sábado, 29 de noviembre de 2014

Entrevista a Inma Luna a propósito de su novela "Mi vida con Potlach"


“Mi vida con Potlach” es una de las sorpresas editoriales de los últimos meses. Se trata de una novela que se aleja rotundamente de la mediocridad habitual gracias a la profesionalidad de su autora y la falta de aspiraciones engoladas: difícilmente dejará indiferente a los lectores de buen criterio literario. Su autora, Inma Luna (Madrid, 1966), es periodista y antropóloga. Antes había publicado una gran cantidad de producción literaria, siendo esta su primera novela. Acaba de reeditar su primer poemario, “Divina”, también con Baile del Sol, y otro de sus poemarios más recientes es “Cosas extrañas que sin embargo ocurren”, a cargo de la editorial Cangrejo Pistolero (2013). Atendiendo a su producción en prosa, existe un libro de relatos titulado “Las mujeres no tienen que machacar con ajos su corazón en el mortero” (Baile del Sol, 2008).

Esta entrevista surge por la gran calidad de la novela que tenemos entre manos: “Mi vida con Potlach”. Después de leerla, estábamos deseando conocer a Inma y preguntarle acerca de un buen puñado de cuestiones. Su predisposición para concertar una cita y realizar la entrevista fue inmediata, y comprobamos en persona que su amabilidad es tan grande como la sonrisa que luce en todas sus fotografías. Nos citó en un local absolutamente encantador, y tras un té de nombre evocador y la mejor música de fondo, esto fue lo que nos contó: 


“Mi vida con Potlach”, el proceso.

Pregunta: En primer lugar, hasta ahora conocíamos su trayectoria literaria a través de sus relatos publicados, pero principalmente por su poesía, que además nos parece muy íntima, muy femenina y muy personal (que se aleja un tanto de la poesía narrativa)… ¿cómo surge ese salto a la novela, qué sucede?

Respuesta: Aparte de poesía, siempre he escrito también relatos: para mí, la diferencia esencial entre escribir poesía y narrativa está sobre todo en lo que hay de ficción en cada cosa. En la poesía no hay nada de ficción, es decir, todo lo que pongo sobre el papel es lo que realmente pienso, lo que siento. Quizá no todo lo experimento, pero sí es mi visión del mundo. Ahí no hay nada ficticio, no hay ningún personaje creado. Para eso me habían venido muy bien los relatos, había conocido muchos personajes muy interesantes.

P: No ha caído en la trampa del poeta que de pronto irrumpe en la narrativa escribiendo prosa lírica o incluyendo poemas entre los capítulos… ¡y queremos darle la enhorabuena por ello! ¿Cómo ha sido la experiencia escribiendo narrativa?

R: Yo tenía una idea en la cabeza: quería contar cómo a veces, aunque nos cerremos a las sorpresas que la vida nos depara, la vida se empeña en irnos cambiando ese trayecto: cómo era casi inevitable que la vida fuese cambiando el camino que tú has elegido. Pero no sabía con qué historia iba a explicar esto. Entonces, como no tenía experiencia en novela, al principio empecé a redactar esquemas, a pensar por capítulos, a hacer la dinámica que puedes encontrar en cualquier taller de cómo escribir una novela. Bueno, pues fui incapaz de funcionar así. Entonces, empecé a escribir de una manera más intuitiva, y en ese otro comienzo surgió Luis, el protagonista de la novela, que en principio yo no sabía ni siquiera si iba a ser un hombre, no lo tenía nada claro.

Pero de repente aparece esta voz y me resulta muy potente. Entonces me dejé llevar absolutamente. Y de verdad que ha sido un personaje agradecidísimo porque me ha contado muchas cosas. Ha habido mucha parte mágica, porque realmente me dejaba llevar. Tenía todas las facetas que yo necesitaba para contar esta historia: esa cierta paranoia, esos problemas que tiene, cómo intenta que su vida se convierta en una cuadrícula para salvarse del dolor… que en realidad es por lo que yo creo que a veces nos volvemos un poco inmóviles, porque creemos que cualquier paso que demos puede hacernos daño. Si no tuviésemos miedo al dolor seríamos mucho más osados. Necesité un trabajo de constancia, que es lo que requiere esto por contra de la poesía, (que para mí no requiere ningún esfuerzo).

