viernes, 31 de agosto de 2012

"El arpa de hierba" - Truman Capote


"El arpa de hierba" posee uno de los comienzos más hermosos que he tenido el placer de leer en mucho tiempo.

¿Cuándo oí hablar por primera vez del arpa de hierba? Bastante antes del otoño ya vivíamos en el cinamomo, así que debió de ser a principios del otoño. Y, naturalmente, fue Dolly quien me lo dijo. Nadie más pudo tener la ocurrencia de llamar a aquello un arpa de hierba.
Si al salir del pueblo se toma el camino de la iglesia, pronto se deja atrás una deslumbrante colina de lápidas blancas como huesos y oscuras flores resecas: el cementerio baptista. Nuestros parientes, los Talbo y los Fenwick, están enterrados allí; mi madre al lado de mi padre, y las tumbas de nuestros familiares, veinte o más, los rodean como las raíces de un árbol pétreo. A los pies de la colina se extiende una pradera que cambia de color con las estaciones. Vale la pena verla en otoño, a finales de septiembre, cuando se torna roja a la puesta del sol y las sombras de color escarlata, semejantes al resplandor de una hoguera, pasan sobre la hierba, arrastradas por las ráfagas de los vientos otoñales que, al agitar suavemente sus hojas, emiten un leve suspiro que parece música humana: un arpa de voces.
Tras esa pradera empieza la oscuridad del bosque de River. Debió de ser en uno de aquellos días de septiembre, mientras nos hallábamos en el bosque recogiendo raíces, cuando Dolly me dijo:
-¿Lo oyes? Es el arpa de hierba, que siempre nos cuenta algo nuevo... Lo sabe todo de la gente de la colina, de los que vivieron antes aquí. Y cuando nosotros estemos muertos, también contará nuestra historia.

Fue Emily Dickinson quien me llevó a leerlo, aunque no por una relación directa entre sus libros y éste, sino por una asociación de ideas arbitraria y caprichosa. 

Es una historia rural, original y divertida narrada con una prosa serena y certera. Los personajes delirantes, pero tan raros como cualquiera (queer as folk) componen al principio un conjunto un tanto disonante que comienza a encajar tras pasar las primeras páginas. Me ha gustado mucho más que "Otras voces, otros ámbitos", del mismo autor, aunque no hay que olvidar que fue su primera novela y que en "El arpa de hierba" ya tenía más bagaje escribiendo. A pesar de eso, ambos libros tienen características en común: los personajes de "Otras voces..." también son bastante extraños, mucho, mucho más que en "El arpa de hierba". Pero ambas se basan en su propia experiencia personal: Truman Capote pasó su infancia viviendo en granjas del sur de Estados Unidos y ambas novelas están ambientadas en la América profunda con un protagonista infantil que ha perdido a sus padres y tiene que mudarse a vivir a otro lugar. 

Sin duda, lo mejor de estos dos libros es que Truman Capote plantea argumentos sencillos y utiliza la lírica para contrarrestar la falta de acontecimientos.


martes, 21 de agosto de 2012

"Morfina" - Mijaíl Bulgákov


Agosto en Madrid. La calle se combustiona y yo hago lo que puedo por refrescarme, Bulgakoizándome mientras tanto. Leo "Morfina" con emoción creciente y todos los relatos me traen el recuerdo de otra preciosa historia sobre médicos ya antiguos, "Corazón", de Thomas Thompson, un relato largo o novela corta que estaba incluido en una de las "Selecciones del Readers Digest" que devoraba de pequeña (en una edición, rescatada de uno de los estantes familiares y enseguida apropiada, de 1974). "El maestro y Margarita" (divertido, irónico, rápido, absorbente) intensifica con creces mis ganas de atreverme con el "Fausto" de Goethe, aunque una vez más pienso que aún es demasiado pronto, quizás ya siempre lo sea. 

Empecé la lectura de "Morfina" creyendo que se trataba tan solo del relato en el que Mijaíl Bulgákov explica su experiencia como morfinómano, con mucho interés por saber cómo había gestionado su adicción y qué sensaciones le había producido. Pero este libro contiene varios relatos: además de "Morfina", en el que cuenta esa experiencia y que es el último de la recopilación, aparecen también otros textos que son anécdotas del hospital en el que Bulgákov fue destinado como médico cuando terminó la universidad. Son estremecedores hechos reales, curiosidades médicas relatadas con detalle y realismo: qué no puede ocurrir en un pueblo ruso alejado de la civilización que permanece la mayor parte del año entoñado bajo la nieve, en el que un médico veinteañero sin experiencia (Bulgákov) atiende tan solo con la ayuda de cuatro enfermeros a cientos de campesinos llegados de los alrededores: campesinos con tan pocas nociones sobre medicina que llegan a aplicarse los ungüentos que se les receta por encima de la ropa.

Se percibe un halo de niebla a lo largo de la narración, que le da un tinte onírico muy bello. Bulgákov escribe de una forma muy cuidada pero además, en este diario dividido en relatos se ha colado parte del frío y del resplandor blanco de la nieve que rodea cada una de las anécdotas como una constante. Quizá también influya el hecho de que Bulgákov escribía muchas veces bajo la sensación del sueño, ya que su descanso se veía siempre interrumpido por alguna enfermera que le despertaba con prisas para que se levantase y corriese a atender a algún paciente recién llegado que requería atención urgente. Sus experiencias y sensaciones físicas están escritas en primera persona pero la sensación es la de un Bulgákov que se observa a sí mismo desde fuera y nos cuenta qué ve.

