasan, y más para quienes adolecen de falta de empatía. Al igual que, por mucho que te lo cuenten, hasta que no lo experimentas no sabes cuánto duele hacerse un piercing o un tatuaje, la satisfacción que se siente o cómo es viajar o vivir sola, o cómo es perder a un familiar, a una mascota o la última reliquia que conservabas de alguien que despareció de pronto. Es imposible, por más que te lo expliquen, son cosas que sólo entiendes cuando te pasan.

Hace años, una amiga que salía con un hombre veinte años mayor que ella, me contó algunas cosas sobre su relación. Ella le adoraba con veneración, le veía como a su salvador, mentor, casi como a un dios, estaba totalmente sometida y hacía lo que él quería en todo momento. A través de todos los detalles que conocí, esa relación apestaba. Pero hubo algo en concreto que no conseguí olvidar, y es lo siguiente: me dijo que él era intelectualmente imbatible, y que le enseñaba muchísimas cosas, y que eso le encantaba. Pero que, como ella no le llegaba ni a la suela del zapato en lo que a cultura y conocimientos se refiere, cada vez que él le hacía una pregunta para lucirse, ya de entrada él se adelantaba a su posible respuesta y le decía: “Bueno, bueno, da igual, no contestes: ya te lo explico yo, porque total, seguro que no lo vas a saber”. Y, ¿sabéis que era lo peor de todo? Que ella se reía. Y le dejaba hablar.

La violencia no tiene raza, clase, religión o nacionalidad, pero tiene género.

Este caso, que aún después de tanto tiempo me pone los pelos de punta cuando lo recuerdo, es lo que una rama del feminismo estudia bajo el término mensplaining, que en castellano no tiene traducción en un solo término tan efectiva y oportuna como el original en inglés, y que pone nombre a esa realidad paternalista que sucede cuando los hombres dan por hecho que las mujeres, por el hecho de serlo, saben menos que ellos sobre cualquier cosa. La explicación más detallada que se da en el libro es la siguiente:

Este término surge de la contracción en inglés de la palabra man (hombre) y del verbo to explain (explicar). Según la definición del Diccionario Oxford: “Dícese de la actitud (de un hombre) que explica (algo) a alguien, normalmente a una mujer, de un modo considerado, condescendiente o paternalista”; recoge la idea de una acción que obvia los conocimientos, inteligencia y la familiaridad que la mujer posea respecto a ese asunto, infantilizando a la interlocutora. Desde su creación ha sido muy popular al considerarse un término necesario para definir un concepto antiguo y una experiencia frecuente. 

Además de ahondar sobre este término y enlazarlo directamente con la violencia machista, Solnit también aborda muchos otros temas relacionados. Por ejemplo, cómo se previene a las mujeres para que se protejan de una violación pero no se enseña a los hombres que no deben violar, lo que cuanto menos, resulta irónico (y también, muy significativo de cómo funcionan las cosas en el mundo en el que vivimos: se pide a las mujeres que no salgan por la noche para que no las ataquen pero a nadie se le ocurre prohibir salir a los hombres para que no ataquen, etc.). Habla también de la igualdad en las parejas sean o no del mismo género, de la utilidad de todas y cada una de las reivindicaciones feministas, aporta muchísimas cifras escalofriantes (sobre todo estadounidenses, puesto que la autora es de Connecticut), reflexiona acerca de la “cultura de la vioalción”, etc. Son nueve artículos breves, de unas quince páginas cada uno, y no ha habido una sola palabra con la que no haya estado de acuerdo o hubiese puntualizado, me ha encantado. Me parece absolutamente necesario el empoderamiento femenino y Rebecca Solnit es uno de esos pilares (con los conceptos muy claros) en los que apoyarse. Para quienes prefieran ver vídeos en YouTube para aclarar y ampliar conceptos feministas, dejo enlazados dos canales que veo mucho últimamente y que recomiendo totalmente.

Andy Asadaf

Ayme Roman

martes, 9 de mayo de 2017

Cáscara de nuez - Ian McEwan



La novela más reciente de McEwan tiene una sorpresa escondida en su interior. En “Cáscara de nuez” poco importa la trama, lo que resulta totalmente atrayente desde el principio es el hecho de que se haya elegido a un narrador poco habitual, el bebé a punto de nacer que una de las protagonistas porta en su interior.

Esta peculiaridad hace que por fuerza se hayan introducido elementos fantásticos en una trama real; además, es una decisión que literariamente puede dar mucho juego para exponer los hechos de formas poco habituales. No he podido resistirme a una novedad tan llamativa, que además ha superado con creces mis expectativas.