P: ¿Cómo describiría la experiencia al darle voz a un protagonista masculino?

R: Ha sido muy, muy, muy interesante porque en cada tesitura que Luis se encuentra yo tengo que pensar como él, y tengo que entender por qué él piensa así, por qué se relaciona de esa manera con las mujeres, qué le ha pasado para tener esos prejuicios cada vez que se enfrenta a una relación, qué miedos le atenazan y por qué… y ver esto desde un punto de vista masculino, cuando yo además he hecho una literatura muy femenina. Ponerme en la piel de Luis ha sido un ejercicio precioso, porque me ha servido a mí también de mucho. Ponerte en lugar del otro pero no de una manera paternalista. Y la verdad es que los lectores hombres me han dicho que le veían bastante real, que era un hombre sensible pero que no parecía algo impostado.

P: ¿Por qué le interesaba meterse en la piel de un personaje con problemas mentales? ¿Hay un por qué?

R: ¡Eso también fue cosa suya! (Risas). En principio tampoco tenía pensado que tuviese ningún problema mental. Me venía muy bien ese punto de inflexión en un momento de su vida, cómo él empieza con esa crisis brutal que tiene, para que se replantearse qué hacer. Ese aspecto es muy útil para indagar en esa mente, en su forma de ver la vida, y también para ver cómo se enfrenta a otra visión con la que él no está familiarizado, y sobre todo, cómo se da cuenta de que tiene sentimientos que desconocía: intentar ayudar a gente que no conoce, que le ayuden a él…

P: ¿En qué proyectos literarios está trabajando actualmente?

R: Estoy trabajando en otra novela, pero igual, con paso lento porque me cuesta, y además casi no corrijo, con lo cual cada página esta destilada absolutamente: tardo muchísimo en escribirla porque no me gusta lo superfluo en nada, ni en la poesía ni tampoco en la novela. No quiero contar cosas que no sean imprescindibles, por eso voy corrigiendo a la vez que escribo, el proceso es lento. Estoy escribiendo una novela que creo que tiene muy poco que ver con ésta tanto en el tono como en los personajes; quería en principio que fuese un poco más ligera porque ésta es un poco densa en algunas partes, pero… ¡no me está saliendo tampoco tan ligera como me gustaría! (Risas). También estoy haciendo un poemario que sacaré para el mes de julio con una editorial de Huelva que se llama Crecida.

- La escritora Inma Luna -

Feminismo en la literatura.

P: Actualmente existen movimientos de carácter feminista, de igualdad de géneros, tanto a nivel político y social como, concretamente, literario.  Por ejemplo, se está presentando por muchas ciudades el documental “Se dice poeta” de Sofía Castañón, que reivindica la igualdad de la presencia femenina en todos los ámbitos de la industria de la literatura, y en el que participan escritoras de tu círculo y/o generación. ¿Se siente identificada con estos movimientos? ¿Ha tenido que luchar con más fuerza en alguna ocasión dentro del ámbito literario por ser mujer?

R: Yo he tenido mucha suerte: cuando he querido publicar, he publicado. He escrito mucho de siempre, pero no he querido publicar hasta muy tarde porque todo lo que había escrito no me parecía digno de ser publicado. El primer poemario lo presenté a un concurso y gané la publicación, del que ahora ha salido la segunda edición (“Nada para cenar”). A partir de ahí casi todo me lo han ido pidiendo las editoriales.

Ahora bien: ¿qué le pasa a una escritora?, ¿qué le pasa a una mujer en general? Lo mismo, la misma dinámica que podemos experimentar en cualquier otro campo pasa en la literatura. Casi siempre somos un grupo aparte. No hay todavía un campo abierto de hombres y mujeres en nada: están los hombres, que ocupan la parte genérica de cualquier cosa (del arte, de la literatura…), la parte masculina es la que puede interesar a todo el mundo, siempre nos encontramos con esa barrera.

