viernes, 25 de marzo de 2011

"Stardust" - Neil Gaiman y Charles Vess


Stardust es una novela escrita por Neil Gaiman e ilustrada por Charles Vess en cuyas páginas habitan seres atemporales, envueltos por una capa de fantasía, magia, irrealidad y sueño. Se trata de una historia de amor con todos los componentes del cuento clásico pero dirigida al público adulto.

El universo de Gaiman es maravilloso y único, un mundo paralelo en el que a muchos nos gustaría habitar (por eso sus obras tienen ese componente evasor tan necesario en los tiempos que corren), situado entre el Reino de Faerie y la campiña inglesa, ambos divididos por un muro infranqueable que sólo permite el paso una vez cada nueve años; además, la narración es extraordinaria, la escritura de Gaiman posee un altísimo valor literario.

Las ilustraciones de Vess, por otra parte, son un complemento perfecto a la narración; se intercalan y se enlazan con el texto por lo que Stardust es, además, un gran trabajo de maquetación.


miércoles, 23 de marzo de 2011

tenía la mirada ensoñada...

(...) Tenía la mirada ensoñada y diáfana, y muy alegres los labios, irónicos afectuosamente. Bromeaba mucho, no dejó atrás los usos de sus juveniles años, nunca estuvo en condición de hacerlo. Una vez me dijo por qué me quería, con esos labios: "Porque me gusta verte leer el periódico mientras desayuno, más que nada por eso. Veo en tu cara cómo ha amanecido el mundo y cómo amaneces tú cada mañana, que eres en mi vida el representante principal del mundo. El más visible con diferencia". Esas palabras regresan inesperadamente, al oír el timbre y la dicción idénticos, y al ver la sonrisa tan comparable. Y entonces uno sabe enseguida que de esta mujer madura que acaban de presentarle bien puede fiarse, absolutamente. Sabe que no le hará mal, o al menos no sin avisarle.

Javier Marías Tu rostro mañana I, Fiebre y lanza.

viernes, 18 de marzo de 2011

CIELO

mirando el cielo

me digo que es celeste desteñido (témpera
azul puro después de una ducha helada)

las nubes se mueven

pienso en tu rostro y en ti y en tus manos y
en el ruido de tu pluma y en ti
pero tu rostro no aparece en ninguna nube!
yo esperaba verlo adherido a ella como un
trozo de algodón enyodado dentro de tela adhesiva
sigo caminando

un cocktail mental embaldosa mi frente
no sé si pensar en el cielo o en ti
y si tirara una moneda? (cara tú seca cielo)
no! tu ser no se arriesga y
yo te deseo te de-se-o!
cielo trozo de cosmos de cielo murciélago infinito
inmutable como los ojos de mi amor

pensemos en los dos

los dos tú + cielo = mis galopantes sensaciones
biformes bicoloreadas bitremendas bilejanas
lejanas lejanas

lejos

sí amor estás lejos como el mosquito
sí! ese que persigue a una mosquita junto
al farol amarillosucio que vigila bajo el
cielo negrolimpio esta noche angustiosa
llena de dualismos


Alejandra Pizarnik, Poesía, (1955-1972)

martes, 8 de marzo de 2011

"El valle de los avasallados" (L'avalée des avalés) - Réjean Ducharme


Pocas sensaciones son -literariamente hablando- tan placenteras como conseguir un libro que de antemano sabes que va a encantarte: que forma ya parte de tus favoritos aún antes de haberlo leído.

Conocí "El valle de los avasallados" a través de "Léolo", increíble película de Jean-Claude Lauzon en la que se cita el libro en varias ocasiones.

(...) Aparecemos al final de un callejón sin salida. Estamos perdidos, muy perdidos, pero que muy muy perdidos. Me río como una loca. ¿Qué podría temer? Todo esto es solo fingir al fin y al cabo. Todo esto está tan lejos del fin del mundo. Todo esto es a su vez tan loco. El coche negro que nos sigue muy despacito tiene en el techo una luz roja giratoria. Es la policía. ¡Corramos! ¡Corramos, Christian! Al menos finjamos.

-¿Adónde vais?
-¡Uno se descubre cuando le dirige la palabra a una dama!

Los policías nos dicen que no tienen malas intenciones. Necesitan nuestra dirección.

-Nuestra dirección, señores, es: Señor y Señora Hombre, Planeta Tierra, Sistema solar, El Infinito. ¡Quítense pues sus sombreros, groseros!

Hay una atmósfera maravillosamente templada en el automóvil, maravillosamente agradable. Hace tan agradable como en una noche de agosto. Estoy cansada, pálida, despavorida, estropeada. Hay algo entre mí y la tibieza del auto; como una capa. Llevo una gruesa capa de frío, de noche, de balastro, de petróleo. Mis manos completamente tiesas, completamente secas por arriba y por abajo se sienten desarraigadas del cielo y de la tierra. Yo misma me recuerdo a un pez que, completamente húmedo aún de mar, forcejea sobre la arena. Me apoyo contra Christian, me acurruco, le pido que coloque su brazo alrededor de mí. Cierro los ojos. El hombro de Christian es un madero en el fondo de una cala.

Es una novela hermosa y lírica en cuanto a su forma, destaca por la facilidad con que el autor juega continuamente con el lenguaje para contar la historia difícil y oscura de Bérénice Einberg.



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