Grandes campos rusos nevados que son un oasis en el que refugiarse.

martes, 14 de agosto de 2012

XIX. La giganta


Antaño, cuando la Naturaleza en su impulso pujante
diariamente concebía criaturas monstruosas,
yo hubiese querido vivir con una giganta joven,
igual que un gato voluptuoso a los pies de una reina.

Me hubiera gustado ver cómo florecía su cuerpo
junto a su alma y así libre crecer en terribles juegos;
y adivinar si su corazón incubaba sombrías llamas
en las tinieblas húmedas de sus ojos;

hubiese querido recorrer tan magníficas formas,
trepar por las vertientes de sus rotundas rodillas,
y también, en estío, cuando malsanos soles

la obligaban a tumbarse, cansada, en el campo,
me hubiese gustado dormirme apaciblemente a la sombra de sus senos,
dormir como una aldea tranquila al pie de una montaña.



La Géante

Du temps que la Nature en sa verve puissante
Concevait chaque jour des enfants monstrueux,
J'eusse aimé vivre auprès d'une jeune géante,
Comme aux pieds d'une reine un chat voluptueux.

J'eusse aimé voir son corps fleurir avec son âme
Et grandir librement dans ses terribles jeux;
Deviner si son coeur couve une sombre flamme
Aux humides brouillards qui nagent dans ses yeux;

Parcourir à loisir ses magnifiques formes;
Ramper sur le versant de ses genoux énormes,
Et parfois en été, quand les soleils malsains,

Lasse, la font s'étendre à travers la campagne,
Dormir nonchalamment à l'ombre de ses seins,
Comme un hameau paisible au pied d'une montagne.


Charles Baudelaire
"Las flores del mal"
"Les fleurs du mal"

Ilustración de Luís Miguel López Soriano

lunes, 13 de agosto de 2012

Las cavernas del Abismo de Helm



"-No las has visto, y te perdono la gracia -replicó Gimli-. Pero hablas como un tonto. ¿Te parecen hermosas las estancias de tu Rey al pie de la colina en el Bosque Negro, que los Enanos ayudaron a construir hace tiempo? Son covachas comparadas con las cavernas que he visto aquí: salas inconmensurables, pobladas de la música eterna del agua que tintinea en las lagunas, tan maravillosas como Kheled-zâram a la luz de las estrellas.

Y cuando se encienden las antorchas, Legolas, y los hombres caminan por los suelos de arena bajo las bóvedas resonantes, ah, entonces, Legolas, gemas y cristales y filones de mineral precioso centellean en las paredes pulidas; y la luz resplandece en las vetas de los mármoles nacarados, luminosos como las manos de la Reina Galadriel. Hay columnas de nieve, de azafrán y rosicler, Legolas, talladas con formas que parecen sueños; brotan de los sueños multicolores para unirse a las colgaduras resplandecientes: alas, cordeles, velos sutiles como nubes cristalizadas; lanzas, pendones, ¡pináculos de palacios colgantes! Unos lagos serenos reflejan esas figuras: un mundo titilante emerge de las aguas sombrías cubiertas de límpidos cristales; ciudades, como jamás Durin hubiera podido imaginar en sus sueños, se extienden a través de las avenidas y patios y pórticos, hasta los nichos oscuros donde jamás llega la luz.

De pronto, ¡pim!, cae una gota de plata, y las ondas se encrespan bajo el cristal y todas las torres se inclinan y tiemblan como las algas y los corales en una gruta marina. Luego llega la noche: las visiones tiemblan y se desvanecen; las antorchas se encineden en otra sala, en otro sueño. Los salones se suceden, Legolas, un recinto se abre a otro, una bóveda sigue a
otra bóveda, y una escalera a otra escalera, y los senderos sinuosos llevan al corazón de la montaña.

¡Cavernas! ¡Las cavernas del Abismo de Helm! ¡Feliz ha sido la suerte que hasta aquí me trajo! Lloro ahora al tener que dejarlas."


Las dos Torres
El Señor de los Anillos

J. R. R. Tolkien

lunes, 6 de agosto de 2012

"El ayudante" - Robert Walser



Publicada originalmente en el año 1908, esta estupenda novela está basada en una experiencia real de Robert Walser, quien vivió una situación laboral semejante a la que plasmó en este texto. De la misma manera que Joseph Marti en la casa del ingeniero Karl Toblerf, Walser se mantuvo fiel a su jefe hasta que desapareció el último céntimo de la casa y sólo quedaron los recuerdos y las deudas. En este sentido, la vida laboral de Walser se desarrolló a través de trabajos de todo tipo y de corta duración, puesto que nunca pareció encontrar su lugar en el mundo y su tendencia a la evasión poética y sus problemas de salud le llevaron a un sanatorio hasta el final de sus días (inseparable ya del imaginario esa escena final suya en la nieve).

“El ayudante” es una novela de ritmo lento, pero constante, prolija en detalles y descripciones, en la que parece no estar pasando nada más que el placer por la simple contemplación de los detalles más pequeños que suelen pasar desapercibidos. Sin embargo, lentamente pero de forma constante, se van dando pequeñas pinceladas de actividad que permiten el sosegado pero inexorable ritmo de la narración.

Así es siempre la escritura de Walser, a pesar de que cada uno de sus libros tiene entidad propia: se trata de una prosa lírica y esmerada, suave y deliciosa: pura literatura. Tanto “El ayudante” como el resto de sus libros son una muestra clara de las maravillosas obras literarias que se escribieron durante la época de los últimos años del s. XIX y los primeros del XX.

Otra ocasión perfecta para no dejar pasar la obra del maravilloso escritor suizo que desapareció mientras su sombrero, abandonado, rodaba sobre la nieve.

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