Me preguntan: ¿tú escribes para mujeres? ¡Pues no, nunca en mi vida he escrito para mujeres! ¿Escribo como mujer? Pues claro, escribo como mujer como pinto como mujer, como aprieto un tornillo como mujer… todo lo que hago en mi vida lo hago como una mujer, y además no reniego de eso para nada. Y lo que siento y experimento no me planteo si es femenino, es que es mío y sale de mí. Pero es que creo que ningún hombre se plantea si lo que hace es masculino. El problema que veo es que todo lo masculino es genérico, como ocurre con el lenguaje, y luego está lo femenino, que casi siempre son intereses que sólo corresponden a una parte de la sociedad. Parece que lo femenino no interesa en general, con ese choque te encuentras siempre. Tenemos que tener una alarma constante.

Por ejemplo, yo noto que me invitan mucho a festivales, a recitales. Pero a mesas redondas me invitan a muy pocas, esas casi siempre son de hombres… ¡salvo que hablen de literatura femenina! Entonces sí me llaman. Estoy segura de que quien lo organiza ni siquiera se acuerda. Tenemos que estar alerta. A veces no sabría decir si es discriminación… que sí que lo es… a lo mejor no voluntaria, pero existe, y se percibe.

Mi trabajo no sólo va destinado a las mujeres: hablo de la vida, que nos interesa a todos, y hablo de la maternidad porque me parece una experiencia relevante, pero no sólo para las mujeres. Este tema sólo se utiliza a nivel universal cuando interesa, es decir, cuando se trata de comprar cosas: si te interesa que los padres tengan en cuenta que tienen que comprar. En general parece que la maternidad es una cosa de la mujer, tanto para bien como para mal. Si quien diese a luz fuese un hombre, ¿te imaginas?, ¡tendría todos los privilegios del mundo! Y la maternidad no es una debilidad: es lo que hace que el mundo siga. El hecho de que ahora esté de moda hablar de algunos temas feministas me parece maravilloso.

Oigo a muchas mujeres más jóvenes que yo: “Soy feminista, pero no radical”. ¡Pero es que tienes que ser radical  hasta el máximo… radicalísima! Nos las cuelan, hay miles de cosas que no eres consciente que estás haciendo o te estás tragando en la tele y esto no tiene que ser así. Tenemos que ser muy radicales, claro que sí: muy radicales pero no en el sentido de ataque, es una cuestión de defensa.


Cuestiones sociales, literarias y más.

P: ¿A nivel global, qué opinión le merece el panorama literario actual de este país?

R: No estoy muy al tanto, pero lo que veo es que hay corrientes subterráneas, gente haciendo cosas que me parecen interesantes. De la literatura española contemporánea no me gusta casi nada. Hay excepciones, pero en general lo que llega a las librerías y lo que aparece en Babelia me parece malo, o por lo menos a mí no me interesa. Coordino un club de lectura y hemos leído cosas muy buenas y otras que te preguntas cómo se pueden publicar y vender durante tanto tiempo. Leímos “La alegría es un té contigo” de Mamen Sánchez… no puede estar peor escrito. Pero es que el último de Julia Navarro (que también lo leímos porque iba a venir a la librería) me pareció nefasto.

En poesía hay cosas que me encantan, y muchas son mujeres. Me encanta lo que están haciendo Ana Pérez Cañamares, Sofía Castañón, Sonia San Román… hay gente que está haciendo un trabajo muy bueno. Pero, ¿cómo está el panorama? Como todo, difícil, la cultura está en declive absolutamente. Luego hay grupúsculos semi mafiosos haciendo cosas de las que no participo, me muevo en ambientes mucho más gratificantes. La gente que he conocido en el campo de la literatura ha sido muy generosa conmigo.

