Leí “The Sunset Limited” teniendo muy presente desde el comienzo la novela “The Road”, del mismo autor, que es un libro sencillamente magistral, y he de decir que esta breve obra de teatro está sobradamente a su altura y mi consideración sobre McCarthy como uno de los mejores escritores que he leído, sigue intacta.
“The Sunset Limited” es un diálogo entre un hombre blanco que acaba de intentar arrojarse a las vías de un tren y uno negro que le ha salvado de la muerte en el último momento. El hombre blanco es un profesor de cierto prestigio con formación y cultura, goza de una buena posición social pero a pesar de todo no encuentra sentido a la vida (carece de la fantasía necesaria en el día a día para seguir adelante, como comenta en una ocasión a lo largo del diálogo). Su único deseo es lograr la oscuridad y el silencio absolutos, el reposo eterno que es su idea de la muerte, sólo así encontrará la paz necesaria.
Por otro lado, el hombre negro arrastra un pasado lleno de dolor y malvive pobremente, incluso ha estado en la cárcel durante un tiempo. A diario acoge en su casa a otros seres olvidados (delincuentes, drogadictos) y su fe religiosa mantiene intacta su ilusión por la vida, pese a su presente gris.
Así pues, su conversación enfrenta dos posturas contrarias ante la vida. El hombre negro intenta convencer al otro de que no se quite la vida, con frases cargadas de giros, sabiduría y buena cantidad de ironía. Mientras, el hombre blanco permanece firme en sus convicciones y continuamente se muestra deseoso de abandonar el piso y la conversación, para ir de nuevo al andén y volver a intentar llevar a cabo su suicidio. Son las dos voces de ángel y diablo que todos escuchamos a menudo hablándonos al oído: ninguna de las decisiones que tomamos se libra de pasar antes por el tamiz de la valoración de los pros y de los contras, ninguna valoración acerca de cualquier cosa se escapa tampoco. Por tanto, este diálogo se me antoja el monólogo interior contradictorio que podría perfectamente suceder dentro de la cabeza de cualquier suicida, cuyo discurso previo a la muerte será siempre confuso: la desesperación y las ganas de poner fin a su triste existencia lucharán y se antepondrán al miedo a la desconocida muerte, al dolor, a las consecuencias que de su acto se deriven, etc. El discurso que más pese será el que al final dará lugar bien a suicidarse o bien a continuar con vida.
Sin llegar al extremo del suicidio, el mismo diálogo que nos presenta McCarthy es también similar al monólogo interno de cualquiera de nosotros cuando pensamos acerca de nuestras propias convicciones. Por ejemplo, en la conversación de “The Sunset Limited” se habla en repetidas ocasiones sobre la fe. Pues bien, estoy convencida de que los no creyentes conservan, aunque sólo sea en lo más profundo de sí mismos, un resquicio de duda acerca de la existencia de algo divino que esté por encima de su entendimiento. Igualmente, quienes sí tienen fe mantendrán también en algún lugar la incertidumbre con respecto a si su creencia no es más que una ilusión vacía, puesto que carecen de pruebas que se la puedan confirmar.
La escritura de McCarthy es precisa, sublime, oscura, descarnada y genial. Es, junto con William Gaddis y, también a veces, Joyce Carol Oates, el último representante del gótico sureño.
Esta pequeña pero brillante obra de teatro plantea muchas preguntas acerca de nuestra existencia y, más concretamente, sobre nuestro grado de satisfacción ante la vida. Y los libros que nos hacen pensar son los únicos que merecen la pena. Éste, en concreto, es mucho más que recomendable y volveré a leerlo en breve, sin lugar a dudas. Espero de veras que ustedes también lo disfruten.