Encerrado en la cáscara de una nuez
“Cáscara de nuez” es un bonito título que surge de “Hamlet”, Shakespeare, siguiendo la costumbre de Javier Marías de extraer citas de obras shakesperianas para titular las suyas (otra cosa que une a ambos escritores, es que desde 2011 Ian McEwan es Duque de Perros negros de Redonda, la isla que reina Javier Marías en la distancia, con lo cual la asociación entre ambos queda aún más clara).

Algo divertido que nos hace pensar antes aún de lanzarnos a leer la novela, es el hecho de que el narrador sea un nonato, un feto en avanzado estado de gestación, que ratificará con un argumento más (únicamente literario, eso sí), la posición de aquellos que estén en contra del aborto.

“Cáscara de nuez” se sitúa en Londres pero casi todas las escenas suceden en el interior de una casa y apenas se hace alguna referencia al entorno, el escenario no influye en absoluto, es Londres como podría ser cualquier otra gran ciudad del mundo en la que los actos más oscuros de los personajes pasen desapercibidos en el bullicio general: donde un bebé que está a punto de nacer sea aún más anónimo e invisible si cabe. Siguiendo con Londres, en las primeras páginas encontramos algunos comentarios satíricos sobre las intromisiones inconstitucionales del heredero al trono de Reino Unido, críticas que no van más allá y en cualquier caso, el objetivo de la novela, como veremos más adelante, no es la crítica política.

Un pequeño filósofo narrador
Los personajes principales son tres, una mujer llamada Trudy y dos hermanos que completan el desafortunado triángulo amoroso: uno de ellos, John, es un poeta culto y sensible, padre del bebé; su hermano Claude es desagradable y maleducado, ha provocado la ruptura de los otros dos. Pero hay alguien más, la criatura que porta Trudy y que es quien narra la historia, un pequeño filósofo sin nombre a quien es muy fácil tomar cariño desde el principio. Ahora veremos por qué gracias a la afortunada decisión de darle voz, la novela es una auténtica virguería.

Ian McEwan tiene una obra muy extensa y ha demostrado con creces ser un excelente narrador, pero se diría que en esta novela ha alcanzado cotas de perfección, lirismo y limpieza técnica que nos obligan a situarle en un nivel superior, y sin lugar a dudas, a quitarnos el sombrero ante su hazaña.

Y yo la quiero, ¿cómo no iba a quererla? La madre a la que aún no he visto, a la que sólo conozco desde dentro. ¡No es suficiente! Anhelo su ser externo.

El pequeño filósofo narrador no toma parte activa en la trama, sólo interviene en el mundo real ocasionalmente, cuando decide patear desde dentro la tripa de su madre. Y sin embargo su visión particular adquiere tanto protagonismo, que por momentos los hechos que configuran la trama pasan a un segundo plano, he aquí la magia de la literatura. Además, los acontecimientos que se narran no son felices, se trata de una trama patética y delictiva, y sin embargo a veces resulta cómica, aportando el pequeñín un contrapunto tierno y vitalista, absolutamente delicioso.

Conclusiones finales
Es posible que la Biblioteca del Sueño del castillo de Morfeo (la que alberga los libros escritos o imaginados en sueños como nos explicó Neil Gaiman en “Sandman”) albergue un buen puñado de novelas en las que un feto humano sea el narrador, en todo caso es una idea muy arriesgada para llevar a cabo y conseguir que funcione: podría sonar absurdo con mucha facilidad y es necesario escribir muy bien y tener  a mano un arsenal de recursos narrativos para que el frágil entramado no se derrumbe. En este caso, McEwan ya había disipado cualquier duda sobre su calidad narrativa en sus trabajos anteriores (“Expiación” puede que sea uno de sus títulos más conseguidos); en “Cáscara de nuez”, como decía antes, se reafirma como un gran escritor.

Es muy loable el hecho de que no se haya excedido en la extensión, la novela ocupa poco más de 200 páginas; muchas novelas contienen montones de páginas prescindibles, y si no es necesario todo ese espacio, para qué alargarlo. Muchos autores se suben al carro de las novelas interminables (también debido a las imposiciones editoriales a veces), libros más largos dan lugar a precios más altos.

La novela abarca una franja de tiempo muy breve, aproximadamente unas pocas semanas previas al parto; poco a poco los hechos se precipitan, siguiendo la trayectoria que inevitablemente se intuye desde el principio. Esto no quiere decir que sea previsible, es más, este es uno de esos libros que se disfrutan más por cómo están contados que por lo que cuentan. Las reflexiones del diminuto cronista nos dan pie a pensar más allá de la trama, y reflexionar sobre las relaciones humanas, el desapego y el materialismo de la sociedad actual, entre otros temas que se encuentran entre líneas. Creo que es recomendable para un público muy amplio, y espero que la disfruten tanto como yo lo he hecho.