Cuando me preguntan: “¿Vives de la poesía?”, digo: “Sí, vivo de la poesía porque es lo que me da la vida”. Recitar para la gente me encanta, porque hay un punto de conexión preciosa, es como un paso más del libro.

P: ¿Cuáles son sus principales referentes literarios?

R: Mi diosa es Clarice Lispector, es la escritora que más me gusta y más difícil me parece, pero siempre que la leo pienso: “Yo quiero hacer esto, quiero escribir con esta depuración”. Ella era una mujer que pensaba tanto en la literatura, que todo lo que ha escrito sobre literatura, yo lo firmaría. Es como si leyera lo que pienso, me encanta. Aparte, hay libros sueltos… me gusta volver a los libros de Juan Rulfo, “Pedro Páramo” y “El llano en llamas”, que son dos libros deliciosos; Yasunari Kawabata también me gusta mucho; algunas cosas de Gioconda Belli me parecen muy interesantes, las manos comerciales, quizá. En poesía me gustan Jaime Sabines, Laya…

P: Una de las grandes cualidades que ennoblecen a algunos de los personajes principales de esta novela, es su generosidad sin fisuras, ¿cree que es una de las grandes taras de la sociedad, la falta de empatía y de generosidad entre las personas?

R: Creo que no está perdido, que hay gente muy generosa, lo que pasa es que no sabemos mucho de ella. Esa gente no llega a los medios de comunicación, se ve mucho más la suciedad que nos rodea, que en esa no hay ninguna empatía, efectivamente.

El otro día fui a una Caixa, tienen un cuaderno con los pisos que venden, lo cogí y estaba lleno de dramas: cada piso de esos se lo han quitado a una familia y lo venden por una miseria. Es tan triste ver eso… ¡que te lo ofrezca una entidad que está ganando millones y millones, y tenga ahí esa exhibición del dolor! Es terrible, es horroroso. Se lo dijimos al director, “Estos son los pisos que quitáis a la gente”. Claro, no saben qué decir porque no pueden justificar eso.

Pero entre esa gente que han echado de los pisos estoy segura de que a su alrededor hay gente generosa que les está ayudando a sobrevivir, porque si no, ¡estarían las calles llenas! Así, hay una red de gente que está ayudando a los que estos están destruyendo. Ayer oía que la gente sigue aguantando gracias a la economía sumergida… mentira, siguen aguantando gracias a las familias, de las pensiones de los ancianos, de los 500 euros de la pensión, esa persona, sus hijos y sus nietos. Si eso no es empatía y generosidad… Esa gentuza nos está robando y además quiere hacernos creer que la culpa es nuestra. Viendo estos agujeros, ¿cómo pueden decir que es inviable la renta básica de Podemos? ¡Suma, suma todo lo que has robado!

P:  Esta novela nos transmite un gran mensaje de aliento, de la superación a pesar de las dificultades… ¿cuál es el mensaje principal que desea transmitir a los lectores?

R: Sobre todo me encantaría que pudiese ayudarnos a estar más abiertos a la vida. Aunque tiene momentos tristes, es esperanzadora. La sociedad está construida sobre unos cánones equivocados. Es un sistema que a veces se olvida de la persona, sólo mira lo superficial.

En la maternidad y la corresponsabilidad, ¿quién decide que una historia de una noche implique ya a dos personas de por vida? Es un tema muy interesante que va en paralelo a la novela. También estoy de acuerdo en lo que tú dices, es una novela de superación, y de descubrimiento. También de sentimientos. No hemos hablado de Potlach, pero no vamos a desvelar quién es… es un personaje que Luis no sabía que le iba a hacer tanta falta, y en realidad la novela es todo el tiempo que comparte con ese personaje, y cómo va formando parte de sí mismo. También es una novela de descubrimiento en ese sentido: cómo él descubre cómo pueden ser las mujeres, (no la que él tenía en su cabeza), cómo puede ser la gente, y cómo puede ser él mismo.

Todo le va haciendo a comprenderse a sí mismo para enfrentarse de otra manera al mundo. Creo que es una buena fórmula para todos: conocernos, entendernos, perdonarnos lo que nos tenemos que perdonar y tener esa visión un poco más relajada y optimista frente a lo que nos rodea.


Para saber más de Inma Luna, mantiene un blog de literatura y aquí encontramos una relación de su bibliografía.

lunes, 24 de noviembre de 2014

"El intelectual melancólico" - Jordi Gracia



“El intelectual melancólico” es un pequeño ensayo que encaja a la perfección en el catálogo de altísima calidad de Anagrama. Un reencuentro con la intelectualidad más pura, una dosis de finura y buen hacer en un mundo hostil donde los intelectuales parecen verse obligados a convertirse en melancólicos.

Jordi Gracia es catedrático de Literatura Española en la Universidad de Barcelona, así como crítico en periódicos catalanes y madrileños. Es autor de varios ensayos sobre historia de la literatura, otros sobre autores cuya obra admira y coordinador de diversas antologías.

Cómo detectar al intelectual melancólico
La principal aportación de Jordi Gracia es esa: la de exponer con gran claridad una teoría personal basada en la observación del mundo intelectual que le rodea, y hacerlo además con una finura, una elegancia, un buen gusto y una ironía tan sutil que es imposible no disfrutar leyéndolo incluso aunque uno no esté de acuerdo con lo que cuenta.

Y es que la conjunción de los términos “intelectual” y “melancólico” ya a priori es divertidísima, y anticipa a la perfección tanto el tema que se va a tratar como el tono desde el que va a enfocarse. Uno empieza a leer el libro y descubre además que el título inicial era “Panfleto contra el prestigio de la melancolía entre los intelectuales afectados por el síndrome del narciso herido” y si aún le faltaba alguna razón para seguir leyendo, ya las tiene todas.

El intelectual melancólico es, en fin, todo aquel  ser dedicado a las letras que ve con horror cómo sus publicaciones tienen menos éxito del que cree que por justicia merecen, y se enfada observando las cifras insultantemente elevadas de otros autores que cree que intelectualmente no le llegan ni a la suela del zapato. Entonces se ofende y ataca y piensa que cualquier pasado fue mejor, que el mundo de la cultura está tan muerto que ya casi desaparece.

Melancolía VS solemnidad
En este libro encontramos frescura, y las ganas de contagiar el amor por el conocimiento y por las cosas bien hechas. Porque si el intelectual melancólico no para de criticar a todos los escritores de medio pelo que no tienen calidad, gasta todas sus fuerzas en darles precisamente aún más publicidad. Lo que debería hacer, según este libro, es trabajar por aportar su trabajo de calidad al mundo de la cultura y dejar de criticar una inercia que con su mismo comportamiento está alimentando.

Es solo el tiempo el que pondrá a cada uno en su lugar: las obras de consumo de masas nunca pasan a la posteridad. Como bien dice Gracia, “casi cada nuevo libro de éxito y casi cada nuevo autor con público encarnan una agresión programada contra el buen gusto” pero también, “la calidad es exigua y es minoritaria, que las grandes obras son grandes porque son pocas”.

Así que, si uno consigue publicar en un medio que llegue a otros, ¿de qué sirve criticar la mediocridad que ya todos sabemos que impera y que muchas veces nos deja tan mal sabor de boca al comprobar que es precisamente lo que tiene éxito popular? ¿Por qué no convertir esa inquina y esa crítica mordaz en razones que estimulen el buen gusto en las masas?

El intelectual melancólico se escuda en la solemnidad como refugio contra los ataques de la estupidez imperante en el mundo de la supuesta cultura. Es una opción como cualquier otra, sí, pero, ¿es la mejor?

Un regreso al buen gusto es posible
No se trata solo de recuperar la calidad en el mundo de las letras, es algo que va más allá: signos de pérdida de nivel como sociedad no son sólo la falta de interés por la cultura o la enfermedad de la titulitis. Es la pérdida total de los valores, en un mundo en el que la palabra que te den no valdrá nada, el dandy de disfraz será el que más te mienta y los jóvenes, sentados con gorra visera a la mesa, fotografiarán el plato que van a comerse y lo compartirán en Internet satisfechos. Los viejos ya no son sabios de los que aprender por su experiencia sino muebles molestos de los que desprenderse con la mayor celeridad posible. Podrían hacerse listas interminables, en fin, de ejemplos similares.

Pues bien, ¿qué podemos hacer? Este libro nos contagia el entusiasmo por no seguir esa inercia y sin embargo sí releer a los clásicos, aprender de ellos, filtrar nuestras lecturas con lupa en el maremágnum de publicaciones y novedades de nuestras librerías favoritas. El mundo de la cultura no está muerto, por suerte. Huyamos de la mediocridad, tenemos mucho, mucho que aprender, sigamos haciéndolo. Autores como Jordi Gracia están ahí para ser nuestros aliados.



domingo, 23 de noviembre de 2014

"Quisiera tener la voz de Leonard Cohen para pedirte que te marcharas" - Oscar Sipán


El último libro de relatos de Oscar Sipán (Huesca, 1974) merece que vuelva a abrir la puerta de este blog con sonido chirriante de fondo y abra para ventilar mientras me quedo mirando un rato los post que cuelgan de las paredes.

Los relatos de Oscar Sipán son carne de concurso no amañado, su fuerza reside en las metáforas y en las historias que no pueden dejarte indiferente si las lees; en las vueltas de tuerca y en el forzado inteligente de situaciones. Lo que no son los relatos de Oscar Sipán, desde luego, es una colección de relatos más, eso por descontado. Aunque tenemos un formato típico con título y cita inteligente de escritor renombrado al comienzo de cada relato, también encontramos otros elementos que los distinguen de las colecciones de cuentos más tradicionales. Por ejemplo, el título del libro no corresponde a ningún cuento del interior. Quizá parece algo insustancial pero es algo que un lector que sabe apreciar los detalles, agradece. El título es el del libro, y nada más. Encontramos también guiños entre cuentos que los encadenan de alguna manera (sin ser unos continuación de otros) y que aportan consistencia y madurez al conjunto. Son trucos de escritor con tablas y saber hacer.

Por otro lado, los cuentos son breves y gozan de una precisión de cirujano, consiguiendo con un pequeño puñado de frases crear el efecto deseado en el lector: uno termina de leer con las cejas alzadas y la mirada recorriendo de lado a lado los muebles de la habitación, pensando acerca de la historia que acaba de leer, dudando si continuar rápido a por el siguiente o detenerse un poco más en los muebles de la habitación con el dedo entre las páginas del libro.
Son buenos, son muy buenos, no sabría cómo explicarlo mejor.

Acerca de Oscar Sipán, conviene añadir que invirtió el dinero recaudado en premios literarios para cofundar su propia editorial, que se llama Tropo y que a día de hoy sigue funcionando, y que ha publicado algunos libros interesantísimos entre los que se encuentra uno que últimamente sale casi a diario en la televisión, aquel en el que un soldado joven denuncia la podredumbre del esqueleto del ejército español. El libro, del que ya se han vendido miles y miles de ejemplares, se titula “Un paso al frente” y lo último que oí hace unos días es que el joven teniente L. G. Segura había sido detenido por órdenes de los bestias de sus superiores, que siguen enfadados por no haber sabido inculcar el miedo a denunciar en uno de los reclutas a los que domesticaban. Se ha organizado una protesta multitudinaria para la próxima semana.

Los cuentos de Sipán, por su parte, siguen recorriendo las mesas de los jueces de concursos literarios a día de hoy: la última noticia es que fue uno de los cinco finalistas del premio Gabriel García Márquez con “Quisiera tener la voz de Leonard Cohen para pedirte que te marcharas”. Habrá que seguirle la pista a partir de ahora, y enviarle la acostumbrada enhorabuena de sal desde este mar recién ventilado.